Melchor Marín es un expresidiario que se ha hecho policía. Debe investigar el horrible asesinato de los dueños de un empresa gráfica. En su cabeza, se entrecruzan, y hasta se contraponen, pensamientos y códigos morales que lo ubican en la frontera del bien y del mal. Los hechos ocurrieron en una zona de Cataluña. Este es el personaje de Terra alta, novela con la que el escritor Javier Cercas ganó el Premio Planeta 2019. Para el novelista español, no ha sido –nos lo dice a través del Zoom– un personaje más, sino, por un lado, un desafío escritural y, por otro, una zambullida en las dimensiones humanas, personales y colectivas.
Usted ha dicho que antes de que aparezca el virus, se tuvo que reinventar. ¿Agotamiento temático, escritural?
Es sencillo. Cuando terminé El monarca de las sombras, sentí una cosa que no había sentido. Y es que con ese libro terminaba algo. Los libros que había escrito, desde Soldados de Salamina, compartían algunos rasgos y que si continuaba por la misma vía corría el peor peligro que puede correr un escritor, sobre todo a determinada altura de su trayectoria, que es el peligro de repetirse. El peligro de convertirse en un mero imitador de sí mismo. En el momento que eso ocurre, un escritor puede seguir escribiendo, publicando, lo pueden leer y admirar, pero ese escritor está muerto.
O sea, Terra alta es el resultado de un desafío...
Ha sido eso, la necesidad de reinventarme para poder seguir diciendo cosas nuevas. Yo no concibo, hay escritores pretenciosos que se llaman a sí mismo experimentales y siempre están escribiendo con la misma fórmula. Eso es la muerte, eso es, exactamente, lo contrario de un escritor experimental. Yo adoro a ese escritor que siempre es el mismo y siempre es distinto. En nuestro lengua, uno es Borges. Eso es lo que intento hacer.
Con Soldados... marcó un hito en la narrativa sobre la Guerra Civil Española. Pregunto si ese tema ahora es un embudo para autores españoles.
Embudo... Mira, cuando yo le di mi libro a mi editora, que es muy experimentada, y me dijo: “Javier, este libro está muy bien, vamos a vender cinco mil ejemplares, pero lo van a leer solo las personas mayores, este tema está agotado”. Después de ese libro ha venido un auténtica avalancha sobre la guerra civil. ¿Qué quiero decir con esto? No existen temas agotados, solo existen escritores agotados. En mi caso, en casi todos mis libros, está la guerra civil.
¿Cómo explica esa recurrencia?
¿Por qué está la guerra civil tan presente? No está porque a mí me interese hacer arqueología, yo no soy un historiador. Está porque en un momento determinado descubrí en Soldados... que la guerra civil no ha pasado todavía. Que el pasado no pasa nunca, que el pasado es una dimensión del presente sin la cual el presente está mutilado. Y eso no solo vale para España, vale para todos los países, vale para la condición humana. Vivimos en una dictadura del presente. La realidad es que el pasado, sobre todo el pasado donde hay memoria y testigos, como aparecen en mis libros, forma parte del presente. Todos mis libros intentan traer ese pasado al presente. Ahora, mis libros no tratan acerca de la guerra civil. En Soldados..., el 70% de ese libro transcurre en el presente, solo que trae ese pasado al presente para hacer inteligible el presente.
Melchor Marín es un hombre en dos mitades. ¿Cómo lo concibió, de dónde viene?
De dónde viene, esa es una gran pregunta. Viene de lo más profundo de mí mismo. De lo más oscuro, secreto de mí mismo. Este personaje en apariencia no se parece nada a mí, es totalmente distinto de lo que yo soy, pero no me queda más remedio que decir, como Flaubert dijo, “Madame Bovary soy yo”, Melchor Marín soy yo. De algún modo, sus oscuridades son mis oscuridades, su furia es mi furia, su sed de justicia, que a veces se confunde con su sed de venganza, también es mía.
Melchor es usted, ¿pero cuál es el cordón umbilical?
Mire, en el fondo, Melchor Marín surge de una crisis personal, que es también una crisis colectiva. El tema de este libro no es la crisis catalana del 2017, cuando Cataluña vivió un clima de preguerra civil. Este libro no trata de eso, pero el carburante de este libro es eso. Ese momento terrible, para mí, inesperado, fue doloroso, me trastocó y me llenó de sentimientos que yo nunca había experimentado. Pero lo que ocurre es que para los escritores lo malo es bueno y lo bueno es malo. Los escritores somos animales carroñeros. En el mejor de los casos, lo mejores de nosotros son como los alquimistas que querían transformar el hierro en oro. Es decir, esa crisis me ha ido muy bien. Por eso Melchor es un personaje que yo quiero con toda su brutalidad.
Melchor Marín está entre el bien y el mal, hay un contrapunteo moral en su cabeza. Salvando distancias, ¿tiene algo del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, personaje de Stevenson?
Qué interesante, no lo había pensado así, pero es verdad, es un personaje poliédrico, complejo. Es un personaje capaz de lo mejor y capaz de lo peor. Eso es verdad. Vive entre el bien y el mal, entre la justicia y venganza, entre la luz y la oscuridad, es completamente cierto. Eso no me lo había dicho nadie y este libro ya lo ha leído mucha gente y me han hecho muchas entrevistas. Creo que algo de verdad hay en ello y la prueba es que, obviamente, este libro es una especie de lectura, llamémosla, pos-posmoderna de Los miserables, y Melchor Marín es una mezcla de los dos protagonistas de esa novela: Jean Valjean, el expresidiario que huye de su pasado, y Javert, el policía justiciero que inflexiblemente persigue a Jean Valjean. Es una mezcla de ambos. Y es verdad, el tema del doble en mis libros está de uno u otro modo siempre presente. Es posible que tú tengas razón, por otra parte, para acabar, yo adoro a Dr. Jekyll y Mr. Hyde, me parece una obra maestra absoluta.
A propósito de novelas, ha planteado una suerte de fórmula: que las novelas sean fáciles de leer y difíciles de entender...
Es mi ideal. Yo trabajo muchísimo para que el lector no note todo lo que he trabajado, que lea apasionadamente sin parar hasta al final y diga, joder, aquí hay más cosas de las que yo creía, volvamos al principio. Es decir, lo contrario de esas novelas pretenciosas, pedantes, que todos conocemos, que son difíciles de leer porque hay que pasar las páginas con grúas y fáciles de entender, porque no dicen nada o solo dicen banalidades.
¿Es decir, si no hay placer, no hay literatura?
Es como la experiencia sexual, antes que nada es un placer, pero también una forma de conocimiento de nosotros mismos y de los demás. Permíteme que te diga otra cosa, para mí es muy importante decirla. Tal vez, la principal superstición literaria de nuestro tiempo es aquella que dice que la buena literatura es una literatura secreta, críptica, una literatura minoritaria, de catacumbas. Esto es una superstición que lleva funcionando apenas un siglo y medio. Y es eso, solamente una superstición, no tiene ninguna relación con la realidad. Hay un libro que increíblemente escribió un español que se titula Don Quijote, que es la mejor novela que yo conozco y que en su época fue inmensamente popular. La gente que cree que es un libro para los catedráticos de Oxford, está muy equivocada. Es un libro para la gente. Shakespeare era muy popular. También Flaubert, Balzac, Dickens. Los grandes escritores del siglo XIX eran muy populares. No estoy diciendo con esto que solo los libros populares son buenos libros. Es absurdo, es tan estúpido como decir lo contrario, lo que estoy diciendo es que el mejor destino de la literatura es volver a ser popular.
Sus novelas no son policiales, pero parecen. ¿Cómo hace para alcanzar esa dosificación, que es y no es un policial?
Tú los ha dicho muy bien. Todas mis novelas desde el principio, yo diría más, todas las novelas que a mí me importan, de algún modo son novelas policiales en el sentido en que hay un enigma y alguien que intenta descifrarlo. En esa línea, mis novelas anteriores tenían algo de novela policial. En Terra alta, esa adscripción es más visible, pues en la primera página hay un policía y en la segunda hay un crimen atroz. Yo solo te diré una cosa respecto a eso, hay gente que, asombrosamente, considera todavía que el género policial es un género menor. Mi respuesta a eso es muy sencilla: no existen los géneros menores y géneros mayores. Existen formas mayores o formas menores de usar los géneros. Por los demás, yo creo que solo hay dos tipos de novelas, las buenas y las malas. Yo intento de escribir las buenas.