El personaje de Catalina Huanca fue incorporado en el libro "Tradiciones peruanas" de Ricardo Palma. Si bien muchas historias han sido vinculadas a la cacique, estas han terminado en leyenda. Tal vez su nombre es uno de los más sobresalientes en El Agustino, ya que se cree que en el siglo XVII la ahijada de Francisco Pizarro diseñó un 'escondite' para guardar su tesoro en dicho distrito limeño.
Pese a los incesantes trabajos por parte del Estado para hallar el tesoro de Catalina Huanca, nadie ha encontrado lo que se menciona en la leyenda. En 1931, el entonces presidente del Perú, Luis Sánchez Cerro, y sus sucesores continuaron con las excavaciones dejando túneles bajo el cerro, los cuales han causado daños en las casas de los habitantes de El Agustino.
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Catalina Huanca, que utilizaba parte de su tesoro para ayudar a los indios de su curacazgo, era descendiente del curaca Apo Alaya, quien hizo un acuerdo con Pachacútec para mantener el título y derecho de sucesión. Años después, con el propósito de pagarle por la ayuda de los huancas al enfrentar a los quiteños de Atahualpa y en la sublevación de Manco Inca, Francisco Pizarro respeta el convenio y se convierte en padrino de la cacique y heredera del título huanca.
Los huancas, pertenecientes al valle de Huancayo, estaban asentados en el pueblo de San Jerónimo, donde Catalina Huanca tenía una casa, la cual solo era habitada durante cuatro meses al año. De acuerdo a la leyenda, cuando la cacique regresaba a Lima lo hacía en una anda de plata escoltada por 300 hombres. En el trayecto, las personas de los pueblos contiguos la esperaban con grandes festejos e incluso los españoles le ofrecían respetuosos homenajes.
Catalina Huanca viajaba a Lima en una anda de plata cargada por 300 incas. Foto: portal Huaraz
Pese a que nunca se supo de dónde sacaba tanto dinero, Catalina Huanca llevaba en cada viaje 50 mulas cargadas de oro y plata. En su recorrido a Lima, los indios que cargaban la litera acampaban en los cerros de El Agustino, donde —se dice— cavaba cuevas para guardar su tesoro, que siglos después fue buscado, pero nunca fue hallado y tampoco se supo que hizo con su fortuna.