Cuando todo parecía definido, a favor de Sandra Torres, ex primera dama de Guatemala; o de Manuel Conde, el candidato oficialista; o, incluso de Zury Ríos, hija del tirano y exdictador Efraín Ríos Montt… De pronto, un candidato que, en las encuestas, andaba por el octavo lugar de las preferencias, irrumpió en cielo político como un relámpago en una noche tranquila.
Bernardo Arévalo, hijo del expresidente Juan José Arévalo (quien gobernó de 1945 a 1951), saltó de ese presunto lugar marginal a la segunda colocación, con apenas 12% de los votos, por detrás de Torres, que supera el 15%. No ha sido en modo alguno un triunfo notable, pues el voto nulo (17%) les ganó a ambos; pero sí es una enorme sorpresa que remueve el tablero.
No porque Arévalo era el ungido de las masas, sino porque era el único candidato, en carrera, que se distanciaba de lo que en Guatemala llaman ‘Pacto de corruptos’. Y que incluye a Torres, Conde, Ríos y otros postulantes que, se asumía, no iban a hacer ningún cambio sustancial en materia de lucha contra la impunidad, uno de los males mayores de este país.
O que tampoco iban a sacudir demasiado la estructura social de un territorio donde, según Naciones Unidas, el 61,3% de los ciudadanos adolecen de pobreza multidimensional. Para no hablar de la escandalosa desigualdad que, de acuerdo al mismo organismo, hace que el ingreso del 1% de los guatemaltecos más ricos equivalga al 40% del ingreso de los más pobres.
El Movimiento Semilla, al que pertenece Arévalo, luce un poco más serio en sus planes: accionar varios programas sociales para ayudar a madres solteras y campesinos; luchar contra la deforestación o incrementar el uso de energías renovables. Pero lo que lo distingue especialmente es su lucha contra la corrupción, una bandera que levanta desde sus orígenes.
Como que nació en el 2015, en el marco de las protestas contra el expresidente Otto Pérez Molina, acusado de defraudación aduanera, quien tuvo que renunciar debido a la presión popular y terminó en prisión. Semilla también apoya a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), una instancia internacional que apoya al Ministerio Público.
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Los últimos presidentes, como Jimmy Morales, predecesor del actual presidente Alejandro Giammattei, huían de ella como de la peste, pues ayudaba a procesar a personas vinculadas al sistema político, ese que fue rechazado por el abrumador voto nulo. Ahora, para espanto de ellos, ha emergido un candidato que se tomaría más en serio la lucha contra la impunidad.
¿Podrá pelear la presidencia Arévalo? La tiene bastante difícil porque tendrá que luchar contra todo el aparato de la política ‘oficial’, que tratará de pulverizarlo, que lo llamará ‘comunista’ (como hicieron con su padre), y que se resistirá con uñas y dientes a perder el poder. Sin embargo, la fuerza del ‘gran elector’ nulo/blanco podría consumar el milagro.