En la Alianza Francesa, Amaranta Kun, Macla Yamada y Katerina D’Onofrio interpretan los personajes —hombres y mujeres— de la familia de Jeanne, la protagonista. Ellas mismas son Jeanne a lo largo de cinco décadas. Una vida, de Guy de Maupassant, ha sido adaptada y dirigida por Laurent Gutmann. “Me quedé enamoradísima del libro”, nos dice Katerina. El texto nos traslada a la clase alta de 1883, donde una mujer no puede elegir su destino.
¿Cuánto del siglo 19 se repite? Es interesante ver la reacción de los hombres.
El arte tiene esa potencia. En mi familia me han dicho: ‘Me he visto en varios momentos. ¡Cómo puede seguir sucediendo!’. Se repiten muchas cosas, es sorprendente y algunas duelen, ¿no? Para mí el romanticismo exaltado es lo que ha hecho que esto suceda. Podría verlo como esta manera de creer que una pareja —literalmente— va a salvar tu vida. Jeanne le da mucho poder a eso, sale de un convento, está enclaustrada ahí y es el mismo padre —fue una decisión masculina— quien quiere llevarla al campo para que tenga una vida tranquila y casta. A ella le afecta todo, pero no tiene efecto en otros.
Una vida | Alianza Francesa de Lima
Y ella tiene más dinero, pero el poder lo tiene él.
No podía divorciarse y hay una violación que en ese momento era normal. Conversando con mis amigas actrices, hablamos de que esto era casi una ley hasta los 90; si estabas casada, él podía hacer lo que se le daba la gana. Hay cosas que han cambiado, otras no.
¿Cómo fue la elección de personajes? Entre tus textos, interpretas al sacerdote.
Disfruto ese momento (sonríe). Él la trata de histérica, no entendía que vivía un dramón. Gutmann supo ver en qué momento de la historia la actriz disfruta. A mí me toca un texto más para poder respirar y que no sea todo dolor. Ha sabido elegir qué escena y ha puesto una valla muy alta, te da mucha confianza. El lugar actoral, como tocas sensibilidades, tiene que ser así. El nivel de compromiso es brutal.
¿El arte siempre debe incomodar?
El arte sincero sí debe incomodar. Nosotras estamos creyéndonos todo en todo momento.
Protagonizaste La última tarde (de Joel Calero). ¿Qué te parece ese cine?
No puedo hablar mucho de La piel más temida porque he estado encerrada (por la obra). Lo que yo creo es que hay mucho miedo y alguno va a aprovechar para molestar al artista. Cuando hicimos La última tarde, también lo dijeron (que ‘romantizaba’ la violencia). Laura, mi personaje, creyó que podía haber la posibilidad del cambio social, pero no puede hacerlo. Las conversaciones que teníamos antes de las escenas era sobre qué pasa con ella. Estaba más siguiendo a Ramón (Lucho Cáceres), pero lo que no pudo hacer era enfrentarse con violencia.
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¿Estarás en su tercera película (de la llamada "trilogía-política")?
-Sí, en Árbol de familia tengo unas escenas. Me gusta trabajar con él, te escucha un montón. El director tiene que tener una comunión con sus actores, no es solo que te mande a hacer cosas. No soporto cuando me dirigen como si no tuviera capacidad de pensamiento. Tiene que haber un diálogo, eso es lo enriquece, es lo que hace a la historia atractiva, creíble.
Estuviste en el cortometraje Chica, con temática LGBTIQ+. ¿Sería muy difícil que ingrese aquí a los cines?
Yo nunca me había enfrentado a un testimonio tan carnal y frontal. No sé si la van a poner en estos blockbusters con un pantallón; muchos temas así de crudos los han quitado a la semana.