
A un año del estreno de La piel más temida y del debate que generó, Joel Calero escribe la novela gráfica Mientras dura el silencio, una continuación de la última película de su trilogía política sobre el Perú, Álbum de familia. El protagonista de la cinta es un novelista gráfico que descubre los delitos que cometió su padre, un exmilitar. “Con censura, ninguna de mis películas hubiera sido premiada, como tampoco hubiera sido premiada, seguramente, una película trascendental del cine peruano, como lo es La boca del lobo”, nos responde. “La actual ley de cine tiene un tinte político. Buscan quebrar el cine porque es un espacio de difusión de nuestras problemáticas”.
El director está en su oficina escribiendo acerca del clasismo y el racismo. “A veces, el Perú es una enfermedad. Te entra la desesperanza por el nivel de descomposición moral y política, en todos los aspectos: desde el cultural, derechos humanos, laborales y defensa de la condición de la mujer”. En otro momento, nos dice que espera la salida de Dina Boluarte. “Lo único que cualquier persona de bien podría esperar del gobierno es que termine lo más pronto posible”.
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Una vez dijiste que veías al Perú como un país marcado por la ausencia de la figura paterna. Con la novela retomas este tema, ¿no?
Sin duda, porque es un descubrimiento de su condición. Álbum de familia va de la capacidad que tenemos los hijos de poder discriminarnos de nuestro padre. Y tu padre o tu madre dejan una impronta en ti, pero tú no estás obligado a continuar esa impronta. Y eso, de hecho, me pasa a mí. Creo que La piel más temida y Álbum de familia son películas donde yo estoy procesando los temas como hijo, pero también como padre. Mi padre era un tipo autoritario. En mi propio proceso personal, intento diferenciarme de esa impronta violenta. Y lo he conversado con mis hijos, por supuesto.
¿Crees que hoy hay más reflexión al respecto? Es decir, hay una generación o más de una que normalizó la violencia.
Claro, y en muchos sentidos, ¿no? Creo que lo que se tiene que hacer es discernir con qué me quedo de mi madre y con qué me quedo de mi padre. Eso, en un país como este, tiene unas dimensiones políticas muy claras. Hay una serie de personajes políticos cuyo apellido los entronca como un precedente político.
Claro, no establecen una distancia.
Sí, por ejemplo, la congresista Tudela, un personaje que ha resultado nefasto para el cine, no parece haberse discriminado de ese padre que participaba en los bailes del ‘Chino’.
¿En los 90 no estaba la corrupción más maquillada...?
Sí, por supuesto. La película no está focalizada en eso, pero debería introducir esa reflexión. Existe la posibilidad de los hijos de no seguir la estela de los padres. Es decir, si mi padre es delincuente, no tengo por qué serlo. Tenemos la capacidad de refundarnos. De eso va la película y en la novela gráfica es más claro.
¿Ves la novela gráfica como una salida a la posible catástrofe que ocasionaría la nueva ley?
A ver, con la ley Tudela, el cine peruano va a sufrir espantosamente el próximo año. Con lo cual, las posibilidades de creación de muchos cineastas van a ser bastante más remotas y, por lo tanto, los índices de frustración serán más grandes. En ese panorama, una de las cosas que yo he descubierto en la novela gráfica es que es una veta creativa para el cineasta. El cine peruano, además, se enfrenta a aspectos terribles; una película notable como Reinas, ha hecho 6.000 espectadores y Kinra, con su importantísimo premio en el Festival de Mar del Plata, 5.000 espectadores. Estamos hablando de las películas, incluso, premiadas, ¿no? Eso depende de que no existen salas y se está convirtiendo en norma que les den 3 salas en malos horarios.
Claro, ese problema lleva años y no se habla de la cuota de pantalla en la nueva ley.
Sí, y por eso el cine ha entrado en una crisis fuertísima. Primero, porque gracias a la ley Tudela van a haber problemas de financiamiento y de censura. Ocurre que, también cuando las películas están listas, hay un problema con la distribución. Ahí es donde he sentido la novela gráfica como una tabla de salvación.
Dirigida por Calero. Escena en Cusco con Lucho Cáceres y Juana Burga. Foto: difusión
¿Te sientes un cineasta censurado?
Sí, ¿no? Claro que sí. Censurado y maltratado, sobre el que hay una serie de estereotipos. La piel más temida es una película sobre la que llegó un estigma generado por un pseudoperiodista, pero lo que hace él es concretizar algo que está en el ambiente cuando nosotros vemos que un personaje como López Aliaga difama a diestra y siniestra; o sea, lo que está haciendo es representar todo ese movimiento de polarización, ¿no? Que es gravísimo. Y a mí, en particular, una cosa que me jorobó mucho es que se perdiera el foco de La piel más temida, que es, tal vez, la menos política de las tres.
Me decías que había un antes y un después “para bien y para mal” tras el estreno. Tu participación en televisión abrió un debate, pero algunos cineastas dijeron que no era necesario que fueras. ¿Cómo lo ves ahora?
Yo creo que era absolutamente necesario confrontarlo. Por otra parte, De Piérola no fue quien aceptó la entrevista, sino su productora; él no hubiera dado la entrevista. Pero creo que sí hay necesidad de deslindar y confrontar con personajes tan nocivos como él que, además, no tienen argumentos, son incapaces de sostener una discusión conceptual.
Te acusaron de “romantizar el terrorismo”, revisaron tus redes sociales y los comentarios con Peter Cárdenas. ¿Había cercanía?
El señor Peter Cárdenas forma parte de los contactos que tengo en Facebook. Yo he hecho una película sobre militantes del MRTA y él, ciertamente, es un tema de estudio, pero jamás me he tomado un café con él y jamás hemos conversado por teléfono. Por otra parte, es un sujeto terrorista que cumplió su pena y que ha publicado un libro, y lo tengo, por cierto. He leído casi toda la bibliografía sobre el conflicto armado interno. Lo que hizo De Piérola incurre en la difamación y la infamia. No lo he denunciado, pero creo que hay que sentar precedentes; no se puede insultar impunemente.
Hablando de impunidad, el Congreso acaba de aprobar una ley de amnistía para los procesados por crímenes...
Me parece inverosímil lo que hace la impunidad. Es continuar con la tortura, ¿no? Porque si tú eres alguien que perdió a un ser querido ajusticiado de manera ilegal por un delincuente, y si este asesino es liberado de esta manera, a ti te siguen dañando. La impunidad daña a las personas, genera impotencia, genera pérdida de confianza en el tejido social, en las instituciones. No permitir que sectores sociales o personas vayan restableciéndose en sus vínculos con un país que los ha dañado es muy perverso.
En la edición pasada del Festival de Cine de Lima, la ministra de Cultura fue abucheada. Ahora, Vanessa Vizcarra ya no está en la dirección. ¿Qué esperas de esta edición?
Lo que ocurrió el año pasado fue un acto de descaro de la ministra Leslie Urteaga y una provocación, porque ella estaba permitiendo las agresiones al cine peruano. A mí me parece maravilloso que haya ocurrido eso, porque creo que es importante la cultura de la visibilización y la formalidad no puede ser un disfraz para atenuar la protesta. Creo que la capacidad de indignación, en este momento, es una de las pocas cosas que nos queda como país: poder indignarnos y poder manifestarlo. La salida de Vanessa Vizcarra es lamentable y no debería implicar que un festival de cine se debilite. En estos tiempos de pobreza, de miseria, la cultura es uno de los pocos espacios de salud.

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