Fue elegido consejero regional de Lambayeque y preside la Comisión de Turismo, Cultura e Identidad. Mañana será galardonado en Los Ángeles, California, con el grado de “Tlamatini”, que en idioma náhuatl significa “el que sabe” en reconocimiento a sus aportes a los conocimientos de la cultura en todo el continente.
—Vas a recibir un nuevo reconocimiento internacional, pero en el Perú te jubilaron sin pena ni gloria. ¿Has sentido aquello de que nadie es profeta en su tierra?
—Hasta cierto punto, pero también debo reconocer que en el Perú he recibido importantes condecoraciones como la Orden del Sol, Medalla del Congreso, Amauta, Premio Esteban Campodónico y Personalidad Meritoria de la Cultura. Lo de la jubilación es la realidad que vivimos quienes hemos laborado para el Estado. A mucha honra tengo la modesta pensión que recibimos miles de peruanos que hemos dedicado décadas de trabajo al servicio de nuestro país. El mejor reconocimiento es el aprecio de la gente.
—¿Por qué es importante este nuevo galardón?
—Primero porque constituye un reconocimiento a la importancia de nuestra herencia cultural y la arqueología peruana. La Universidad Estatal de Los Ángeles-California y la Sociedad de Historia del Arte de dicha casa de estudios evaluaron la dedicación, compromiso, trabajo y contribución al conocimiento de culturas americanas, hecho que me honra como un peruano que recibe una premiación que lleva el profundo espíritu de las culturas mesoamericanas. Este galardón ha sido concedido a reconocidas personalidades de México, como el arqueólogo Matos Moctezuma y el filósofo León Portilla.
—En 1987 descubres las tumbas reales del Señor de Sipán y se gesta el circuito Moche. Sin embargo, seguimos siendo dependientes de Machu Picchu ¿En qué fallamos?
—Efectivamente, La Libertad, Lambayeque, Cajamarca, Amazonas y Piura poseen un extraordinario potencial donde se puede combinar cultura, naturaleza y recreo. Sin embargo, este gran destino no cuenta con una infraestructura adecuada al turismo internacional. Nos hace falta una apropiada presentación de las ciudades, vías de acceso, servicios básicos y sobre todo un trabajo coordinado entre los Ministerios de Cultura, Turismo, Gobiernos Regionales, Municipios... Sería oportuna la creación de un gran proyecto tipo Copesco que hace varias décadas lanzó al sur como proyecto emblemático del Perú. En esta perspectiva resulta conveniente mantener proyectos de investigación y puesta en valor. Se sigue promoviendo Machupicchu a pesar de los problemas de sobrecarga y conservación. La alternativa es el norte.
—Museo, universidad, farmacias, calles… solo falta la iglesia del Señor de Sipán. El descubrimiento generó una nueva identidad cultural en el norte. ¿Crees que este proceso se ha estancado?
—Soy siempre positivo. Pese a los problemas y carencias, este proceso de identidad ha continuado. Definitivamente hay un cambio en la región de Lambayeque que alguna vez un estudioso lo denominó el “fenómeno Sipán”. No solamente hay nombres para todo tipo de institución y empresas. La gente se siente orgullosa de descender de un personaje que encarna su pasado, representado en el esplendor, desarrollo y el espíritu regional mochica. Ya que mencionaste que solo falta la iglesia del Señor de Sipán, existen maravillosas anécdotas de la identificación popular del personaje como una imagen religiosa venerable.
—Tu experiencia de vida demuestra que los arqueólogos también deben gestionar, lidiar con la burocracia, defender el patrimonio cultural...
En la realidad peruana los arqueólogos no solamente debemos investigar y publicar. Asumimos la obligación legal y principalmente moral de responsabilizarnos por los monumentos, la gestión para la conservación y posible puesta en valor es una tarea adicional a nuestra formación. La protección y defensa de nuestro patrimonio es un compromiso aparte frente a las limitaciones del Ministerio de Cultura.
—¿Qué hacer con el Ministerio de Cultura? ¿Debe seguir existiendo?
—Es una pregunta complicada. El anhelo para la creación del Ministerio de Cultura que abrigamos por muchos años terminó en un remozado Instituto Nacional de Cultura, pero con las mismas limitaciones y problemas. Sin embargo, hemos ganado la jerarquía y representatividad que merece nuestra cultura. Los cortos y sucesivos cambios ministeriales que afectan una gestión continuada y coherente son también el reflejo de la realidad nacional, donde ha primado la actividad política sobre la cultura en todos sus ámbitos y responsabilidades.
—¿Mincul debería unificarse con el sector Turismo?
—Podría ser una alternativa como última opción para superar las limitaciones presupuestales y desarrollar una adecuada política en la conservación y puesta en valor del patrimonio, así como el desarrollo de destinos turísticos sostenibles e industrias culturales. En este contexto será importante la participación privada bajo la modalidad de obras por impuestos. Por otro lado, la creación de un instituto de investigaciones arqueológicas e históricas alimentaría el conocimiento y expectativa internacional tanto para fortalecer nuestra identidad.
—¿Te arrepientes de algo?
No. Personal e institucionalmente hice todo el esfuerzo posible desde que comencé en los años 70 como el único arqueólogo en esta parte del país, trabajando en todos los frentes y generando una escuela que hoy va por más de una generación. Hoy en día los jóvenes gozan de logística y recursos, impensables hace 45 años. Con la jubilación debo seguir trabajando. Mi anhelo es seguir investigando y publicando. Guardo la esperanza de conseguir apoyo estatal o privado. Entre mis anhelos están promover la creación de un museo regional para Cajamarca y otro para el valle de Jequetepeque, soy como un soldado listo para luchar donde me convoquen.