Por: Sandro Mairata - @smairata
Filmado con sus animadores trabajando desde casa por la pandemia, Luca es un homenaje a la amistad en el contexto de una Italia idílica de los años cincuenta. Bajo el mar habitan “monstruos marinos” que no son sino un vecindario de seres antropomorfos que pastorean peces más pequeños y con dramas familiares como los de cualquiera. Luca es el niño de la familia, que descubre que más arriba del mar está la tierra firme de los humanos.
De la mano de un accidental amigo del mundo marino como él, Alberto, Luca se aventura al pueblo ficticio de Portorosso, en la Riviera italiana. Descubre además que los seres marinos como él, de cuerpo escamoso y multicolor, se transforman mágicamente en humanos al salir del agua. Afuera del océano, Luca descubrirá las complejidades de los humanos, el fútbol, el gusto por montar bicicleta y una obsesión compartida con Alberto por las motos Vespa.
Este es un nuevo lanzamiento de bajo perfil de la maquinaria Disney. Después de la premiadísima Soul –firmada por Píxar–, vino Raya y el último dragón –producto de Disney–, ambas de alta calidad y complejidad, pero golpeadas en su retorno financiero por la imposibilidad de acceso a los cines.
En esta ocasión, Luca resulta una historia mínima salvada de caer en la irrelevancia por los buenos oficios del director debutante en largos Enrico Casarosa, animador veterano de las grandes animadoras estadounidenses como Blue Sky, Pixar y la propia Disney. Lo metafórico se da la mano de lo nostálgico para hablarnos de las relaciones familiares, la complicidad de la infancia y la vida a escondidas, sea por el motivo que sea, pero la sospecha apunta a un ligero trasfondo de reflexión sobre la realidad LGTBI.
¿Son los niños Luca y Alberto dos jóvenes gays? No, pero en momentos clave el guion nos muestra a “monstruos” revelando su verdadera identidad ante la sorpresa inicial de los humanos. “Algunas personas nunca aceptarán a Luca”, sentencia su abuela. “Otras sí lo harán. Y parece que sabe encontrar a las indicadas”.
Luca no llega a los niveles metafísicos de Soul y esto decepciona a quienes esperábamos mayores exploraciones en esa línea. Sí, en cambio, fantaseamos de la mano del tímido Luca y el aventurero Alberto con ese mundo fuera del pueblito costero que promete felicidad inacabable y libertad. Al mando de una Vespa, nadie puede detenernos.
El guion deja algunos cabos sueltos. No sabemos nada de la procedencia de los “monstruos”, ni la explicación de sus capacidades camaleónicas. Tampoco sabemos nada del exterior, todo transcurre en el vecindario submarino de Luca y en poco más de la plaza y los caminos de Portorosso.
Eso sí, la magia de Pixar sigue intacta, y con eso nos quedamos.
Luca