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Opinión

Unión Europea-CELAC: sin pena ni gloria, por Ariela Ruiz Caro

“Acertadamente, salvo Colombia en tiempos de Iván Duque, ningún país de nuestra región se ha plegado a sanciones comerciales o económicas a Rusia”.

larepublica.pe
Ariela Ruiz Caro

El encuentro de los presidentes de estas dos regiones, en Bruselas, es un gesto político importante, pero factualmente no reviste ninguna relevancia salvo para poner en evidencia lo distanciadas que están. Con un inexplicable alineamiento con la postura militarista de Estados Unidos en la guerra en Ucrania, los europeos han roto sus vínculos de forma tajante con Rusia, un país que forma parte de su entorno geográfico y cultural, y que les proveyó, aun en tiempos de la Guerra Fría, con gas natural.

El desconocimiento sobre las sutiles diferencias en las posiciones políticas de nuestra región explica que el Consejo Europeo, organizador del evento, haya barajado la idea de invitar a Volodímir Zelenski a la Cumbre UE-CELAC, de la cual tuvo que retractarse. La reciente Cumbre de la OTAN, así como la del Grupo de los Siete (los más ricos del mundo) recibieron con vítores al presidente ucraniano; algo similar a la ovación que tuvo Juan Guaidó, en el Congreso de Estados Unidos, en ocasión del discurso del expresidente Trump sobre el estado de la Unión.

Acertadamente, salvo Colombia en tiempos de Iván Duque, ningún país de nuestra región se ha plegado a sanciones comerciales o económicas a Rusia. Si bien el comercio para la mayoría representa un porcentaje poco significativo, la composición de este, como la urea, es fundamental para varios. En el plano político, la mayoría ha respaldado las resoluciones de condena de la invasión rusa a Ucrania preparadas en las Naciones Unidas y en la OEA, pero varios de ellos se han abstenido y otros, ausentado.

Los europeos no han aprendido mucho sobre la manera como se procesan las diferencias políticas en la región. En la IX Cumbre de las Américas realizada en Los Ángeles, en junio del año pasado, los anfitriones estadounidenses decidieron no invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Ello generó la inasistencia de los presidentes de varios países caribeños, también de los de Bolivia, México, Honduras, entre otros, que no asistieron. Además, los que sí lo hicieron expresaron su disconformidad al manifestar que, si bien eran criticables aspectos políticos en esos países, estos debían ser abordados precisamente en esos eventos.

Ad portas de la Cumbre UE-CELAC, no parece prudente la aprobación en el Parlamento Europeo de una resolución en la que le reclama al Consejo Europeo, principal órgano de decisión de la UE, una condena firme y pública de la represión en Cuba, intensificar el apoyo a los representantes de la sociedad civil e imponer sanciones a los responsables de las persistentes violaciones de los derechos humanos en Cuba, empezando por el presidente Miguel Díaz-Canel.

A diferencia de Europa, que se ha plegado a Estados Unidos en calificar a China como un peligro para la seguridad mundial y los valores democráticos —a pesar de que para muchos de ellos es un mercado fundamental para sus exportaciones e inversiones—, los latinoamericanos y caribeños agrupados en la CELAC mantienen intensas relaciones económicas y de cooperación con China. Más de veinte países de la región, incluido Perú, han suscrito el Acuerdo de la Franja y la Ruta de la Seda que contempla el financiamiento de infraestructura física y digital, entre otros rubros, a nivel mundial.

Para contrarrestar ese avance, Donald Trump propuso la iniciativa “América Crece”, que también contempla créditos para la infraestructura de la región (a cambio de no adquirir la tecnología digital 5G de Huawei que producen los chinos). Esta fue reemplazada por “La Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas” que Biden lanzó en la citada Cumbre de Los Ángeles, con el mismo fin.

Ahora le toca el turno a la Unión Europea con su propuesta “Global Gateway”, que pretende destinar más de 10.000 millones de euros en inversiones inteligentes en el extranjero. Asimismo, presentará un proyecto de cinco años, “Amazonia+”, por 20 millones de euros, para mitigar las emisiones de CO2 en esa región. Positivo, pero sin recursos suficientes.

En este escenario de conformación de un orden mundial multipolar, América Latina se debe obediencia solo a sí misma.