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Cultural

Daniel Sacro: “Trato de hallar belleza en un mundo hostil”

Publicista, escritor y músico argentino que vive en el Perú desde hace 9 años. Ha editado un CD y el libro Cuarenta cuentos de cuarentena, en coautoría con Rómulo Franco.

El autor cuenta que se interesó mucho en leer autores del Perú para entender cómo piensa el cerebro peruano. Foto: Gerardo Marín / La República
El autor cuenta que se interesó mucho en leer autores del Perú para entender cómo piensa el cerebro peruano. Foto: Gerardo Marín / La República

Daniel Sacroisky es argentino (Buenos Aires, 1981). Es publicista, escritor y músico. En el mundo artístico es conocido como Daniel Sacro. Llegó al Perú hace 9 años por una extensión de su agencia publicitaria. Y aquí echó raíces y dio frutos, un hijo peruano. También un libro para niños, Cuarenta cuentos de cuarentena (Ed. Pesopluma), en coautoría con Rómulo Franco. Asimismo, su primer CD, En mi azotea ya no hay aeropuertos, con sus canciones que son viajes a la intimidad personal.

Si bien su profesión es la publicidad, Daniel Sacro no ha descuidado sus otras facetas.

“En mi caso, nunca solté a lo otro, que es el arte puro, que no busca vender nada, sino que es comunicación también. Pero siento que todo es parte de lo mismo, solo que una está más anclada al ‘sistema’, que me permite vivir; y la otra, la artística, me permite disfrutar más, el placer de comunicar, porque eso es el arte también”, dice.

¿Cómo descubres tu faceta de escritor?

En Buenos Aires, con un compañero con quien trabajaba en publicidad, los dos somos judíos, no ortodoxos, se nos ocurrió hacer un libro de tiras cómicas sobre judaísmo, Reírse es kosher, completamente satírico. Nos reíamos de todo. Fue un éxito por el humor, que era muy irreverente. Así empecé. Bueno, son capítulos que van apareciendo en mi vida y uno los va tomando. Así publiqué libros, edité un CD. Es como desarrollar la creatividad con diferentes medios y texturas.

Y como lector, te has encontrado con libros de Daniel Alarcón...

Desde que estoy en Perú me obsesioné con leer a los escritores peruanos contemporáneos. Antes leí todo Vargas Llosa. Sí, me interesó mucho leer autores del Perú para entender cómo piensa el cerebro peruano. Uno de ellos fue Alarcón, de quien, entre otros libros, leí La balada de Rocky Rontal. Crónicas alucinantes.

Eres coautor de Cuarenta cuentos de cuarentena, relatos desde la pandemia.

Sí, ahí lo que pasaba era una situación de incertidumbre total en los primeros meses de la cuarentena, y escribir estos cuentos fue una especie de vía de escape. Como mucha gente, que pudo encontrar alguna pasión personal, doméstica, para tratar de explicarse todo esto, a nosotros se nos dio por contar historias de chicos que, en un punto, también éramos nosotros con nuestros propios miedos, encerrados, asustados, con montón de preguntas por no entender un carajo de lo que pasaba. Afloraron muchas emociones, incluso primarias.

Son relatos escritos desde una zona de miedo y, sin embargo, hay una carga reflexiva que convoca la atención de niños y adultos...

Al final, en realidad, cuando uno se pregunta cosas y expone dudas, el momento reflexivo suele salir de vivencias incómodas. Eso es lo que a uno le hace preguntarse un montón de cosas que uno no hace cuando está tranquilo en la vida.

Y en otra faceta, ¿desde cuándo tienes una relación con la música?

Empecé a tocar la guitarra a los 13 años, con la guitarra que era de mi vieja. Lo primero que saqué de oreja fue la melodía de El padrino...

¿Tus canciones son una especie de trova urbana, pero sin la utopía de la revolución?

(Risas) Bueno, digamos que las utopías son más personales, individuales. Lo colectivo va por otro lugar. Sí, creo en la utopías, pero las utopías individuales, porque tengo un camino más personal y eso trato de expresar en mis canciones. Se trata de encontrar la paz interior, trato de hallar belleza en un mundo hostil y a veces esa belleza es estar en mi azotea mirando al cielo. O también estar con mi hijo o transitar por las separaciones, pero también conocer de vuelta el amor. Lo que trato de mostrar es que la vida tiene claroscuros, pero cuando se convierten en música o en arte, uno entiende que valió la pena vivir todo.

Se interpola vida, muerte, paz, guerra, amor y desamor...

Sí, pero se trata de un viaje muy interno. La última canción, ‘Sol y sombra’, resume un poco lo que dices. Y es que uno va por este mundo sin ninguna certeza.

Escuche el CD de Sacro aquí: spoti.fi/3qxLClW

EL CD. Carátula de en mi azotea ya no hay aeropuertos. Foto: difusión

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