Vine a Trujillo porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal César Vallejo. Y dicté talleres y conferencias: “Técnicas y estrategias para escribir contra el olvido”. 200 jóvenes de Ciencias de la Comunicación. Un centenar de periodistas, todos ávidos por conocer el misterio de los textos inolvidables en una ciudad agobiada por la criminalidad, la corrupción y el caos. Pero rebosante de amistad y cariño. Y Vallejo presente que cómo decía él: “Considerando en frío, imparcialmente, que el hombre es triste, tose y, sin embargo…”.
Mi visita fue organizada por Poderosa y Artífice, dos empresas vinculadas al desarrollo intelectual de la región. Y entre lo real de la zona y las universidades, nuestro país sin consistencia del derecho, los abismos de la legalidad. No obstante, la poesía vive como agua del tiempo. Y mis conferencias de tres horas se alargaban el doble porque los jóvenes preguntaban y preguntaban y uno no se cansaba de responder como me enseñaron mis maestros Lévano y Edmundo Cruz.
Además, ahí estaba Vallejo y sus secuelas, no puede existir buen periodismo sin el poder de la poesía. La comunicación simbólicamente sensualizada de una verdad. Ahora sí se entiende, por ejemplo, que ese maridaje es obligado a partir de las exigencias inéditas de las gramáticas de las nuevas tecnologías de la comunicación.
La sintaxis es dinamitada con frecuencia por esto y aquello. Debo advertir, que los modernistas José Martí en Cuba y Rubén Darío en Nicaragua fueron, antes que cualquier cosa, poetas-periodistas. Y en el Perú, César Vallejo es la cumbre de un periodismo lúcido, honesto y ciudadano. Y si en la literatura militaron seminales en esa ráfaga estética llamada vanguardismo, en periodismo articularon un ensamblaje entre lo real y lo simbólico para una lectura que active la conciencia.
Me refería a ese Vallejo del estilo de la prosa periodística y el uso del término exacto para la idea categórica. Hay, les decía, en su escritura, galope y musicalidad. Es, pues, la suya, la palabra afable, caliginosa y humana. De esta manera, tiende a una lectoría social y universal solo con la finalidad de la verdad. Así se opone a la pedantería y a las modas. Los textos periodísticos de Vallejo, por ejemplo, se adhieren con pasión a lo real de la realidad. Son escritos como arte liminar. Es decir, un canon amorfo y disforme de paradigmas fronterizos. Gracias, papá Vallejo y Trujillo.