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Opinión

Dina no termina, por Rosa María Palacios

“La primera presidenta mujer del Perú no tuvo una línea para hablar de las múltiples reivindicaciones que las mujeres esperamos sean atendidas”.

larepublica.pe
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Pocos deben saber que el ejercicio de dar un mensaje el 28 de julio, como obligación del presidente, está regulado en la Constitución. El mensaje debe ser “personal, por escrito, al instalarse la primera legislatura ordinaria anual” y, salvo el primero, aprobado por el Consejo de Ministros. La forma va acompañada de un contenido mandatorio: “los mensajes anuales contienen la exposición detallada de la situación de la República y las mejoras y reformas que el presidente juzgue necesarias y convenientes para su consideración por el Congreso”. Juzgado bajo esos parámetros, el discurso de Dina Boluarte ha sido, como dice Augusto Álvarez Rodrich, cumplidor.

Cumplir, sin embargo, no basta. Para triunfar se requiere algunos méritos que Boluarte no exhibió. Como con muchos otros presidentes, para el lunes ya habremos olvidado casi todo el contenido de las 72 páginas que leyó, rompiendo todos los récords del siglo XXI, por casi 3 horas. Pondría a prueba a cualquiera de mis lectores para que recuerde algo que dijo algún presidente un 28 de julio.

En mi caso, 1987, Alan García con la estatización de la banca; o el 2018, Vizcarra con el referéndum y el adelanto de elecciones para el 2019. Acabo de hacer la prueba con el amplio grupo familiar que me rodea. Todos recuerdan la estatización de García. Varios mencionaron “disolver, disolver”, pero ese discurso no es de 28. Uno señaló que con Humala y Castillo lo que había era temor por lo que podían anunciar, pero no recuerdan nada de lo anunciado. Así que no vale la pena profundizar mucho en el qué, pero sí detenerse en el cómo.

La estrategia del escritor del mensaje y sus revisores (destaca la mano de Otárola) consiste en arrancar usando el truco más viejo de la retórica política: échale la culpa al anterior. Enorme error en este caso. Castillo será el anterior, pero Dina es su vicepresidenta y lo más grave, su ministra hasta 15 días antes del golpe. Si Castillo es corrupto con “parte de su gabinete”, ¿qué hacía ella ahí? El segundo paso es “pide perdón, pero por las culpas de otros”. En el discurso pide perdón a nombre del Estado, no del Gobierno. No individualiza una sola responsabilidad (salvo la de inculpar a Castillo) y habla de muertos en “enfrentamientos”, lo cual es una mentira. Ahí creo que se desenganchó gran parte del público. Los que teníamos ya la versión escrita la leímos a velocidad y los demás se desentendieron.

La primera noticia que corre en los WhatsApp de lectores veloces es este resumen: “no hay nada”. En efecto, nada disruptivo. Las palabras “millones” y “miles”, repetidas hasta la náusea, suenan como suena la lluvia. Los planes, una y otra vez, para el 2024 hablan de permanencia, de estabilidad y consolidación. Un par de sugerencias de reformas políticas que, todos sabemos, este Congreso no va a aprobar. Un pedido de facultades que puede ser peligroso por el demagógico populismo penal de los Bukele lovers que tenemos en el Perú, con su condimento de xenofobia, que no podía faltar. No hay más, salvo el plagio de un párrafo de un discurso de Sebastián Piñera.

Si escoges presentar 72 páginas para hablar hasta de las clases de Shipibo a 100 policías de Ucayali, es por dos razones: marear a algunos y no hablar del elefante en la sala a los demás. Hagamos pues un breve inventario de lo mucho que omitió.

80% del país quiere elecciones adelantadas y Boluarte misma lo propuso al país el 11 de diciembre pasado. Su Gobierno mandó y sustentó el proyecto ante el Congreso. ¿No manda la Constitución dar cuenta siquiera de sus propias iniciativas? ¿No tendría que haber insistido en esta nueva legislatura? La primera presidenta mujer del Perú no tuvo una línea para hablar de las múltiples reivindicaciones que las mujeres esperamos sean atendidas (se nota cuando el discurso lo escriben hombres).

Llama la atención que una mujer, exsocialista y reconvertida a la defensa de la inversión privada no diga nada relevante del motor (parado) más relevante de la economía peruana: la minería. Muchos menos, del gas y el petróleo, salvo anunciar una petroquímica, que se nos anuncia desde tiempos de Toledo, cuando ni siquiera pueden hacer las reparaciones urgentes del Oleoducto Nor Peruano que, 50 años después, es un colador. Nada se dijo de la educación superior; parece que, en día de fiesta, no se habla de los negocios del dueño de casa. El asalto a la Sunedu es un tema tabú.

Así pasaron 28 y 29 de julio. Para el lunes volveremos a preguntarnos lo que ayer en cada hogar que escuchaba el mensaje y quería almorzar sin sobresaltos se repetía: “¿Dina, a qué hora terminas?”.