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Opinión

Serenidad y estrategia

“A Castillo hay que exigirle con firmeza y claridad que gobierne con coherencia y respeto”.

larepublica.pe
montero

Soy de las personas que sostenían que el presidente Pedro Castillo era una figura débil dentro de Perú Libre, casi un secuestrado por Vladimir Cerrón. Tal vez, debido a una ínfima esperanza de que, en algún momento, reaccione o recapacite y, sostenido por sus aliados más moderados, se libre del lastre y peligro que significa estar asociado al exgobernador de Junín.

Pero creo que, como muchos, he cometido el error de minimizar el peso del presidente dentro del partido de gobierno y con ello la real dimensión de su responsabilidad en las equivocadas decisiones de sus primeros días de su mandato. Es él, después de todo, quien ganó las elecciones y nos gobierna.

Como han señalado algunos analistas, ¿por qué pensar que Cerrón impone sus ideas y no en que ambos coinciden y se apoyan? No creo, como algunos sostienen, que se trate de una relación como la que tenía el nefasto binomio Fujimori-Montesinos, esa es una comparación -al menos por ahora- exagerada. Sí creo, en cambio, que pese a existir una pugna de poder entre Castillo y Cerrón, contada por círculos cercanos a ellos, hay más coincidencias que imposiciones. Desterremos entonces la idea de que el presidente es alguien que necesite de rescate o auxilio, sino de una autoridad elegida de manera democrática, sí, pero en unas justas muy peleadas y con un margen muy pequeño sobre su contrincante.

A Castillo hay que exigirle con firmeza y claridad no solo que cumpla las leyes, sino que gobierne con coherencia y respeto. Sabíamos desde el inicio que con Castillo o Fujimori la pelea iba a darse, sobre todo, en el ámbito de los derechos humanos y la lucha contra la corrupción. Pero este gobierno decidió provocar y desestabilizar desde el día uno.

No apoyo vacancias ni cierres del Congreso cuando el gobierno tiene apenas una semana de gestión. Son caminos constitucionales, pero responden a situaciones sumamente extremas que, me parece, no son las de ahora. Plantear alguna de esas opciones en el momento actual genera más confrontación y cierra el diálogo.

Lo que necesitamos son voces responsables, serenas y especialmente estratégicas que difícilmente encontramos entre nuestros políticos. Y ese es, creo, nuestro mayor drama.