TikTok puede ser una red social divertida, envolvente y atractiva cuando el algoritmo así lo quiere. Pero cuando no lo es, se convierte en una plataforma más para amplificar discursos violentos. Me pasó hace unos días cuando, en pleno desplazamiento, apareció un extracto del programa Magaly TV, la firme, en donde su conductora, Magaly Medina, hablaba de lo ''descuidada'' que, según ella, lucía Cassandra Sánchez en la fiesta de cumpleaños de su hijo pequeño. Dos minutos y siete segundos dos minutos y siete segundos que contenían comentarios gordofóbicos y una forma de violencia estética especialmente perjudicial.
Para criticar a su entorno cercano (a quienes ella considera la causa de su imagen actual), Medina utilizó como apoyo visual un video editado en el que la captura de Sánchez comiendo lo que parece ser un sándwich se repite en tres oportunidades. Además, su imagen de cuerpo entero se coloca en bucle más de 15 veces al lado de tres fotos antiguas y distintas de ella, pero mucho más delgada. El clásico ‘‘antes y después’’ en el que la delgadez significa belleza y la gordura, fealdad y abandono.
Los mensajes gordofóbicos disfrazados de semblanzas empoderadoras sobre el ''amor propio'', minimizan y buscan señalar a las mujeres por su tamaño, por sus elecciones de vestimenta, su pelo, su porte, etc. Es contradictorio que una persona que condena abiertamente las tentativas de feminicidio, las violaciones sexuales, el acoso y hasta el clasismo como Medina, promueva la gordofobia y violencia estética, que no son más que dos sistemas que afectan especialmente a las mujeres a nivel físico y mental.
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En línea con esto, Virginia Godoy, o la Señorita Bimbo, como se le conoce a esta actriz y feminista argentina, dijo una vez: ‘‘Es una cuestión política cómo te miras al espejo porque es ahí donde empieza la violencia contra las mujeres. (…) Nos vemos y lo que vemos está mal… y te odias. Es un arma de domesticación y de control que estemos preocupadas por eso (…)’’. Las mujeres y personas de la diversidad sexual fuimos engañadas con el mito del amor propio como equivalente a querer estar siempre lindas; o sea, flacas.
La gordofobia, el enfoque centrado en el peso y la violencia estética contribuyen a la inseguridad e incitan el menosprecio propio y ajeno contra las mujeres por su apariencia. Por eso es esencial entender que la violencia de género, aquella que condena, sin dudar, Magaly Medina, no se limita a la agresión física, verbal, a las violaciones y/o feminicidios. Atacar a una mujer por su peso, por su ropa, o cualquier característica del cuerpo es una forma engañosa de violencia que valida y enaltece la cultura de dieta, los cuerpos hegemónicos, las tallas pequeñas y la ‘‘pulcritud’’ como sinónimo de belleza; y que perpetúa estándares inalcanzables, y daña el bienestar físico y mental.
Pero la televisión no es el único espacio donde esto ocurre. Las redes sociales, por ejemplo, cuentan con algoritmos atravesados por un enfoque gordofóbico que oculta o minimiza el contenido de personas no delgadas. El video citado al inicio es solo un ejemplo de la importancia de cuestionar los discursos mediáticos que, aunque pretenden ser defensores de la igualdad y causas feministas, por detrás legitiman la misoginia.