Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.
Por Francisco Espinosa, profesor de Humanidades Digitales de la Universidad del Pacífico
Cuando se piensa en el estudio de las humanidades, lo usual es imaginar a un académico rodeado de libros y fichas de estudio, quizás en una gran biblioteca, haciéndose preguntas y planteando respuestas. ¿Cómo es que la tecnología ha cambiado esa imagen? Descubramos en estas líneas como se está transformando la forma de practicar las humanidades.
Uno de los primeros hitos de la conjunción entre la tecnología y las humanidades data de 1949, cuando el académico italiano y sacerdote jesuita Roberto Busa creó el Index Thomisticus con ayuda de la IBM. El proyecto –una gran base de datos con todos los textos y palabras que conforman la obra de Santo Tomás de Aquino– constituyó el primer paso en la exploración de un mundo completamente nuevo, el de la conjunción entre las humanidades y la informática.
Así se sentaban las bases para que, posteriormente, académicos de todo el mundo empezaran a explorar el potencial de la computación como un aliado en sus investigaciones. La iniciativa iría sumando adeptos a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX.
Lo que en un comienzo se conoció como Computación en Humanidades, se nutriría del trabajo de pioneros como Jerome McGann o Michael Sperberg-McQueen, co-editor del Text Encoding Initiative (TEI), quienes dirigieron diversos programas y centros especializados en el desarrollo de investigaciones humanísticas apoyadas en la tecnología computacional. A pesar de los avances, esta nueva disciplina no terminaría de enganchar con el mundo académico en virtud de la tradicional separación entre el mundo de las letras y el de los números.
Sería recién a partir del año 2000, con la digitalización a gran escala de la información suscitada por Internet, que la disciplina empezaría a cobrar fuerza, dándole forma a lo que hoy conocemos como “Humanidades Digitales”. Hoy, gracias a la siempre creciente capacidad de procesamiento y almacenamiento de información de las computadoras, la tecnología mencionada ha multiplicado de manera exponencial las posibilidades de la investigación académica.
Así, a lo largo del mundo, las humanidades digitales han ido ganando terreno en los campus universitarios de la mano de iniciativas que promueven la investigación humanística, abordando preguntas fundamentales derivadas de la tecnología contemporánea, tales como: la ética de la automatización y el análisis algorítmico, los dilemas de la privacidad y la vigilancia, las dinámicas de las culturas digitales, la comunicación y el uso de herramientas tecnológicas para el entretenimiento.
En la actualidad, algunos de los centros de investigación en Humanidades Digitales más importantes son los siguientes: Digital Humanities UCLA, Cambridge Digital Humanities (CDH), Digital Humanities @ Oxford, King’s College London’s Department of Digital Humanities, UCL Centre for Digital Humanities (UCLDH), y, en el caso peruano, la carrera de Humanidades Digitales en la Universidad del Pacífico y el Laboratorio de Humanidades Digitales PUCP (HLAB).
La relevancia que toman las humanidades digitales en nuestros tiempos es una consecuencia inevitable de la vertiginosa digitalización a la que nos referimos. En esta transición, el profesional debe hacerse de una serie de competencias digitales que le permitan desenvolverse adecuadamente en el mundo laboral y, sobre todo, que le permitan colaborar en el desarrollo de la sociedad.
Las competencias digitales comprenden una serie de habilidades y conocimientos que sería imposible enumerar en estas líneas de forma completa, y que en el rubro de las Humanidades Digitales se relacionan estrechamente al uso técnico de herramientas digitales de lenguaje de programación, mapping o realidad aumentada, minado y análisis crítico de grandes cantidades de texto, gestión ética de la información, etc.
Es precisamente en el punto de encuentro entre la tecnología y el pensamiento crítico donde las humanidades digitales se posicionan con más fuerza: abriendo nuevas fronteras a la investigación mediante la computación y contribuyendo de manera esencial al diseño de aplicaciones tecnológicas éticas y con propósito social. El humanismo no ha perecido; ha aprendido a codificar.

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