Armando Machuca sacudió ‘El gran chef: famosos’ con sus ocurrencias e improvisaciones. Nunca imaginó que cocinar iba a ser la excusa perfecta para demostrar su talento como actor, comunicador y profesor. También reveló su faceta más friki y más pasional.
El actor vive de la fantasía y la fantasía vive en él. Desde que tiene uso de razón, es amante de los juguetes, pero de aquellos que en otras dimensiones tienen súper poderes. Cada vez que le daban propinas, las ahorraba para comprarse más y más. Y así, poco a poco, sin pretenderlo, se fue convirtiendo en un gran coleccionista. A los ocho años, obtuvo su primera gran colección de He-Man, el hombre más poderoso del universo ante sus ojos. Otro de los objetos más preciados que lo acompañó en su niñez fue KITT, el Auto Fantástico, que luego hizo explotar junto a una ‘ratablanca’ que colocó en su interior. Por más que adoraba a sus juguetes, hacía que cumplan con su deber de entretenerlo.
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A la par, Armando se dedicó a coleccionar cómics, series y películas, lo que agudizó su imaginación, a tal punto que se creía un superhéroe y hasta mezclaba personajes. Una vez se puso la máscara del Hombre Araña para ir al mercado, pero en la mano tenía su chipote chillón. Así nació el ‘Chapulín arácnido’, personaje que creó sin buscarlo. Cuando llegó a los 15 años, se había hecho de una colección bastante digna, fruto de las ganancias del pequeño negocio que emprendió en su escuela. Sin embargo, empezó a cuestionar sus gustos y dejó de juntar muñecos porque “ya estaba grande”. Fue así que el entonces adolescente donó todos sus juguetes a una parroquia para que llegaran a las manos de otros niños. “Ahora me arrepiento porque costaría un montón de plata”, bromea.
Tuvieron que pasar 15 años más para que el artista peruano volviera a coleccionar las figuras de acción que despertaron su imaginación y sensibilidad. Lo que disfruta no es la acumulación, sino la cacería. Lo que importa es “encontrar la piecita que te faltaba cuando eras chiquito”. Ya sea en una feria o en la ‘Cachina’, en Internet o en otro país. “Es un universo muy divertido”.
Armando es cuidadoso con sus juguetes, que están bien distribuidos en un pequeño cuarto de su casa. Pero no es de aquellos que prefiere que nadie más los vea. Es más, disfruta cuando sus sobrinos comparten tiempo con él y con sus juguetes, aunque antes tienen que cumplir ciertas reglas para evitar destrozarlos.
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Además de su apego por la cultura popular, Armando Machuca es comunicador, profesor, actor y director de la comunidad Peruvian Fanboy. Pero algunos creen que su único logro es haber interpretado al ‘Capitán Coyote’ en ‘El santo convento’. Luego tuvo una ráfaga de popularidad en la televisión, cuando participó en el desaparecido programa ‘Los reyes del playback’. Y fue recién en ‘El gran chef: famosos’ que el artista pudo conjugar todas sus pasiones.
Desde niño, Armando la tenía clara. Sabía que iba a dedicarse al arte de manera profesional. Por eso, cuando su profesor Gustavo Pastor les pedía, a él y a sus compañeros, interpretar una obra, Machuca era el que más seriedad le ponía a su trabajo. Fue así que afianzó su necesidad de transmitir relatos. En la etapa universitaria no fue diferente. Logró entrar a ‘Pataclaún’ y le cautivó el clown, aunque no tanto como la improvisación, que es el arte de la creación instantánea de historias.
Machuca aclara que la improvisación no tiene nada que ver con ser un improvisado. Para entretener al público por más de una hora, el entrenamiento tiene que ser exigente. Otros también creen que Armando tiene que ser bueno para contar chistes y colocar apodos. La realidad es completamente diferente. Lo que a él sí le funciona es el desarrollo de historias más largas que tienen humor.
“El camino del artista es un camino de frustración, de puertas que se cierran, de gente que no quiere pagar la entrada, de productores que te quieren pagar un céntimo. Es muy difícil y en un país como el nuestro hay que chambear muy duro. Es en ese fuego donde se forma el carácter. Y cuando se forma el carácter, se cuaja el arte”.
A sus 47 años, Armando prefiere vivir en calma. Ya no se preocupa si no gana los casting o si no llena sus talleres de impro. Su energía está enfocada en su trabajo a nivel corporativo, donde puede crear historias desde cero y donde disfruta ser su propio jefe. La televisión y el teatro se han vuelto complementarios. Los sigue cautivando porque le levanta el ego y aumenta su emoción.
Tampoco se ríe todo el día, como muchos se imaginan. El improvisador prefiere administrar bien su energía para liberarla cuando tiene show. “No estoy alegre todo el día, sería psicótico. A veces estoy más calmado, a veces puedo ser muy pesimista y hasta depresivo como cualquiera, pero siempre considero que tengo que tratar de estar bien, no solo por el público, sino por mí”, reflexiona.
Machuca no es una copia exacta de lo que vieron en Latina. No es ni tan positivo ni tan resiliente como quisiera. El público ha conocido lo que él intenta ser y no necesariamente lo que es. Lo que sí es genuino es su agradecimiento hacia la producción por celebrarle sus ‘palomilladas’ y hacia sus compañeros por las vivencias. El profesor de impro rescata el formato porque no tiene libreto y porque pudo utilizar sus recursos de clown para construir un personaje querido, pero un personaje al fin y al cabo.