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Cultural

El mundo precario de Franz Kafka

Crítica. Una lectura de Un mundo precario. Ensayo sobre la obra y la escritura de Franz Kafka, libro de Jorge Valenzuela, ganador del premio Copé y que fue presentado en la FIL de Lima.

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Franz Kafka, escrito checo. Foto: difusión

Por: Carmen Ollé

¿Cómo genera Kafka su mundo literario, ¿en qué creía?, ¿qué lo disgustaba?, ¿se sentía desgraciado?, ¿escribía como terapia o como expiación? Son preguntas que se plantea el lector y escritor Jorge Valenzuela sobre una narrativa hecha sobre la base de interrogantes.

Es verdad, las preguntas en la narrativa de Kafka nos “instalan en un universo inestable en el que sus protagonistas comparten con sus lectores el mismo desconcierto”, escribe Valenzuela en el fragmento 146 de Un mundo precario. Ensayo sobre la obra y la escritura de Franz Kafka. Su trabajo es una exploración, desde el punto de vista de un escritor y lector, en los diarios, las cartas y la obra del autor checo. Es a través de 400 fragmentos reflexivos que abarca estos tres universos, no solo para invitar al lector contemporáneo a una nueva lectura, sino para tratar de conocer los impulsos secretos de un escritor esquivo, extraño, pero fascinante. Para mencionar solo algunos, hablaríamos del dolor, la culpa, la insignificancia o la incertidumbre.

El interés que muestra Valenzuela por el detalle en Kafka es de suma importancia en este trabajo literario y filosófico a la vez, no el detalle manierista al estilo del escritor ruso Vladimir Nabokov, sino aquel que distorsiona, por ejemplo, el espacio. Dice Valenzuela, mencionando a Marc Augé: “El espacio aleja y acerca en Kafka”, “produce el efecto de una longitud interminable”. Sucede igual en el relato “Un mensaje imperial”, donde un patio no es solo un patio, sino que las escaleras y puertas del palacio se multiplican durante miles de años. Estas situaciones extrañas, así como el azar, la incertidumbre y la infelicidad son constantes. De ahí que Valenzuela anote con precisión que subalternidad y atemporalidad se unen en su poética. Lo verosímil en lo imposible.

Un mundo precario, por Jorge Valenzuela. Foto: composiciónLR

Otro punto interesante que advierte Valenzuela es la ausencia de causas en los relatos de Kafka, solo hay consecuencias. Sostiene que en Kafka vemos “el mal ya consumado”. Y no es difícil preguntarse hasta qué punto la ausencia de estas causas podría definir la aparente apoliticidad en Kafka.

Lo doméstico, lo cotidiano, la soltería son otros asuntos sobre los que reflexiona el lector Valenzuela; despierta gran interés en él la historia personal del joven Franz. Kafka es feliz e infeliz al mismo tiempo en el amor, aunque se muestra siempre reacio al matrimonio; cancela compromisos sentimentales para reiniciarlos de nuevo y volver a ponerles fin. Solo cuando está al borde de la muerte pide la mano de una judía polaca, pero el padre de esta se la niega. Es decir, se repite en su vida la misma situación insólita que en sus cuentos, como bien apunta Valenzuela.

Lo fantástico es muy particular en la obra del autor checo por esa inclusión de lo cotidiano en donde irrumpe una situación inverosímil. Me ha dado la impresión de que Valenzuela se cuida muy bien de abordar la obra kafkiana asociada solo a la literatura del absurdo –caracterizada por su humor iconoclasta– o al arte expresionista que deforma la realidad; ya que lo fantástico, según él, en la obra kafkiana, es la perturbación, el malestar, la enfermedad en sus personajes; por ello, lo sobrenatural se manifiesta en lo cotidiano y doméstico. Acaso, se pregunta Valenzuela, si este padecimiento de sus personajes y actantes: objetos, animales híbridos, etc. puede vincularse con la relación conflictiva que Kafka tenía con su cuerpo, “un obstáculo para ser feliz”, afirma. En Kafka la belleza está en lucha contra la muerte, y ella misma es precaria y está en constante deterioro.

Jorge Valenzuela menciona en su extensa bibliografía consultada solo a dos autores peruanos: Miguel Gutiérrez y Ricardo González Vigil; a ellos se suma, ahora, su excelente ensayo.

Un mundo precario nos abre infinitas ventanas y puertas para seguir asediando –si cabe el término– al autor de la sonrisa melancólica y espectral, una sonrisa vaga, heredada –dicen– de una vieja tía.