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Opinión

50 días de condenado y de prófugo, por Augusto Álvarez Rodrich

Demora en capturar a Cerrón es una expresión vergonzosa.

larepublica.pe
AAR

Una expresión de la decadencia de la institucionalidad peruana es que el político más importante de la izquierda, Vladimir Cerrón, lleve 50 días de prófugo, luego de que el 6 de octubre la justicia lo condenara a 3,5 años de cárcel por corrupción.

Algunos izquierdistas discrepan de que se diga que Cerrón es el líder de la izquierda peruana, pero Perú Libre —el partido que él mangonea— ganó la última elección y puso a Pedro Castillo en palacio, y es la más grande agrupación de ese sector en el congreso, donde tiene una coincidencia con el fujimorismo para demoler cotidianamente la institucionalidad.

Pero, antes que discrepar, esos izquierdistas deberían expresar su molestia con el liderazgo de Cerrón, y en eso sí tienen toda la razón, pues, obviamente, es una vergüenza que sea una figura central de la izquierda alguien que repite como papagayo monsergas comunistas que hace medio siglo ya eran tonterías, que es un racista miserable, que tuitea creyéndose chistoso pero haciendo el ridículo, y que —lo más grave— sea un condenado por ratero.

No solo eso, sino que, encima, seguramente motivado por Guillermo Bermejo, quien llegó al congreso con la camiseta de PL, crea que acatar órdenes del juez son, como él señala, “pelotudeces democráticas”. Pero eso solo dice que Cerrón es un cobarde sin la entereza moral de cumplir una sentencia, y no es, por tanto, ningún líder.

A quienes sí se debe criticar, en cambio, es a la bancada de PL, conformada por gente de baja condición intelectual, como esa parlamentaria María Agüero, que habla bobadas sobre sus inversiones en Estados Unidos.

Y sin ética, pues defienden con argumentos tontos al prófugo, incluyendo proyectos de ley para beneficiarlo, y poniendo a la madre de Cerrón —quien también está siendo investigada por corrupción por la fiscalía— a defenderlo, y usar el congreso para lanzar discursos absurdos que hacen pensar que, si simpatizar con la corrupción fuese un delito, deberían darles cadena perpetua.

Pero lo peor ocurre con el sistema institucional, político, judicial y policial que permite que este sinvergüenza, que usa el comunismo como biombo para robar, siga de prófugo 50 días después de que la justicia lo sentenció por apropiarse de lo ajeno.