En estos días se habla del centro. Ahora Nación, liderado por el rector de la UNI, Alfonso López Chau, ha conseguido inscribirse como partido político ante el JNE. Y Lo Justo, con la congresista Flor Pablo y la ex ministra de justicia Marisol Pérez Tello, aparece en el escenario, con el inicio de la recolección de firmas.
En un país fracturado y con profundas heridas, es muy bueno que exista un centro político, con visión de país y fortaleza institucional que busque recomponer vínculos, proponer reformas políticas, asentar políticas públicas redistributivas, etc. También una izquierda y una derecha, por cierto.
Alfonso López Chau, Marisol Pérez Tello y Flor Pablo han multiplicado sus apariciones públicas para comunicar los principios y posicionamientos de sus partidos. De lo dicho, se desprenden algunos comentarios. Primero, coinciden en la urgencia de construir consensos mínimos de país que permitan crear una “coalición democrática” que haga frente a las coaliciones de mafias y poderes fácticos asentados en el Congreso y el gobierno.
Segundo, el centro oscila políticamente entre la socialdemocracia y el liberalismo; en lo económico opta por una economía social de mercado y es crítico del capitalismo salvaje, formal e informal. Aunque la Constitución del 93 se adhiere a ese régimen económico lo hace solo en el papel: el Título III se despacha con normas que constriñen al máximo la intervención del Estado en la economía. El artículo 60 declara incluso la subsidiaridad del Estado. O sea, un neoliberalismo que no existe en el mundo real.
López Chau vislumbra una industrialización acelerada del país. Para ello, defiende una activa intervención del Estado, en un contexto global de concentración de mercados, tecnología y capitales. Un rol estratégico que cumplen los Estados en nuestra región. En Chile nomás, el Estado controla el 30% de la producción de cobre (Codelco).
Voces de izquierda y centro exigen la diversificación productiva y cuestionan el fondo, un modelo de acumulación por exportación de materias primas incapaz de generar eslabonamientos y, por eso, incapaz de crear empleo masivo. En consecuencia, una mirada que solo apunte a “poner en vereda” a la economía informal pasa por alto la realidad estructural y la naturaleza misma de nuestra economía formal que no solo es reducida (absorbe apenas al 20% de la PEA), sino oligopólica, concentrada y excluyente, como anotó Humberto Campodónico en La República.
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Tercero, se espera que el centro, al que sus críticos endilgan jugar al significante vacío, comunique su posición respecto del capítulo económico de la Constitución de 1993. Explicar cómo se construye una economía social de mercado con hechos políticos.
Hay más pendientes. Las movilizaciones en el sur andino son síntomas de quiebres profundos, que tienen que ver con el ejercicio cotidiano de la discriminación y el desprecio de clase y étnico, la concentración del poder simbólico y material en Lima, la impunidad y la corrupción de cada día en todas las esferas de la vida pública, etc.
Pablo, Pérez Tello y López Chau desde distintas esferas denunciaron en su momento la arbitrariedad y el asesinato de manifestantes y transeúntes. En la defensa de derechos conculcados, Lo Justo viene con un recorrido ya trazado pues exhibe cuadros políticos, mujeres y hombres, con trayectorias reconocidas de lucha por los derechos de mujeres, niños y niñas, LGTBI+, pueblos originarios, etc.
Reformas estructurales son necesarias, especialmente la de la descentralización que nunca llegó. Por lo pronto, un gesto pequeño pero grande en verdad sería compartir la vocería con cuadros políticos de las regiones. La inercia de la prensa, la lógica del márketing político lleva a llamar a declarar a los mismos de Lima. No está mal, pero no es suficiente. Qué bueno sería escuchar también a Diana Gamboa, decana del Colegio de Abogados de Ayacucho y dirigente de Lo Justo, o a Bladymir Sonco, Tercio superior de la Universidad Nacional del Altiplano en Puno, joven dirigente de Ahora Nación.
Que los partidos de centro -izquierda y derecha- den voz a “las regiones” en condición de igualdad institucional con Lima es también ceder poder y moldear, en algo, un sentido común político “nacional” (los 2/3 de peruanos).