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Opinión

PTM, por Jorge Bruce

“Algún día, porque estoy seguro de que lograremos deshacernos de esta gavilla de incompetentes, deberemos mirarnos al espejo y enunciar un sonoro ¡PTM!”.

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Bruce

Promperú, ante la brutal caída del turismo generada por la pandemia, lanzó la iniciativa Perú Travel Mart, cuyas siglas son PTM. El evento de inauguración en San Isidro constituyó un homenaje a la escotomización. Se trata de un mecanismo de defensa en el que se excluyen ciertos aspectos de la realidad, que son dolorosos o amenazantes para el individuo. Aparentemente, ninguno de los inspirados organizadores advirtió el significado coloquial extendido de esas tres letras.

Esto no pasaría de ser un meme, un motivo para reírse con amargura de la desastrosa situación que estamos viviendo. Para un psicoanalista, sin embargo, va más allá de la obvia constatación del trabajo del inconsciente. Porque las dichosas letras constituyen un comentario velado de la manera en que nos estamos sintiendo. Como cuando pisas caca de perro en la calle y lanzas un furioso y resignado PTM, tenía que pasarme a mí. O bien CSM para el dueño de la mascota que no cumplió con la regla de recoger las deposiciones de Firulais.

Resulta que, además de significar ese homenaje ambivalente a la sacrosanta figura de la madre (la psicoterapeuta Stella Welldon tiene un célebre libro titulado Madre, Virgen, Puta), PTM también son las siglas de un juego, Piensa Todo Mal. Su anuncio lo describe así: “Juego de humor negro ideal para poner a prueba la madurez de tus amigos y descubrir qué tan estúpidos pueden ser”. Suena como algo que los peruanos deberíamos jugar en masa. O maduramos y echamos fuera a estas pandillas de lumpen y mediocres que están atragantándose con las arcas del Estado y los restos del naufragio del barco llamado Perú, o nos declaramos irremediablemente estúpidos.

No es casual que ninguno de los creativos de la campaña PTM se haya percatado de lo que estaban lanzando al mercado. Sin pensarlo, pero secretamente sabiéndolo, estaban expresando un extendido sentimiento nacional. En un momento crítico de nuestra historia, rufianes desembozados y de baja estofa se están apoderando de nuestro patrimonio. Lo más vergonzoso —para nosotros— es que, quienes están perpetrando esta captura a fuego lento de nuestras pobres instituciones, están muy lejos de nuestros grandes villanos: Fujimori y Montesinos, pero también Alan García o, en otro registro, Abimael Guzmán. Lo que tenemos ahora son parodias de esos personajes, corruptos o asesinos, a veces ambos, pero líderes de su banda.

Algún día, porque estoy seguro de que lograremos deshacernos de esta gavilla de incompetentes, deberemos mirarnos al espejo y enunciar un sonoro ¡PTM!