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Cultural

Mario Vargas Llosa regresa a La Catedral

Premio Nobel de Literatura se da el tiempo para ir a los lugares que alimentaron sus grandes novelas. ¿Qué hay detrás de su visita al bar que inspiró "Conversación en La Catedral"?

larepublica.pe
Bar La Catedral. Imagen: Álvaro Vargas Llosa.

El último jueves 28 de noviembre, Álvaro Vargas Llosa, en su cuenta de X, publicó un post que remeció a buena parte de la comunidad virtual. “55 después, retorno al (ex) bar “La Catedral”, en busca de los fantasmas de Zavalita y el zambo Ambrosio”, indicó.

En las imágenes, una foto actual de Mario Vargas Llosa y al lado, en el mítico bar La Catedral, en 1969, ubicado en el centro de Lima, a pocas cuadras del puente de El Ejército.

Es una visita reciente a uno de sus espacios más significativos. De aquel, Mario Vargas Llosa nutre la que quizá es su mejor novela: Conversación en La Catedral, publicada por Seix Barral en 1969, cuando tenía 33 años, estaba casado con Patricia Llosa y con hijos pequeños (Álvaro y Gonzalo).

Conversación en La Catedral, hasta ese momento, era su tercera novela. La ciudad y los perros se publicó en 1963, con la que ganó el premio Biblioteca Breve de 1962; y La casa verde en 1966, con la que obtuvo el premio Rómulo Gallegos de 1967, año en que igualmente publicó el relato Los cachorros. Además, en 1959 había debutado con el cuentario Los jefes.

Cuando Mario Vargas Llosa publicó Conversación en La Catedral, ya era un escritor consagrado y su proyección no tenía techo. A su edad, había conseguido lo que contados autores en toda una vida consagrada a la literatura. Había llegado a un punto en donde cumplió con la literatura. Sus novelas no solo eran éxitos de ventas, estaban también valoradas por la crítica. En este último aspecto, cuando se habla sobre la crítica a la obra de Vargas Llosa, se suele pensar que fue un sendero feliz. No. Una visita a las hemerotecas, nos da una idea de la recepción de su obra en medios, algunas críticas son lapidarias y otras, la mayoría, celebratorias.

Su regreso al escenario de Conversación en La Catedral ha suscitado varias lecturas relacionadas a su estado de salud y sobre lo que se podría hacer si se rescata este lugar para el turismo cultural. Estas son lícitas especulaciones. Lo cierto es que, para haber forjado una vida literaria en constante producción, en algún momento de su vida, Vargas Llosa tuvo que tomar una radical decisión. El bar La Catedral no solo es historia literaria y actualidad precaria. Es también el símbolo de lo que Vargas Llosa ha huido siempre: la bohemia y la vida desordenada.

A los 15 años, Vargas Llosa entró al diario La Crónica. Era el verano de 1952 y en marzo iba a cumplir 16. Siendo chbolo, se puso a hacer el periodismo duro, conoció la adrenalina de los cierres de edición, se topó con innumerables personajes y tuvo a periodistas experimentados que se convirtieron en sus maestros, más que del periodismo, de la vida. En ese verano, Vargas Llosa aprendió a ver la vida y en ese proceso la magia de la noche limeña del centro ofrecía más de un punto de encuentro en donde se mataban las penas y se renovaban las ideas con música, tabaco y alcohol. Lo que cualquier patita puede vivir en una década de intensidad nocturna, Vargas Llosa lo hizo en tres meses y buena parte de ese tránsito en bares como La Catedral.

El bar La Catedral y San Marcos marcaron la visión del Perú de quien llegó a ser Premio Nobel de Literatura (2010) e “inmortal” en la Academia Francesa (2023). Habría, sin duda, que empezar a subrayar más el segundo galardón, toda una proeza. El único latinoamericano que la integra desde su fundación en 1635.

Para lograr estos objetivos, no hubo otro secreto que llevar una vida ordenada consagrada al trabajo. Vargas Llosa es más trabajo que talento. Supo desde muy joven que la obra que anhelaba escribir no podía hacerla acompañado por la bohemia. Por eso cuidaba su salud y su estado físico. Los libros que escribiría requerían que esté en buena forma. Escribir novelas desgasta físicamente. No hay misterio. Ese es el secreto de su éxito. Vargas Llosa es grande porque siempre fue full chamba, un trabajólico. Su éxito no nace de la ociosidad.

Cuando se despidió de la novela en el 2023 con Le dedico mi silencio, lo hizo en estado de gracia. Por eso, verlo visitar los lugares que convirtió en literatura, con curiosidad y asombro, es también un ejemplo de vida.