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Opinión

Vientos peligrosos

“El cambio climático es tan urgente que ha llegado hasta el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, más de una vez”.

Ciudadanos observan los daños provocados por el huracán. Foto: AFP
Ciudadanos observan los daños provocados por el huracán. Foto: AFP

(*) Profesor UARM.

Trombas de agua en Nueva York, como consecuencia del huracán ‘Ida’; intensas inundaciones en varias partes de España (Tarragona, Castellón, Toledo); olas de calor sorprendentes en Canadá, de más de 45 grados; lluvias inusuales en Alemania y otros países europeos; megasequías en algunas partes de América del Norte y del Sur; incendios forestales en varias partes del mundo (California, entre otros lugares)...

Desde hace varias semanas, diversos eventos naturales están ocurriendo en el planeta de manera casi imparable. Saltan al escenario mediático, asustan, provocan víctimas fatales incluso (23 muertos en Estados Unidos a causa de las trombas de agua, al cerrar estas líneas), pero aun así no parecen sacarnos, ni a la sociedad civil ni a la clase política, de una especie de letargo bastante parecido a la inconsciencia.

Es como si el clima, la biodiversidad o la desertificación pasaran delante de nosotros, al ritmo de marchas fúnebres que anuncian nuestra potencial destrucción y nosotros, miembros de esta especie perturbadora, presenciáramos los cortejos con pereza, con cierta indiferencia. Como si creyéramos que algo, providencial al igual que en tantas películas de Hollywood, vendrá a salvarnos de la hora final.

Es cierto: la gran catástrofe ambiental no está a la vuelta de la esquina, no ocurrirá mañana o el siguiente año. Pero ya viene ocurriendo hace décadas, a literal fuego lento, y a medida que pasan los años se va haciendo más evidente. La intensidad de los huracanes, por ejemplo, se está pronunciando y su frecuencia es mayor, y eso parece tener que ver con el calentamiento anormal de la Tierra.

A propósito de ‘Ida’, The New York Times recoge las declaraciones de James P. Kossin, un científico de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), quien confirma esta percepción diciendo que el cambio climático está haciendo que los huracanes “se comporten de ciertas maneras”. En parte porque el mar se calienta más y les da más energía.

Por otro lado, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó esta semana que, en los últimos 50 años, los desastres climáticos se han quintuplicado. Se produjeron 11 mil, que provocaron entre 1970 y 2019 más de 2 millones de muertos, el 91% de ellos en los países más pobres. Esa oleada de inundaciones, trombas y huracanes recientes va camino a abonar esa alarmante estadística.

La Tierra se ha ido calentando de manera anormal, especialmente durante el siglo XX y más en el XXI. Eso está causando las alteraciones climáticas varias (no solo más calor, ojo) que estamos ya sufriendo. Y, como ha confirmado recientemente el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático en su VI Informe, somos nosotros los causantes.

Somos demasiados, depredamos, arrasamos, desertificamos, consumimos hasta el infinito y acaso más allá. Y, sin embargo, nuestra cortedad de miras impide que hagamos el link entre eso y lo que ocurre en Haití, o en Estados Unidos; tendemos a pensar que afanarse por comprar un auto que emite CO2, para ti solo, no tiene nada que ver con una helada fuera de tiempo en Huancavelica.

No la vemos y, peor aún, tampoco vemos con suficiente claridad que el proceso de deterioro ambiental es el motivo y motor principal de las pandemias. Mientras más biodiversidad destruimos, con más virus desconocidos nos encontramos. Mientras más plástica es nuestra vida, menos protegemos a nuestro propio cuerpo y a los ecosistemas que nos dan el sustento hasta para darnos lujos absurdos.

El cambio climático es tan urgente que ha llegado hasta el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, más de una vez, y puede convertirse en un factor que profundice los conflictos internacionales. Si esta deriva ambiental y climática se agudiza un día, llegaremos a pelearnos ya no por un pedazo seco de territorio, sino por la próxima fuente de agua. Y entonces los huracanes también traerán bombas.

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