Por: Ramiro Escobar, profesor UARM.
¿Cómo es que, hasta hoy, sobreviven más de 40 monarquías a nivel global y además reyes no oficiales que tienen un enorme peso político? Baongo II no es el jefe de Estado en Burkina Faso, pero en agosto del 2010 pude asistir a una audiencia con él, donde había incluso ministros de Estado. Si no iban, podría armarse una revuelta porque reina en la etnia Mossi, la mayoritaria.
A propósito de la conmoción que ha causado en el mundo la partida de la longeva Isabel II, conviene recordar que actualmente existen monarquías, de diversa estirpe y estilo, en cuatro continentes: Asia, África, Europa y Oceanía. Difícilmente se podría decir que es una institución anticuada, porque se mantiene en países muy desarrollados, desarrollados o literalmente pobres.
Existe además la manida frase “los reyes reinan, pero no gobiernan”; sin embargo, eso no es tan cierto. Una de las facultades del príncipe Juan Adán II de Liechtenstein, otro monarca, es bloquear una ley que proclame el Parlamento, aun cuando este también puede bloquearlo a él.
La propia reina Isabel II gozaba de la facultad de destituir al primer ministro del Reino Unido, algo que habría explorado durante los tumultuosos tiempos de Boris Johnson. Lo mismo podría hacer Carlos III en una situación especialmente grave, aunque en la historia británica eso solo ha ocurrido una vez: cuando en 1834 el rey Guillermo IV destituyó a William Lamb de ese cargo.
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En las monarquías europeas los reyes simbolizan la unidad, la neutralidad, de modo que ejercen sus poderes en consenso con las autoridades elegidas. Aun así, hay atajos. Isabel II tuvo serias diferencias con Margaret Thatcher, respecto al cruel apartheid sudafricano. Y si bien nunca la contradijo públicamente, en 1996 se dio el lujo de recibir a Nelson Mandela por todo lo alto.
No ocurre así en las monarquías absolutistas del mundo árabe o en Brunei, donde el sultán Muda Hassanal Bolkiah ha impuesto leyes que reprimen a la prensa y a la comunidad homosexual, además de tener una vida de ultra lujos. Algo similar ocurre con el rey Mswati II de Eswatini (antes Swazilandia), quien además “vive a cuerpo de rey” en un país sumamente desigual.
¿Necesitamos aún a monarcas para sentir que la vida tiene sentido? En el Reino Unido, para la mayoría de británicos es así, pues sentían que la reina Isabel II les daba identidad, prestigio. En otros países, como España, la monarquía es más cuestionada, y en otros se sufre silenciosamente. No todos los reyes y reinas son iguales, eso es cierto, pero todos tienen privilegios. Como fuere, quizás lo más importante sea que quienes aún quieren la monarquía se consideren mucho más ciudadanos que súbditos. Y que los mandatarios de países republicanos no se crean reyezuelos.