Un viernes diferente. 30 de setiembre. A Edmundo Cruz Vílchez lo rodean colegas con quienes compartió la intensidad de las salas de redacción. Compañeros de la revista Sí, del diario La República, del portal Ojo Público. Colegas como José Arrieta, Paola Ugaz, Oscar Castilla, Mónica Vecco, Daniel Yovera. También reporteros más jóvenes y estudiantes que buscan saludarlo. Es el homenaje a su trayectoria, organizado por la Asociación Nacional de Periodistas (ANP). Este tributo es, en realidad, nos comenta él, con esa voz bastante pausada que lo caracteriza —firme y reflexiva a la vez—, un reconocimiento a la labor de varias generaciones de periodistas que se sacrificaron y señalaron un camino a seguir en nuestro país.
Edmundo, eres un periodista muy metido en su trabajo, muy serio, pocos saben que tienes un gran sentido del humor. ¿Eso y tu vena social vienen de tu raíz norteña?
Yo creo que sí, parte de los genes y parte del ambiente social en el que he crecido. De los genes, mi madre era una mujer muy dulce, muy tierna, pero al mismo tiempo de mucho carácter, una luchadora. Y mi abuelo materno era un comunero de la famosa comunidad de Catacaos, fue dirigente y tuvo que emigrar cuando hubo un choque. Huyó hacia Vichayal, una zona agraria del valle del Chira.
Él influyó mucho en ti.
Él y mi madre influyeron mucho, eran personalidades orientadas hacia lo social. Tenían mucha fuerza socializante. Mi madre era de Vichayal y mi abuelo fue autoridad, ocupó todos los cargos, alcalde, juez de paz, gobernador. Yo pasaba las vacaciones en el campo con él... Cuando era juez y recibía a las partes, me sentaba en el suelo, bajo la mesa, a escuchar. Era un líder. Lo recuerdo como el que hacía justicia allí, en la población.
Acaba de recibir un homenaje a su trayectoria que incluye varios sonados destapes investigativos.
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En tu historia hay mucho de periodismo y también de sindicalismo.
Nací en Negritos, el 37, en ese tiempo el centro de toda la zona petrolera de La Brea y Pariñas. Era zona petrolera de La Brea y Pariñas que primero alquiló y después adquirió la Petroleum.
¿Toda la vida allí giraba en torno al petróleo?
Eran poblaciones-empresas. Yo he vivido en la época en la que el Estado empezaba a instalarse en esos lugares... Yo me eduqué en una escuela financiada por la IPC y teníamos lo mejor en útiles escolares, profesores. La IPC no regateaba recursos. Recuerdo siempre comenzar con una canción, por ejemplo: ya volvemos a la escuela anhelantes del saber (canta)...
Una canción clásica.
Sí, y para que te des una idea, por ejemplo, cantábamos La Pampa y la Puna y al piano estaba Carlos Valderrama, el autor de la letra ¿Te imaginas una educación primaria donde hasta te llevan al autor de la canción?, solo faltaba que estuviera Yma Sumac (ríe)... Nosotros vivimos allí hasta los 13 años, cuando se nos envió a la capital.
¿Nosotros? ¿Tuviste una familia numerosa?
Éramos ocho hermanos, de padre y madre. Pero de parte de padre éramos 24.
Caramba, era muy productivo tu papá.
Muy productivo, sí... Demasiado.
Los conflictos sociales que surgieron ahí, el sindicalismo, te impactaron.
Porque fui testigo... Negritos y Talara fueron centros pioneros de la organización sindical, había una concentración muy fuerte de trabajadores, de muchas diversidades, de especialidades avanzadas, por la industria del petróleo. Ahí se generaron dos corrientes, una aprista y una socialista, y estoy hablando del socialismo de Luciano Castillo, un político e ideólogo peruano de esa época.
Y los conflictos contra la IPC fueron históricos.
Hay, desde el año 16, registros de huelgas sangrientas, pero una de las que más recuerdo es la del año 31. Digo la recuerdo no porque la viví sino porque años después, cuando hubo un congreso de trabajadores en Talara y fui como periodista, entrevisté a líderes que guardaban los recuerdos o habían escuchado hablar de las huelgas del año 16, de los años 20, del 31. ¿Qué me dijeron? Que el día de la represión más violenta, que mató a muchos trabajadores, hubo un barquito llamado Chiralite que todas las noches salía y entraba a altamar para fondear cadáveres.
¿Algún historiador ha refrendado eso?
En la Universidad de Piura hay tesis sobre esto. Yo publiqué esas historias en Unidad, donde era director. ¿Qué confirmé? Jorge Basadre en su Historia de la República, en el tomo 14, dedica más de media página a esa huelga petrolera y ahí menciona ese nombre del buque que me dieron los trabajadores, que entró y salió toda la madrugada, portando cadáveres para fondearlos. Agrega algo más, esa fue una de las formas como se ocultó los cadáveres y la otra fue quemándolos en un crematorio de la petrolera… Más adelante he asociado eso a los hornos del sótano del SIE, al horno de Los Cabitos...
Además de esa tragedia sindical, ¿qué otros sucesos impactaron tu etapa de formación?
Otros dos hechos. La guerra con Ecuador porque mi padrino era ecuatoriano, comerciante, y lo despedí de Negritos. A todos los ecuatorianos los sacaron del país, salieron con todas sus cosas en camiones rumbo a la frontera... Y luego la Segunda Guerra, que en el Perú no se sintió, pero ahí sí porque la refinería de Talara Sur era el único lugar de abastecimiento de la flota aérea aliada en todo el litoral del Pacífico. Todas las noches no se podía encender la luz, había que apagar todo.
Luego ya vienes a Lima.
El 50 me vengo a Lima. Termino mi primaria y postulo al Guadalupe. Ingresé. Allí estudié toda mi secundaria en el marco de la dictadura de Odría. En Guadalupe me encontré con el Perú, con gente de la sierra, de la Amazonía, con todas sus personalidades, sus modos de ser, de hablar.
¿Viviste la protesta por los pasajes?
Sí. En el 56 hasta julio estuvo Odría y a partir de allí Prado. Cuando se inicia el año escolar se produjo el alza de los pasajes, incluido el escolar. Era una época en la que se asistía al colegio mañana y tarde, o sea eran cuatro viajes al día. En Guadalupe formamos desde el tercer año de secundaria un primer grupo, cuyo nombre puede resultar una expresión de inocencia, se llamó Entusiastas Guadalupanos. Después le pusimos algo más retórico, Sociedad Idealista Guadalupana, era un núcleo con interés político. El alza de pasajes da lugar a un movimiento espontáneo, con un grado de violencia muy alto, apedreamientos, incendio de ómnibus en Lima y Callao. Incontrolable. En Guadalupe el núcleo de jóvenes comenzamos a reclutar a brigadieres de las 20 unidades escolares de Lima. Decidimos ir ante el ministro de Educación y exigirle restableciera el pasaje escolar al precio anterior.
¿Y qué lograron ante él?
“Que vengan, dijo, pero cada representante viene con el director de su colegio”. Fuimos al Melitón Carbajal. De Guadalupe éramos tres alumnos Me tocó a mí entregar el papel oficio, con su sello. El general Juan Mendoza lo recibió, muy amable. Fue a su escritorio, agarró la regla, la hizo sonar sobre la mesa... Y nos dijo: “¡Ustedes son unos tontos útiles del comunismo, que no reconocen la obra que nosotros hemos hecho!”; nos dijo: “¡Ahora, ustedes se largan!”.
¿Todos quedaron indignados?
Hubo un chico que le quiso acercar, pero lo agarramos. Y a los directores, les dijo: “Ustedes también se largan!.. Y nos fuimos entre medio furiosos y medio asustados. Ya estábamos diciendo, que arda Troya... Cuando ya estábamos cerca a la salida, el director del Bartolomé Herrera nos dice: “Vengan, muchachos, hemos hablado con el ministro y les pide disculpas”. Nos pidió un plazo de 24 horas para arreglar el problema... Eso en mi generación dejó una huella tremenda. Me cambió la decisión de postular a la UNI, decidí por San Marcos.
¿Allí hallaste el periodismo y la política?
Estudié Derecho. Y ya me vinculé a grupos políticos y en realidad fui un mal alumno. Me dediqué a la vida política partidaria en el área de periodismo.
Edmundo, has hecho periodismo partidario y periodismo sindical. ¿Eso te sirvió para ser meticuloso en la investigación?
Comencé distribuyendo periódicos, empaquetaba periódicos para provincias y tenía que saber de memoria la lista de remitentes porque la policía había allanado varias veces el local de Unidad. Y fui director de Unidad. Y así llegué a la experiencia de Velasco, que comienza con la expropiación de la IPC que yo conocía porque ahí había nacido y la Reforma Agraria... Me parece que la Reforma Agraria me ayudó mucho a esa meticulosidad porque me dediqué a seguir el tema agrario diariamente, revisaba El Peruano todos los días, seguía las acciones del estado, conocí cómo era antes la agricultura, las modalidades de servidumbre, las denominaciones, yanacona, arrendire... Y ya con la dirección de Unidad me obligó a estudiar por mi cuenta las técnicas del periodismo.
¿Todo te preparó para el periodismo de investigación?
Sí, yo ingresé al periodismo de investigación a los 51 años. Ser director de Unidad; con mucha vinculación a organizaciones sindicales, políticas; profesor en Bausate y Meza; además de la experiencia política, que me acostumbró a enfrentar condiciones difíciles. Con toda esa carga entro al periodismo masivo. Fue una ventaja...
Y, luego, todo empieza a la mitad de los 80.
En el segundo quinquenio de los 80 ingreso a trabajar al diario La Razón de Alfonso Barrantes, donde me llevó Ricardo Uceda y después hizo lo mismo y me llevó a Sí... . Desde agosto del 89 empiezo hacer un trabajo intenso en la revista. Al principio como que no encuadraba, incluso en un momento pensé dejarlo, pedí una semana de descanso, allí tomé aliento y seguí hasta ahora. En Sí trabajé hasta 1994. Ya el 93 la revista había destapado el caso La Cantuta y muchos otros... Ahí empezó mi experiencia siguiendo el ejemplo de colegas de Caretas, X, Oiga, Sí, que iniciaron un nuevo tipo de trabajo periodístico mucho más profesional, mucho más riguroso, que devino en periodismo de investigación.
Con colegas que dejaron huellas.
Colegas como Gustavo Gorriti y por supuesto hay que mencionar a los mártires de Uchuraccay, que cayeron haciendo un periodismo riguroso. Ahí en la revista evoluciono de redactor político hasta que soy asignado en forma casi exclusiva a cubrir fuentes militares, casi al mismo tiempo que José Arrieta fue designado responsable de las fuentes policiales.
¿Crees que una condición para hacer periodismo de investigación es la valentía? Un periodista de investigación sabe que está expuesto hasta a posibles atentados, como en los tiempos de la violencia.
Sí, sin duda que estábamos expuestos a ello. De repente en esos momentos se atenuaba porque uno entraba en una misión especial sin darse cuenta de todas las consecuencias, sin medir, sabiendo que ese era tu deber, tratar de informar. Ahí estaba la información que te podía ayudar a reconstruir con veracidad los hechos, entonces buscabas la mejor manera de ingresar, sin reparar y sin conocer todavía las cosas que después se conocerían... Sí, era un riesgo y hubo un momento, más adelante, en el que sabíamos que podíamos estar en la mira.
Encuentro algo curioso y te lo digo. Los que te conocemos te vemos como que muy tranquilo, muy calmado, pero se diría que ese tipo de periodismo exige tener mucho temperamento.
Ahí sí que tiene que ver la vocación y la conciencia. Cuando yo dejé mi trabajo para ir a la revista Sí... editaba varias revistas, tenía oficina, dos secretarias. Dejé esa situación porque veía que podía estar bien pero profesionalmente sentía que no me estaba realizando. No estaba dando todo lo que podía dar. Yo sabía que podía aportar más desde un periodismo masivo.
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Y en los momentos más delicados de tu trabajo. ¿Has tenido temor por la familia?
Por supuesto, claro que sí. En eso hay que reconocer, con mucho amor, el apoyo de la familia. Yo me acuerdo mucho cuando salí en la madrugada en la que teníamos que incursionar a Cieneguilla, mi compañera me sugirió “¿estás seguro que quieres ir?” y le dije, sí...
Con un temor lógico, por supuesto.
Y por supuesto, seguramente algunas veces hemos estado en el ojo de la tormenta, así como a través de nuestros trabajos nos hemos enterado de colegas que estuvieron a punto de ser ejecutados, hubo una circunstancia en que el ejecutor fue llamado en ese momento para otra misión… Eso de ahí le conté a un compañero que trabajó en La República, Francisco Reyes, quien estuvo a punto de morir.
Eso se aprende, y se aprende que a las fuentes hay que cuidarlas ¿no?
En este aspecto, ayuda la experiencia de vida y profesional... Logramos, Arrieta en el sector policial y yo en las FFAA, tender redes profundas a lo largo de un periodo relativamente corto, pero muy intenso. Tendimos esas redes del 90 al 92, que fueron los años en los que las guerras internas se trasladaron a Lima. Se produjo lo de La Cantuta, pero en el interior del país se habían producido otros Cantutas iguales o mayores, crímenes contra la humanidad, como el caso de Putis.
El año 1992 que señalas fue fatal.
Hubo una lista interminable de asesinatos... Por supuesto en ese marco sentíamos temor, pero se atenuaba porque estábamos haciendo lo que nos correspondía, o sea, tú eres ingeniero tienes que construir el edificio, si eres médico debes curar al enfermo, si eres periodista tienes que encontrar la información veraz que necesita saber la gente. Y ahí, si tú tienes vocación firme vas a seguir. Esa vocación es la que te da la fuerza. En mi caso era la experiencia, cuando era director de Unidad estuve acostumbrado a trabajar con un agente a la espalda, subía al ómnibus y detrás mío subía el policía.
En el presente, cuando ves las polarizaciones extremas y los fanatismos peligrosos, ¿crees que tu trabajo merecía otras consecuencias?
Claro, a veces uno piensa que ha arado en el mar... Pero creo que lo que vivimos hoy es resultado de la evolución política, cómo se han ubicado, cómo han actuado los sectores sociales, políticos, cómo han jugado sus intereses económicos, y por supuesto tienen que ver los errores, las deficiencias... ¿Cómo es posible que hoy, en unas elecciones en las que siempre los sectores sociales de la periferia de Lima votaban cerca a la izquierda, no lo hacen? ¿Por qué? Esas fuerzas políticas deben hacer su balance, su reflexión.
Digo también que es peligroso porque pueden asomar nuevos Odrías, nuevos Fujimoris.
Hay condiciones, hay factores, que propician escenarios de gestiones autoritarias. Somos una población que vota por gente autoritaria, corrupta. Lo vemos en el Callao. Y hay una polarización que se agrava por varios factores, entre ellas la concentración del poder económico, político, de comunicaciones...
Todo es Lima.
Todo está centrado en la capital... Hay grandes extensiones de territorio en los que la presencia del Estado es mínima, casi no hay. Yo he estado en las puertas del Parque Bahuaja-Sonene hace cinco años nomás y he visto hasta dónde llegan los puestos policiales y he visto quién manda de San Pedro de Putina Punco para adentro, o antes, desde Sandia: mandan las rondas y ahora hay una mayoría de rondas que actúan correctamente, pero hay otras que han sido infiltradas. Y así hay muchos otros lugares.
¿Un factor en todo esto que aludes es el periodismo?
Claro, con excepciones, se ha producido una distorsión de la función del periodismo. El periodismo sirve para que la gente pueda vivir en sociedad, y saber lo que pasa a corto, mediano y largo plazo. El periodismo ahora se ha convertido en un negocio, en instrumento de los grupos de poder...
¿Se ha convertido o ya lo era antes?
Es un proceso. En la década 60, en las luchas por el petróleo, ¿quiénes estaban a la cabeza de la lucha por la expropiación del petróleo? El diario El Comercio y el Partido Comunista y las fuerzas nacionalistas... Lo real es que, en esa polarización entre la gran Lima y las regiones del país, en esa fragmentación, esa concentración de poder se da en distintos niveles. Y las posiciones que han asumido los medios se da en un proceso en el que se ha acentuado la desigualdad económica, social, la discriminación racial, de género y político. Para superar son necesarias reformas inmediatas, comenzando por nuestro sector, las comunicaciones.
Muy claro lo que dices.
Un ejemplo, el medio más poderoso de comunicación es la radio y televisión. ¿Eso cómo funciona? A través del espectro electromagnético. ¿Quién lo controla? Si es un servicio social tiene que dársele ese carácter y los grupos sociales tienen que aceptar porque sin eso no hay posibilidades de convivencia, de paz, siempre vamos a tener una sociedad polarizada. Y cuanto más poder despótico haya mayor va a ser la desigualdad y mayor va a ser la confrontación... El periodismo lo que debe hacer es más periodismo, no depender de los grandes poderes. Más periodismo independiente. Más periodismo moderno. Más periodismo de investigación.
Hablando de periodismo, Edmundo, te has convertido en un verdadero referente. Te suelen rodear nuevas generaciones como Nelly Luna, Óscar Castilla, David Hidalgo, Wilber Huacasi, Oscar Libón, Daniel Yovera, María Elena Hidalgo...
Soy un referente, pero soy simplemente la representación de toda una generación, de todo un conjunto de colegas, que hicieron bien su trabajo, se sacrificaron.
Unes a las diferentes generaciones.
Soy la representación de toda una corriente de la vieja generación y un aliento para las nuevas generaciones. Quisiera tener la edad y el conocimiento de los nuevos jóvenes para seguir, pero eso ya no es posible. Lo que queda es alentar, promover. No es mi persona. Es mi deber como parte de un conjunto de periodistas que señalaron este camino.
Periodistas con experiencia y jóvenes.
A todos les digo, hay que mirar, hay que caminar seriamente hacia una reconciliación... Por ejemplo, algunos colegas miran a las FFAA y solamente las identifican con una concepción antisubversiva de tierra arrasada. No es así. Los principales hechos, La Cantuta y muchos otros logros, han sido posibles gracias al aporte de la gente de las Fuerzas Armadas, gente que se jugó su vida para dar una información. No porque estaban traicionando a su obligación sino porque se estaba incumpliendo el deber de respetar la vida de las personas. No se puede matar indiscriminadamente por la simple presunción, por más que estemos en estado de guerra. Digo, en las Fuerzas Armadas pude cultivar fuentes porque encontré personal, oficiales honestos, fieles a su misión, que consideraron justo ayudarnos a reconstruir la verdad. Y lo hicieron incluso jugándose su vida.
Debes haber visto partir a varios amigos...
La lista es larga de mis compañeros... Me acuerdo por ejemplo de Jorge Mendívil, mi alumno en el Bausate y Meza, tuve oportunidad de despedirlo antes de que viajara a Ayacucho allí en el local de Observador. Era un alumno excelente, un joven sencillo, tan eficiente, tan responsable... Tú sabes cómo afecta eso...
Edmundo, ¿reflexionas sobre el tiempo? ¿sientes que quisieras hacer más y eso ya no será posible?
Sí. Por eso es que hay que llevar una vida productiva. Tener una conciencia clara de lo que es la vida, Carlos. O sea, al vivir en sociedad ocupamos un lugar, asumimos en función a ese lugar una responsabilidad. Y entonces debemos respetar a los otros y ser consecuentes con esa responsabilidad.