Hermelinda Luján y Simona se encontraron sin buscarse. La intérprete peruana no sabía del proyecto “Willaq Pirqa”, el cine de mi pueblo, y el director César Galindo no la tenía en su radar. Muchas actrices hicieron casting para dar vida a la abuela del tierno Sistu, pero ninguna convenció. Fue así que ampliaron su abanico de posibilidades y le propusieron a Luján hacer una prueba por teléfono que casi no se dio, porque la actriz —afirma— no se lleva bien con la tecnología. Al final, con la ayuda de una sobrina, Luján, de 64 años, pudo enviar su video, pero con expectativas casi nulas.
Luego, la actriz, nacida en Lima pero con raíces ayacuchanas, se olvidó del tema. No creía poder quedarse con el papel porque era la primera vez que casteaba de manera “online” para una película. Y cuando sonó el teléfono con la buena noticia, tampoco confió en sus capacidades. Incluso, cuando por fin se iba a estrenar “Willaq Pirqa” en el cine, cinco años después de las grabaciones, Luján tenía miedo de verse en la pantalla grande, pero el resultado final hizo que vuelva a confiar en ella misma.
Para dar vida a Simona, tuvo que dejar todos sus pendientes en Lima e incorporarse rápidamente al elenco, que ya estaba listo para grabar en Cusco. Fue la que menos tiempo tuvo para estudiar el guion y lo que más difícil se le hizo fue aprender el acento del quechua cusqueño, porque es distinto al de Ayacucho.
La actriz ha tenido papeles en películas como "Dioses", "Retablo", "Madeinusa" y "Ojos que no ven". Foto: Willaq Pirqa
Cuando Hermelinda conoció a Simona, a su mente llegó el recuerdo de su madre, Teresa, quien era cariñosa con ella y generosa con los que menos tenían. Al igual que Simona, su madre creía en los apus, sabía leer la coca y curaba con hierbas. Si hoy sabe hablar en quechua y conoce tanto de las costumbres andinas, también es gracias a doña Teresa. “Todas las cosas que mi mamá ha vivido han sido como lo que ha pasado en esta película. Por eso es que cuando la vi, me emocioné. Pues mi madre fue lo más hermoso que Dios me regaló”, afirma.
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Luján, madre de tres y abuela de cinco, recuerda que siempre quiso ser actriz, pero veía la actuación como un juego. Hasta que un día, a sus 12 años, encontró una cartuchera con 800 soles. Cuando se los quiso dar a doña Teresa, ella le dijo que era su suerte y que viera en qué los gastaba. Hermelinda no sabía qué hacer con tanto dinero, hasta que se acordó de que en un periódico anunciaban que El Club de Teatro de Lima iba a dar clases. Pese a que era menor de edad, igual la aceptaron como alumna. Incluso, recibió clases gratuitas en los siguientes años. Después de acabar el colegio, se postuló al TUC (Teatro de la Universidad Católica) y estudió tres años, pero no pudo ejercer.
Vivió años bonitos con su familia, pero no era completamente feliz. Necesitaba actuar. Gracias a la ayuda de un compañero, empezó a salir de figurante en telenovelas y obtuvo papeles pequeños en películas como “Ojos que no ven”, “Madeinusa”, “Dioses”, “Retablo” y “Vientos del sur”. Pero fue con “Willaq Pirqa” que Hermelinda logró su mejor papel y asegura que no puede pedirle nada más a la vida.