Hace unos días me crucé en redes sociales con el contenido de Bicentenarix, una persona que se vio forzada a dejar la casa familiar, a pedido expreso de sus padres, en 2019. Las razones fueron, según comenta, no alinearse a la ideología religiosa de sus progenitores y los deseos de vivir una vida más libre. Me impresionó su historia pero, sobre todo, su forma tan digna, artística y natural de tocar un tema que no parece haber sido masivamente explorado: el abandono parental.
"Cuando pasaste toda tu juventud soportando violencia de tus padres para ser la mejor testigo de Jehová y ahora estás intentando terminar la universidad con tus medios porque tu familia te abandonó ni bien te alejaste de la religión por tu salud mental", dice en uno de sus videos que supera las 14 mil reproducciones. Utiliza uno de los últimos sonidos virales de TikTok ("Todo ese trabajo y ¿qué conseguí con ello?", en español) y aparece mirando fijamente a la cámara. No hay risas, pero tampoco seriedad. Parece, más bien, una manera orgánica de crear consciencia haciendo uso de herramientas que funcionan.
Su contenido no solo es desgarrador y gracioso. Todo a la vez. Es una invitación a mirar hacia otras realidades y contextos, como los relacionados con el abandono de los padres, madres y/o cuidadores principales. Según el Tablero de Desempeño de Atención Oportuna de Niñas, Niños y Adolescentes en Presunto Estado de Abandono del Mimp, hay 3 402 374 niñas, niños y adolescentes en riesgo de desprotección familiar en el Perú. Pero también existen personas como Bicentenarix que, a los 18 o 19 años, todavía necesitan el soporte económico y emocional de sus padres para poder desarrollarse y, quizás, tener una carrera. Sin embargo, y lamentablemente, razones ideológicas y de expectativas verticales y lineales impuestas a sus hijos e hijas los orillan a abandonarles
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Sucede en el caso de la población LGTBIQ+, por ejemplo. En la Encuesta Virtual para Personas LGTBI 2017 del INEI —la primera y última que se hizo— se indica que del total de personas entrevistadas entre 18 y 29 años que no señalaron no expresar libremente su orientación sexual y/o identidad de género, un 51.5% lo atribuyó al temor de perder a su familia y un 13.6% debido a que podrían perder el lugar donde viven. Esta realidad puede tener un impacto directo a la salud mental.
En enero pasado, Bicentenarix lanzó ‘‘Lágrimas de cocodrilo’’, la canción que compuso para hablar de su historia. ‘‘Si me alejaste de tu vida, eso es normal. Lo que no entiendo es ¿por qué tratas de recuperar? Si lo tuviste, lo perdiste. No lo busques más. Intentar es manipular’’. Canta sobre lo difícil que es irse, pero también acerca de lo útil y empoderador que puede ser hacerlo. Alejarse de los entornos que reprimen, ahogan y violentan. Y aunque no es sencillo, y lo demuestra con los consejos de supervivencia que ocupan varios de sus videos, es reconfortante saber que los vínculos que no son necesariamente familiares también pueden alentarnos, sostenernos y hacernos crecer.