El destino se muestra propicio para la aparición de una alternativa liberal este 2021. La crisis política y económica simultáneas –algo que el Perú no veía desde 1990– “reseteará” el establishment y abrirá la cancha a opciones no jugadas.
La izquierda global pretende hacer de esta crisis pandémica una oportunidad de oro para poner en cuestión lo que ella llama el modelo neoliberal, identificando con tal la coexistencia de un predominio de intereses privados y una debilidad del Estado, y para el advenimiento de un nuevo orden signado por una mayor intervención estatal y un acotamiento radical a las prerrogativas del mercado.
La verdad es que el actual estado de cosas abona más bien en favor de una opción radicalmente liberal, que comprenda la instauración de un modelo económico de mercado, inexistente en el Perú, y además la construcción de un Estado eficiente, pequeño pero potente en aquellas responsabilidades (salud, educación, justicia y seguridad) que contemporáneamente le competen.
El escenario se muestra favorable a un discurso franco, sin tapujos, beligerante respecto del orden establecido, disruptivo frente al centrismo amodorrado que ha signado al país los últimos años. Es hora de proponer un salto cualitativo en la construcción de una sociedad liberal, de discutir grandes reformas y poner de vuelta el sistema.
Se ha vuelto un axioma sociopolítico en el Perú que al poder se sube por el centro, que se termina gobernando por la derecha, pero que el centrismo es la mejor y única ruta posible para llegar a Palacio. La crisis mundial que nos golpea difumina ese criterio. El 2021, la población va a buscar fórmulas originales y contestatarias, fuera de la caja.
Así, no habría que mostrar los tontos rubores que la derecha suele prodigar cuando, por ejemplo, se habla de privatizar Sedapal o Petroperú, de flexibilizar la frondosa y onerosa legislación laboral, o de emprender una reforma del Estado que desenmarañe la burocracia (esta reforma se iba a hacer en la segunda mitad de los 90 y el afán reeleccionista de Fujimori la hizo abortar) y a la vez no debería tenerse reparos en pelearse con las élites empresariales al proponerse desmontar o revisar el cúmulo de privilegios legales o tributarios que este sector disfruta.
Las elecciones del 2021, a pesar de lo acotadas que van a ser en términos logísticos por culpa de la pandemia (probablemente no haya mítines, pasacalles, visitas a mercados, etc.), serán turbulentas y confrontacionales. Se bifurcan los destinos del país y si hubiese algún candidato que haga suyas las banderas de la libertad, tendrá que dejar los remilgos y requiebres para otra ocasión. Es muy difícil que gane un candidato liberal, pero no queda duda de que ésta es una ocasión inmejorable para intentarlo.
El bicentenario es una fecha que no solo debería ser conmemorativa sino refundacional. Los astros parecen haberse alineado para que algo así se vuelva a dar en el Perú. En esa perspectiva, es hora de que los liberales estén a la altura de las circunstancias.
-La del estribo: Es ridícula la campaña contra la difusión del documental Hugo Blanco, río profundo. La extrema derecha peruana tiene que entender que la historia de las legítimas luchas campesinas de los 60 puede y debe ser revisitada y que ello no implica necesariamente una apología subversiva. Pero que la izquierda tampoco se corte las venas porque el personaje y su pasado generen controversia. Si se resignifican monumentos y estatuas, con mayor razón personajes que la izquierda quiere colocar en un santoral, pero no las mayorías democráticas del país, para quienes, felizmente, las ideas de Blanco nunca llegaron al poder.