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Opinión

Bicentenario con integridad pública

“Estamos por empezar un periodo que podría ser un nuevo comienzo: un bicentenario con integridad pública”.

larepublica.pe
“Estamos por empezar un periodo que podría ser un nuevo comienzo: un bicentenario con integridad pública”.

En la primera vuelta de las recientes elecciones, según data de la ONPE, se registró el mayor ausentismo de los últimos 40 años, lo que explicó el sorpresivo –para muchos– resultado de esa jornada electoral.

Más allá de mirar las consecuencias de ese ausentismo, vale la pena prestarle atención a la que, en mi opinión, fue una de las causas.

Tenemos un sentimiento de desvinculación con la política. Percibimos que no cumplimos un rol importante en nuestro devenir político debido a la idea, casi enraizada, de que todos son corruptos y la impunidad campea.

En estos días, Proética ha publicado un interesante informe sobre la agenda pendiente que tenemos como país para enfrentar la corrupción.

Todas las “corrupciones” son nocivas, pero hay una que quizás lo sea más: la pequeña corrupción, esa que está enquistada en los procesos que afectan nuestra vida cotidiana acentuando las desigualdades.

Por ejemplo, para tratar de poner orden en el servicio civil, el gobierno creó la ley Servir. Sin embargo, Proética detectó que entre junio del 2019 y diciembre del 2020 se identificó a 3.065 funcionarios con responsabilidades administrativas en casos de corrupción. A junio de este año, solo el 15% ha sido sancionado y más de 60 casos prescribieron. Lo más grave: cuatro entidades del Estado decidieron no someterse a la ley Servir y sus funcionarios no pueden ser investigados ni procesados: la Superintendencia de Banca y Seguros, el Banco Central de Reserva, y qué sorpresa, el Poder Judicial y el Congreso.

Creo que estamos, también, en un dilema de tipo “el huevo o la gallina”. Al ciudadano no le interesa la política porque ve que hay impunidad y la impunidad se mantiene porque, entre otras cosas, no hay una ciudadanía activa vigilando y presionando para que se investigue y sancione la corrupción.

Si todos son malos, a mí ya qué me importa, dicen algunos, y con razón. Pero nos toca, a nosotros que somos los verdaderos perjudicados con la impunidad de algunos zamarros, hacernos conscientes del rol que debemos jugar. Estamos por empezar un periodo que podría ser un nuevo comienzo: un bicentenario con integridad pública. Exijámoslo desde cualquier trinchera que tengamos disponible.