Los uros, ese pueblo originario que aparece en todas las postales de los turistas que viajan a Puno, pasan por un momento muy difícil. La sequía que afecta la cuenca del Lago Titicaca golpea todas sus fuentes de ingresos: pocos turistas visitan su isla porque el agua se ha ido secando y embarcarse en los pequeños botes que ofrecen paseos es cada vez más difícil, tampoco pueden dedicarse a la pesca, y la totora con la que hacen artesanías y mantienen a flote el suelo sobre el que levantan sus casas escasea debido al intenso calor. Esta semana, el reportero Liubomir Fernández pudo visitarlos y recogió testimonios de cómo hacen para sobrellevar la falta de lluvias y la insuficiente llegada de turistas. Es una situación que se ha acrecentado por el Fenómeno del Niño y la temporada de seca más dura de los últimos 60 años. Lo peor es que los pronósticos no son alentadores: si el volumen de agua del llamado Lago Sagrado sigue descendiendo, el ecosistema en el que los uros se han acostumbrado a vivir podría modificarse irreversiblemente. Es necesaria la acción del gobierno regional y nacional para ofrecerles soluciones a corto y mediano plazo.
Jardines con frutos
Se masificaron en la ciudad cuando, debido a la pandemia, tuvimos que permanecer encerrados en casa y había que mantenerse activos para no caer en la angustia. Desde entonces, los huertos urbanos se han ido convirtiendo en espacios en los que las familias apuestan por pequeños cultivos que sirven como pasatiempo y reserva de alimentos libres de pesticidas. Hasta tienen sus ventajas en el ánimo de quienes los cuidan, porque el contacto con la tierra -dicen quienes practican esta actividad aumenta nuestro niveles de serotonina, la famosa “hormona del bienestar”. En tiempos de escasez de algunos frutos, no está de más saber un poco más de estos jardines especiales