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Opinión

Entre la estupidez y la codicia

“Castillo tuvo la oportunidad de construir una opción democrática de izquierda, si es que se moderaba. Lo hizo en el discurso, usando a personas como Pedro Francke, pero los hechos son otros”.

larepublica.pe
“Castillo tuvo la oportunidad de construir una opción democrática de izquierda, si es que se moderaba. Lo hizo en el discurso, usando a personas como Pedro Francke, pero los hechos son otros”.

Guido Bellido es un nombre que usted probablemente no había escuchado hasta el 29 de julio. Congresista de Perú Libre, electo por el Cusco, se le conoce por dos cosas. Primero, su apología de la conducta de la sanguinaria terrorista Edith Lagos (primera promoción de la escuela de Abimael Guzmán), por la que se encuentra bajo investigación penal. Segundo, su obsesión en insultar homosexuales en redes sociales. Esas credenciales hubieran bastado para no considerarlo para ningún cargo público. Menos para tener bajo su mandato a toda la inteligencia de las Fuerzas Armadas y policiales. Sin embargo, Pedro Castillo lo eligió como presidente del Consejo de Ministros.

Castillo tuvo la oportunidad de construir una opción democrática de izquierda, si es que se moderaba. Lo hizo en el discurso, usando a personas como Pedro Francke, pero los hechos son otros. Esta sola decisión revela que es Vladimir Cerrón quien manda y Pedro Castillo el que ejecuta. Creer que de eso hay vuelta atrás es de una estupidez política mayúscula. No hay segunda oportunidad para él. La “palabra de maestro” se devaluó a cero en 24 horas mientras que el dólar saltaba la barrera de 4 soles y la Bolsa, otra vez, caía. Arrancó sin ministros de Economía y Justicia porque salieron corriendo. En total desorden y cerca de la medianoche del jueves, juraron un conjunto variopinto de comechados, investigados, ignorantes en la materia y perdidos en el espacio, todos con el beneplácito de Cerrón, el verdadero mandón que nadie eligió. El viernes juraron los que faltaban, después de que les juraran que se iban a moderar. Pocos pueden creer otra mentira.

Lo que viene ahora es la respuesta del Congreso. Cerrón busca acelerar su disolución “agudizando las contradicciones”. Ilusamente cree que en unas nuevas elecciones tendría mayoría absoluta en el Parlamento y ese absurdo lo comparte Castillo. Ante eso, el Congreso solo tiene dos caminos. El primero, censurar ministros de uno en uno, desde este lunes (ningún artículo de la Constitución impide hacerlo, aun sin investidura) hasta que Bellido quede solo. A él no pueden tocarlo porque pierden su única oportunidad de censurar. Esto forzaría a buscar un gabinete de consenso. El segundo camino, más expedito, es presentar la moción de vacancia contra Castillo por incapacidad moral permanente al haber puesto la inteligencia nacional en manos de un apologista del terrorismo y por estar sometido al usurpador Cerrón, inhabilitado para la función pública. Por mucho menos vacaron a Vizcarra.

No creo en vacancias “express” (siempre he dicho que son golpistas), pero, ante un TC que dejó pasar la de Vizcarra sin pronunciarse, el Congreso tratará de lograrlo. Desde el punto de vista del Congreso, hay dos incentivos. El primero (vacando también a Boluarte), es que solo quedan nueve partidos con inscripción vigente. ¿Elecciones generales el próximo verano? Solo entre ellos. La competencia se reduce. Esto es muy atractivo para unos pocos, muy poderosos, líderes políticos. Una oportunidad así no la van a dejar pasar. El segundo incentivo es que para los partidos hoy en el Congreso, que apoyaron el golpe de Merino (AP, APP, FP) y lo reivindican, esta sería la validación total de su pésima conducta anterior.

En contra de la vacancia del presidente hay también poderosos argumentos políticos. El primero, estos congresistas no van a perder cinco años de paga y menos sin reelección. Si vacan a Castillo, tendrán que pactar una reforma constitucional para poder reelegirse, cosa que hoy está prohibida. Tal vez, con más audacia, resucitan una iniciativa del Congreso que acaba de irse y modifican la Constitución para que, en caso asuma el Ejecutivo la presidencia del Congreso, ya no se convoquen elecciones generales (como es hoy), sino solo fórmulas presidenciales.

Nada de esto es bueno para el Perú. Pero el tren de lo deseable partió hace meses. Aquí solo presento los posibles escenarios de un país al que deseo volver en un par de semanas, sin que lo haya destruido la estupidez y la codicia, esa rara mezcla que tan bien define a Pedro Castillo hoy.

Pedro Castillo

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