Carmen Pérez-Lanzac - El País
Cuando leyó La carretera, Ridley Scott se hizo la misma pregunta que la mayoría de los lectores de esta novela de 2006: ¿qué es lo que había causado que la humanidad llegara a un mundo tan postapocalíptico como el que dibuja Cormac McCarthy? ¿Qué podría causar una devastación tal de nuestra civilización? El director de cine británico le trasladó la pregunta al periodista, escritor y guionista Lawrence Wright (Oklahoma, 1947). Quería que con esa idea en la cabeza este preparara el embrión de su próxima película. Wright, que en 2007 ganó el premio Pulitzer por su fino retrato del nacimiento de Al-Qaeda hasta el atentado de las Torres Gemelas (La torre elevada. Al-Qaeda y los orígenes del 11-S, Debate), reconocido como el libro que mejor contó los porqués de ese fatídico día, llegó a la única conclusión posible: “O bien una catástrofe nuclear o, más seguramente, una pandemia”.
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Escribió el guion, pero nunca vio la luz, así que decidió darle forma de novela. Wright se documentó y entrevistó a epidemiólogos, veterinarios e incluso a dentistas para anotar todas las posibilidades en caso de que hubiera una pandemia real, como si estuviera preparado un libro de no ficción. Cuando el coronavirus empezaba a golpear a Wuhan, Wright se sobrecogía (…).
El próximo 23 de abril verá la luz en Estados Unidos The end of october, que cuenta el periplo de un epidemiólogo de la OMS en la lucha por encontrar la cura para un virus mortal antes de que acabe con la civilización. “Me pregunté cómo sería si pasara algo así en un mundo como hoy, donde los viajes son instantáneos, con ciudades densamente pobladas”. En una pandemia antigua tardaría un año en propagarse. Hoy en día, imaginó el escritor afincado en Austin, Texas, sería instantáneo. Y le resulta espeluznante comprobar que así está siendo. “Tenemos muy poco tiempo para solucionar el problema”.
La enfermedad que imagina Wright es similar a una gripe, al igual que sucede con el coronavirus. Y muchos pacientes sufren neumonías virulentas, al igual que en la triste realidad. “Es el gran asesino del planeta”, afirma el escritor. En su libro las víctimas no son los ancianos, como sucede con el coronavirus, sino las personas más sanas, al igual que sucedió durante la gripe de 1918. “Su sistema inmunológico era tan robusto que sobrecogía al cuerpo y acababan ahogándose en sus propios fluidos”, cuenta por teléfono el periodista, que es una de las firmas de la revista The New Yorker.
The end of october empieza con el relato de la “sorprendente” muerte de 47 jóvenes internos de un campo de refugiados para homosexuales situado al oeste de la isla de Java, en Indonesia. Pronto, el virus se expande y obliga a poner en cuarentena a la ciudad de La Meca, atestada de 3 millones de fi eles. “Sinceramente, nunca imaginé una cuarentena con tantos habitantes”, reconoce Wright. “¡70 millones de personas solo en la región de Hubei! Subestimé el número de gente que se puede poner en confinamiento. Aunque tampoco imaginé que mucha gente desobedeciera las normas de confinamiento, como ha sucedido en la realidad”. En la novela se narran momentos de ocultación de información para no desatar el pánico de los ciudadanos, el protagonista anima a su mujer a comprar comida suficiente para dos meses, y se oyen frases que resultan dolorosamente reales: “Cada vez que intentamos confinar el virus poniendo en marcha cuarentenas, este encuentra siempre una forma de escaparse” (…).
En la novela el tejano especula sobe los problemas sociopolíticos que pueden surgir por culpar a los demás países de la pandemia. Ciertos senadores estadounidenses afirman que el coronavirus es una creación de China, señala. “Cuando no tenemos ninguna evidencia de que lo manipulara nadie excepto la naturaleza, es terriblemente peligroso buscar culpables”. En la novela de Wright, el virus lleva incluso a una guerra biológica. “No es inconcebible que el coronavirus en la realidad lleve a algún tipo de guerra. Estamos en un punto muy complicado en nuestras relaciones políticas. Si alguien comete un error, somos capaces en infinidad de errores como seres humanos”.
Wright termina la entrevista confesando dos temores que tiene hacia la democracia en Occidente a raíz del coronavirus: por un lado, puede causar disrupciones durante las próximas elecciones (“¿cómo va a haber convenciones, mítines, voto…?”). Por el otro, le preocupa que sociedades autocráticas como China hayan logrado controlar mejor la pandemia que sociedades intrínsecamente libres, supone un importante reto para Occidente: “Veremos a dónde nos llevan estas diferencias”.