René Gastelumendi. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.
Si pretendemos entender la magnitud del peligro, las nuevas crisis que nos acecharán el 2026, no miremos únicamente las encuestas. Apenas estos últimos díashay tres hechos que nos señalan el precipicio: la inhabilitación de la fiscal Delia Espinoza, la figura de José Jerí como síntoma de la debilidad presidencial, y la infame ampliación del REINFO.
El Perú ha mutado. Formalmente somos una República presidencialista; en la práctica, vivimos bajo la dictadura no tipificada de un parlamentarismo de facto, tóxico y voraz. El Congreso ya no es un contrapeso; es un Leviatán que legisla para lobbies criminales, ajusticia a sus investigadores, gasta el presupuesto público sin freno, se reparte el Estado sin fiscalizacióny tiene secuestrado al presidente.
La arquitectura de este nuevo régimen encubierto se sostiene en tres pilares que hemos visto aplicándoseestos días, aunque desde el 2016, siempre ha estado en acción: La ampliación del Registro Integral de Formalización Minera (REINFO) es la prueba de que el Congreso legisla de espaldas al país y de cara a las economías ilegales. A pesar de la oposición técnica y del Ejecutivo, el Congreso impuso su voluntad. Esto anticipa un 2026 donde la ley será redactada por las mafias. La inhabilitación de la imperfecta Delia Espinoza es el mensaje final. El Congreso ha convertido la Acusación Constitucional en un arma de purga. Si una fiscal investiga sus pactos, es neutralizada. Han capturado el sistema de justicia, mientras que José Jerí es el espejo del próximo Presidente o presidenta: un político cuya supervivencia depende de someterse a los caprichos parlamentarios y sus votaciones. El Ejecutivo de 2026 será un rehén perpetuo de las luces verdes, rojas y las truculentas abstenciones.
Para entender la impotencia actual, debemos mirar al origen de la fractura: el año 2016. Fue allí donde la guerra entre poderes rompió el "equilibrio del terror" que sostenía la Constitución del 93. Hasta entonces, el sistema funcionaba con dos pistolas apuntándose mutuamente: el Congreso tenía la Vacancia por Incapacidad Moral y el Presidente tenía la Cuestión de Confianza (con facultad de disolución).
Ese equilibrio se rompió gracias a la arrolladora bancada de Fuerza Popular, pero la fórmula también fue heredada por la fragmentación. Tras la disolución del 2019, el Legislativo emprendió una "venganza constitucional". En los últimos años, hemos sido testigos de un frenesí de reformas constitucionales —decenas de modificaciones a la Carta Magna— diseñadas quirúrgicamente con un solo fin: amputar al Ejecutivo.
Mediante leyes como la 31399, neutralizaron la Cuestión de Confianza, restringiendo drásticamente su uso y eliminando la "negación fáctica". ¿El resultado? El Presidente se quedó sin balas, desarmado, mientras que el Congreso mantuvo intacta, abierta y discrecional su arma nuclear: la Vacancia. Rompieron el contrapeso y el equilibrio de poderes, dejando a un Ejecutivo que puede ser decapitado en cualquier momento, pero que ya no puede disolver a su verdugo.
Es por esta mutilación previa que el Congreso bicameral de 2026 heredará un sistema donde el Ejecutivo se ha vuelto irrelevante. El Legislativo ha roto todos los candados constitucionales para gobernar sin ser gobierno: el veto presidencial ha muerto. Si el Ejecutivo observa una ley por ser nefasta (como el REINFO o leyes de gasto populista), el Congreso la aprueba por insistencia con solo 66 votos. El Presidente ha quedado reducido a un "mesa de partes" que debe acatar lo que dicten las bancadas. La democracia constitucional existe precisamente para impedir que una mayoría circunstancial aplaste los derechos de la minoría o viole la Constitución. Si mañana el Congreso vota por unanimidad para confiscar todas las casas de Lima, ¿es democrático? No. Es una tiranía de la mayoría. El voto no está por encima de la Constitución ni de los derechos fundamentales. Cuando el Congreso anula al Ejecutivo y a la Justicia, no está "representando"; está usurpando.Históricamente, el Congreso no tenía iniciativa de gasto (Art. 79 de la Constitución). En la práctica, han borrado ese límite. Aprueban leyes que generan gastos millonarios, rompiendo la disciplina fiscal y disponiendo de la caja pública como si fuera suya, sin responsabilidad administrativa.
Este Leviatán también puede diseñar leyes pro crimeny también elige a sus propios jueces, anula a sus fiscalizadores y captura instituciones. El Congreso tiene el poder de elegir al Tribunal Constitucional (TC), al Defensor del Pueblo (quien preside la comisión para elegir a la JNJ) y ratificar al Contralor. Al elegir a quienes deben interpretar la Constitución y a quienes deben nombrar jueces, cerraron el círculo: ellos hacen la ley y ellos eligen a quien interpreta la ley.
Tampoco olvidemos que son intocables ante la Contraloría: Mientras exigen cuentas a todo el Estado, el Congreso se ha convertido en una isla de opacidad. Han limitado la capacidad de la Contraloría General para fiscalizar sus cuentas internas y sus contrataciones, asegurando que nadie pueda auditar el festín de recursos que se autoasignan.
Este poder absoluto se traduce en beneficios absolutosasí tengan 3%. De aprobación El Parlamento se ha convertido en una maquinaria de privilegios y clientelismo para una burocracia dorada. Cada nueva bancada fragmentada exige oficinas, asesores, técnicos y asistentes, inflando la planilla a niveles históricos. Es una agencia de empleos para pagar favores políticos. Bonos extraordinarios, aguinaldos inflados, aumentos disimulados y más gollerías salariales. Al tener autonomía presupuestal y haber anulado la fiscalización externa, actúan como una casta que se reparte el botín del Estado sin rendir cuentas a nadie.
Lo más peligroso para el 2026, salvo que algún candidato arrolle desde la primera vuelta, es que este monstruo tendrá muchas cabezas. Probablemente tendremos diez o doce bancadas. Dirán que es "imposible gobernar", pero es mentira. La historia reciente del REINFO y los blindajes demuestra que, aunque se odien ideológicamente, para la impunidad, el gasto y el lobby, la unidad es instantánea y corporativa. Un consenso, un pacto jurídico-mafioso. En los temas de supervivencia y corrupción, las promesas de campaña desaparecen. El cártel legislativo entra en acción.
Sí, el escenario para 2026 es más sombrío que de costumbre. Nos espera una presidencia de rodillas, una justicia amordazada y una caja fiscal perforada. No es solo ingobernabilidad; es la consolidación de un sistema donde el Congreso lo es todo: legislador, ejecutor del gasto, juez supremo, elector de autoridades y verdugo político. Cuando un poder del Estado elimina a los otros dos y se vuelve intocable, no se llama democracia y los efectos son tan dañinos como los de una dictadura
Un Leviatán que legisla por insistencia, gasta por capricho, protege la ilegalidad, se blinda ante la fiscalización, elimina a los adversarios. Ese es el monstruo que ya está aquí y que, con dos cámaras,terminará de devorar la República en 2026. Vota bien.

René Gastelumendi. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.