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Domingo

¿Todo vale para hacer reír?

Una broma de mal gusto y una bofetada en los Oscar disparó el debate: ¿en el humor todo está permitido? Se lo preguntamos a los humoristas Hugo Salazar, Fabiola Arteaga y Raúl Castagneto. Spoiler: no, no todo vale.

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El actor Will Smith abofetea al cómico Chris Rock en la ceremonia de los Oscar. Foto: captura

Hace unos años, el humorista Hugo Salazar estaba dando un show en una ciudad del sur del país –no recuerda si era Ica o Arequipa– cuando, de pronto, a una persona del público le sobrevino un colapso. Por un breve instante, Salazar, que estaba embalado, tuvo la tentación de hacer una broma al respecto (algo así como “¿qué pasó?, ¿tan mal lo estoy haciendo?”), pero eliminó la idea de inmediato. Hubiera sido de pésimo gusto. Hubiera sido miserable.

Para su buena fortuna, artistas como él nunca necesitaron hacer chistes ofensivos sobre los demás para hacer reír. Esa no ha sido su escuela. Por eso, le sentó tan mal ver, el domingo pasado, al comediante Chris Rock burlarse del aspecto de la actriz Jada Pinkett Smith, a pesar de que su cabeza rapada se debía a la alopecia severa que padece. Y le sentó peor cuando el marido, Will Smith, se levantó de su asiento para asestarle a Rock una bofetada.

–Fue terrible –dice Salazar–, no puedes burlarte de algo que es doloroso para una persona. La mayoría de las personas que vieron la escena reaccionaron como él: fue por completo bochornosa. Y mientras las críticas se ensañaban con el actor de “Soy leyenda” por su violenta respuesta, algunos, como el director Jud Apatow, minimizaron lo humillante del chiste de Rock. Incluso, la comediante Kathy Griffin dijo que ahora los humoristas tendrán que preocuparse de que la gente a la que no les gusten sus bromas suba al escenario a golpearlos.

¿Se excedió Chris Rock o es que estamos exagerando todos? El episodio trajo al recuerdo algunas bromas de mal gusto hechas por los comediantes locales Ricardo Mendoza y Norka Gaspar en el pasado, entre ellas la que involucraba a una niña siendo agredida sexualmente en un bus y por la que el Ministerio Público les ha abierto una investigación por contravenir los derechos de los niños, niñas y adolescentes. ¿Hay límites para el humor, líneas que de ninguna manera se deben cruzar? ¿O estamos siendo demasiado “políticamente correctos”?

Los tiempos cambiaron

–Hay cosas que ya no se pueden hacer –dice Hugo Salazar–. Ya estamos evitando reírnos de las discapacidades, estamos evitando reírnos del aspecto físico, estamos evitando reírnos de la orientación sexual y la identidad de género. Obviamente, eso también hace que ahora sea más difícil hacer humor, pero, bueno, tenemos que enfrentarnos a eso.

–Hay temas que no son negociables, como los abusos sexuales, por ejemplo –dice, por su parte, la artista de stand up comedy Fabiola Arteaga–. No puedes hacer declaraciones tan fuertes a costa de cuánta gente que se va a sentir ofendida. No importa que digan que “ahora no se puede hacer chiste de nada”, sí, pues, tienes que cuidarte mucho más, porque la gente ahora no está dispuesta a pasarte una ofensa así.

El artista de Impro y comunicador Raúl Castagneto dice que en el medio artístico ha escuchado a más de un humorista quejarse de que “ya no se puede hacer humor” por culpa de esta “generación de cristal”. Él es de los que sostienen que claro que se puede hacer humor. Pero que ahora hay que detenerse un momento. Informarse. Y pensar en las consecuencias.

–La chamba ya cambió. A esto que me parece gracioso le tengo que dar dos, tres vueltas, y de repente decidir que no es bueno hacerlo por la repercusión que puede tener. Tengo que pensar ¿a quién estoy golpeando con esto? ¿A quién le puedo hacer daño? ¿Realmente necesito hacer ese chiste exacto para poder conseguir una risa o puedo ir por otro camino?

Artista de impro y comunicador Raúl Castagneto. Foto: La República

A propósito de la burda broma de Rock sobre Jada Pinkett Smith, Castagneto recuerda la performance de Ricky Gervais en los Globos de Oro del 2020, cuando prácticamente destruyó a algunas de las estrellas más grandes de Hollywood que se hallaban presentes esa noche.

Gervais dijo que ese año se habían estrenado filmes sobre pervertidos y mencionó la cinta Los dos papas. Dijo que las estrellas habían actuado “como si no vieran nada” ante las acusaciones de abuso sobre Harvey Weinstein y que eran tan venales que si el Estado Islámico abriera una plataforma de streaming ellas llamarían de inmediato a sus agentes.

–Ahí está la diferencia –dice Castagneto–. Porque no te estás burlando de la víctima, sino que te estás burlando de los sacerdotes, de la institución que ejerció violencia contra ellos. Y no te estás burlando de las mujeres que fueron atacadas por Weinstein, sino del círculo que fue tan hipócrita que llegó a encubrirlo. Entonces, ¿se pueden tocar todos los temas en el humor? Sí. Pero ¿cómo lo estoy usando? ¿Estoy atacando a la víctima? ¿O estoy atacando al que la atacó y, de paso, generando una reflexión?

–Quienes estamos frente a un micrófono o frente a una cámara tenemos un poder –reflexiona Hugo Salazar. –Entonces, tenemos que hacer un uso responsable de ese poder. Yo aplico la ética del comunicador, que es que no puedo utilizar mi poder –por pequeño o grande que sea– para hacer daño. Si hay que fijar límites, la humillación y el abuso son los límites.

Humorista Hugo Salazar, pionero del stand up comedy en el Perú. Foto: Marco Cotrina/La República

Fabiola Arteaga dirige un taller de stand up comedy. Y siempre le dice a sus alumnos que se alejen del chiste fácil, la burla hacia el otro, la lisura. Les recuerda que un humorista tiene que reírse con el público, no del público. Hacer mofa de los demás es una línea sagrada.

–Muchísima gente ha abierto los ojos y considera que cruzar esas líneas ya no es gracioso y que es ofensivo. Ahora los comediantes tienen más respeto por el público y el público es más consciente del discurso del comediante –dice.

¿Es posible un humor negro, ácido, que sea a la vez respetuoso? Castagneto y Arteaga dicen que por supuesto que sí. Ella pone como un ejemplo al azar el trabajo del mexicano Hugo “El cojo feliz”, que se burla de las secuelas que le dejó el cáncer en una pierna. Él recomienda los shows del peruano Job Mantilla, quien desata carcajadas contando sus penurias. No hay humillación del otro y sí muchas bromas sobre sí mismo. Los límites están claros.

El chavo envejeció

“Hace 40 años, el ejemplo del humor sano y familiar era el Chavo del Ocho”, dice Hugo Salazar. “Hoy, en el improbable caso de que quisieran hacer un remake, muchas cosas no podrían hacerse. Como pegar a un niño, como hacían con Quico y el Chavo. O burlarse del sobrepeso del Señor Barriga. O de una mujer adulta mayor como la Bruja del 71. Nada de eso se podría hacer, y está bien que así sea”.