Guatemala. EFE
“El hecho de que haya en Latinoamérica una literatura rica, que hoy se lea, quizás se deba a las grandes tragedias que se han vivido”, dijo este martes por la noche en Guatemala el escritor peruano Mario Vargas Llosa, durante la presentación pública de su última novela Tiempos recios.
Esa obra, que presentó en Madrid el 8 de octubre pasado, que cuenta la historia detrás del golpe de Estado al expresidente Jacobo Árbenz Guzmán perfilado por la CIA y el posterior asesinato de su sucesor –Carlos Castillo Armas–, con la implicación del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, se nutrió precisamente de la “trágica” y “muy dolorosa” historia guatemalteca.
Ante cientos de cientos de asistentes en la Gran Sala del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, Vargas Llosa subrayó que la realidad “dolorosa” que “para los escritores es una maravilla” la vivió en el país centroamericano, “uno de los más bellos del mundo, con la gran paradoja de ser uno de los más violentos”.
En Guatemala, con esas “guerras feroces”, con sus habitantes “que se han entrematado”, sitúa al escritor –y al lector– en un escenario “maravilloso pero muy doloroso”.
De esa materia se nutren sus personajes centrales en la novela, como el “matón preferido por el ‘Generalísimo’, el coronel Jhonny Abbes García”, a quien es “fantástico leerlo, pero no vivirlo”.
Abbes estuvo en Guatemala, según lo narrado por Vargas Llosa, unos seis meses enviado por Trujillo y salió del país la noche del asesinato de Carlos Castillo Armas, junto a la amante de este, recordó esta noche en la que estuvo acompañado del sociólogo e historiador argentino Carlos Sabino y del escritor español Francisco Pérez de Antón.
Con los dos hombres discutió acerca del papel de la Unión Soviética en el Gobierno de Árbenz, algo que niega Vargas Llosa con entusiasmo y a la que se refiere como una “fake news” de la época, que consiguió profundizar una idea falsa en una sociedad que cayó en una mentira fundamental para el devenir de América Latina.
El pretexto mal usado, a su juicio, por los comunistas y los izquierdistas extremos que se apropiaron de la figura de un “demócrata” como Árbenz y que fundamentaron sus ideas revolucionarias en la despiadada invasión norteamericana que al propio Vargas Llosa lo hizo recordar su juventud como estudiante universitario en Lima, cuando se unió a las protestas contra el golpe de Estado de Castillo Armas.
Pero no es a los comunistas, insistió, sino “a los demócratas y a los liberales” a quienes les toca “reivindicar la figura de un presidente que intentó profundizar unas reformas sociales” y el falso anticomunismo se lo impidió.
Esa aventura que vivió en Guatemala escribiendo la novela, que al principio pensó no escribir, sino investigar por afición, fue una “riquísima y diversa”, que la hicieron descubrir ese hermoso país que, paradójicamente, “es uno de los más violentos” y “dolorosos” en los que ha estado.
Esa época de Árbenz, del macartismo y de la incipiente Guerra Fría, era la de “las dictaduras más tremendas” de las que “muy pocos países latinoamericanos se han librado” y en cuyos horizontes “parecía que solo la violencia era la fórmula”, un hecho, reiteró, que es esencial para los escritores que “nos alimentamos de cadáveres exactamente como los cuervos”.