Durante mucho tiempo, el del montañismo fue un mundo de hombres, sobre todo en países en desarrollo, como el Perú. Las mujeres eran vistas como seres débiles o sin la suficiente habilidad para sortear los desafíos que impone ascender a las más altas cumbres.
La montañista ancashina Margarita ‘Malu’ Espinoza recuerda cuando, en sus inicios, un grupo de amigos no quiso llevarla a una cordada histórica: su primer ascenso al Ranrapalca. Pensaron que no iba a poder, que los iba a retrasar. Le dieron largas durante meses, hasta que una parte del grupo aceptó. Los que no la aceptaron se fueron por su cuenta. Y mientras ella sí logró pisar la cima del coloso de 6.162 metros de altura, los otros, los que no creyeron en ella, no lo lograron.
La cusqueña Lixayda Vásquez cuenta que, en ocasiones, sus amigos tampoco la querían incluir en sus expediciones porque, si iba, “todos iban a pensar que la montaña había sido muy fácil” o que “la podía hacer cualquiera”.
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En países como el Perú, el del montañismo es un mundo donde los hombres son mayoría. De los 84 estudiantes que tiene el Centro de Estudios de Alta Montaña, solo 14 son mujeres. En los clubes, la mayoría son varones. Por lo general, ellos son los líderes de las expediciones y ellas, a lo mucho, suelen aspirar a ser segundas. Así han sido las cosas por mucho tiempo. Pero eso está cambiando.
Histórica. La peruana Flor Cuenca ha coronado nueve ochomiles. Fuente: difusión. Foto: difusión.
Una de las personas nacidas en Perú que más ochomiles (nevados de más de 8.000 metros de altura) han coronado es una mujer, Flor Cuenca. Ella es la única peruana que ha ascendido a las nieves del K2, del Gasherbrum I y del Kanchenjunga. Y cada vez más mujeres se integran a expediciones, nacionales y extranjeras.
El proyecto Hijas de la Montaña es un paso más allá en ese camino para incorporar a las mujeres al mundo del montañismo.
“Queremos promover la participación de las mujeres en los deportes de alta montaña”, dice, precisamente, Flor Cuenca, impulsora y líder del proyecto, en conversación telefónica desde Alemania, donde reside. “Romper los estereotipos que hay en el montañismo y demostrar que un grupo de mujeres unidas podemos llegar a la cima de un ochomil”.
“Queremos inspirar y demostrar que las mujeres estamos en capacidad de desarrollarnos en todos los campos, sean profesionales o deportivos”, dice Lixayda Vásquez, por su parte. “E inscribir la historia del montañismo femenino peruano en las grandes ligas”.
Flor Cuenca es la montañista más importante del Perú. Lleva nueve ochomiles en su haber y, al ritmo que va, podría ser la primera nacional que complete el ascenso a los 14 ochomiles. Una carrera increíble para la niña que creció en el pueblo de Chuspín, en el Callejón de Conchucos, y que a los 14 años cruzó la cordillera Blanca acompañando a su padre en un viaje tan extremo —las piernas le sangraban— que juró que nunca más volvería a la montaña, promesa que rompería largamente.
‘Malú’ Espinoza ha coronado los nevados más importantes de la cordillera Blanca. Luego de ganarse el respeto de sus compañeros en el Ranrapalca, participó en cordadas en el Alpamayo y el Huascarán, muy duras y técnicas, lo que le valió ser invitada a expediciones organizadas por viajeros de otros países. Hace unos años integró una expedición internacional femenina que ascendió a un nevado virgen en los Himalayas, el Linku Chuli II, a 6.719 m s. n. m.
Guía. Yudith Mamani, montañista ancashina, se está formando como guía de montaña. Foto: difusión.
Lixayda Vásquez ha caminado algunas de las montañas más importantes del Perú y Sudamérica. Uno de sus ascensos más memorables fue al Ausangate, el apu tutelar del Cusco, al que veían con tanto respeto sus abuelos, naturales de Ocongate. Otro fue al Sinakara, el nevado al pie del cual se celebra cada año la Fiesta del Señor de Qoyllur Riti. En 2014, participó en una travesía internacional femenina por las nueve cimas del Cordón del Cachi, en Argentina.
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Yudith Mamani es estudiante del Centro de Estudios de Guías de Montaña y ha ascendido a gigantes como el Huascarán, el Chopicalqui y el Coropuna. Y Roberta Guzmán es una experimentada montañista que ha pisado la cima de nevados de Huaraz, Puno, Cusco y Arequipa.
Excepto por Flor, para todas las demás, este será su primer ochomil. La montaña elegida es el Manaslu, la octava más alta del mundo, a 8.163 m s. n. m., situada en la zona centrooccidental de Nepal. Será una travesía de 45 días, entre setiembre y octubre de este año.
Coloso. El nevado Manaslu es la octava montaña más alta del mundo. Foto: difusión.
Según explica Flor Cuenca, una de las singularidades de la expedición es que las Hijas de la Montaña ascenderán sin el uso de porteadores personales ni de oxígeno suplementario. Es una costumbre que ella ha practicado en el ascenso a sus ochomiles y que el resto de expedicionarias se ha animado a imitar.
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La otra particularidad es el espíritu medioambiental que rodea el proyecto. Pocas personas son tan conscientes de la necesidad de proteger la naturaleza y, en particular, los nevados como los montañistas. Durante el camino y en sus paradas en los campos base, las andinistas peruanas planean recoger los desperdicios que dejan los turistas: calculan que bajarán al menos 100 kilos de basura. “Vamos a tratar de concientizar a los turistas para que no dejen su basura en la montaña”, dice Flor.
En otros países se han constituido expediciones femeninas que tratan de reforzar el mensaje de que las mujeres son perfectamente capaces de conquistar las alturas. Pero lo que pretende el proyecto Hijas de la Montaña es algo verdaderamente histórico, sobre todo porque, aunque las cosas están cambiando, subsiste la mirada desdeñosa sobre las montañistas.
“A veces, cuando haces una montaña difícil, algunos tratan de minimizarla. Te dicen ‘¿en cuántas horas la hiciste? Ah, yo esa la hago en menos tiempo’; o ‘¿por qué te demoraste tanto?’”, dice ‘Malú’ Espinoza.
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“Siempre va a haber personas que nos van a hacer comentarios negativos, en todos los campos”, dice Flor Cuenca. “Nos van a decir que no vamos a poder, que eso no es para nosotras. A veces, las mujeres escuchamos esos comentarios y ya no nos atrevemos y pasa en el montañismo y en otros ámbitos. No debemos dejarnos influir por esas opiniones. Debemos atrevernos más. Esforzarnos mucho más”.