Lima es el ejemplo del crecimiento urbano caótico y voraz. De los tres valles que poseíamos, ya no queda mucho, solo un pedazo de Lurín que sigue resistiendo el ataque urbanizador permanente y algunos fragmentos, cada vez más pequeños, del Chillón. Lo poco que existe de áreas naturales que brindan servicios ecosistémicos a la ciudad, protejan las laderas de erosión y sean hábitats de especies silvestres en Lima son las “Lomas Costeras”.
Estos ecosistemas frágiles, que aparecen solo en determinados meses del año, los más húmedos, han logrado resistir la voracidad urbana gracias al esfuerzo de una red de mujeres y hombres defensores de lomas. El crecimiento sin planificación que hemos tenido, a merced de la especulación del valor del suelo y del tráfico de terrenos, ha priorizado el fierro y el cemento, reduciendo al máximo las zonas verdes y los espacios públicos. Existe un promedio de 3 m² de áreas verde por persona, una cifra muy baja, pero si analizamos distritos como Breña, encontramos que hay 0,3 m² por habitante. Diversos sectores de la ciudad poseen como único espacio público pistas y veredas. Es así que las lomas han sido, en muchos distritos, áreas de oasis en medio del desierto de la ciudad. Mantenerlas no ha sido una tarea fácil.
Enfrentan amenazas cotidianas, los traficantes de suelo y mineros informales las tienen en la mira, así como también a las y los defensores de lomas que, más de una vez, han puesto en riesgo su vida para frenar el tráfico, ya que son amedrentados. Hoy esta situación se agrava. De manera sumamente irresponsable —habrá que ver qué intereses están detrás—, Serfor acaba de excluir de la lista de ecosistemas frágiles a las lomas de Carabayllo, Amancaes y Villa María del Triunfo (VMT).
Su excusa es que hay una superposición de polígonos con el “Área de Conservación Regional” (ACR), argumento engañoso y vil, pues saben ellos que una fracción importante de estos hábitats no son parte de la ACR. El ejemplo que pone la Red de Lomas de Lima es clarísimo: del 100% de superficie de loma en Carabayllo, solo el 24% está dentro del ACR. Lo que ha hecho Serfor es dejar sin herramientas de protección al 76% de este lugar.
Un atentado ambiental en una ciudad que necesita defender con firmeza las pocas áreas naturales que quedan. La Red de Lomas alerta que, al quitar este reconocimiento, deja sin piso las ordenanzas distritales de protección de ecosistemas frágiles —como las de Carabayllo—, a la definición de “suelo de protección” del Planmet 2040 y, sobre todo, al protocolo de actuación interinstitucional contra invasiones publicado en 2020, herramienta clave para frenar el tráfico de tierras en estas zonas. Este atentado ambiental se debe denunciar y toca alzar la voz para exigir que esta decisión se revierta y se devuelva la calificación de ecosistemas frágiles a las lomas de Carabayllo, Amancaes y VMT.