Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.
Maxwell A. Cameron, profesor de la Universidad de Columbia Británica
Jaime de Althaus no está de acuerdo con que la regulación del mercado laboral sea necesaria para reducir la informalidad. En algo estamos de acuerdo: la informalidad se debe al Estado. Pero mientras él piensa que la regulación es asfixiante, yo creo que es insuficiente.
La informalidad, por definición, significa la ausencia de un contrato laboral, y, por tanto, la ausencia del Estado porque un contrato laboral no significa nada si no está respaldado por el Estado. En el sector informal no se pagan impuestos ni se accede a programas sociales como seguro social, salud y pensiones. Es un hecho que, si se quiere formalizar toda la economía, hay que exigir que todos tengan un contrato de trabajo, de modo que todos contribuyan a los programas sociales y se beneficien de ellos. Eso es algo que la clase empresarial en el Perú nunca aceptará. ¿Por qué? En primer lugar, porque significaría que todos tendrían que pagar impuestos. En segundo lugar, porque se benefician de la informalidad.
De Althaus asume que existen dos sectores distintos y no relacionados—el formal y el informal—pero en realidad ambos están articulados. El sector informal subsidia al sector formal de varias maneras. Primero, mediante la subcontratación. Cuando un supermercado compra pescado a pescadores artesanales, se beneficia de alimentos baratos producidos por trabajo no regulado. Eso reduce costos. De manera similar, cuando las empresas compran oro a mineros artesanales, se benefician de bajos costos laborales y de la ausencia de regulación ambiental. Cuando los vendedores ambulantes ofrecen sus productos en las calles, venden bienes que compraron a empresas formales.
La segunda forma en que el sector informal subsidia al sector formal es aún más importante. El sector informal cubre el costo de la reproducción social de la fuerza laboral. En otras palabras, la vivienda informal, la alimentación informal, la atención sanitaria informal, los mercados informales y la educación informal son todos servicios que sostienen la vida de los trabajadores. Si la fuerza laboral no contara con estos servicios, el costo de proveerlos de manera centralizada sería considerable. La comunidad empresarial se beneficia del hecho de que no tiene que pagar para estos servicio, lo que reduce el costo de la mano de obra.
La tercera forma en que el sector informal beneficia al sector formal es que dificulta la organización y la representación política de los sectores populares. Es posible organizar al sector informal, pero no es fácil, y la presencia de tantos trabajadores informales debilita a los sindicatos y a los partidos políticos que, de otro modo, defenderían los intereses de los trabajadores.
Existen muchas fuentes de la informalidad. Una es, sin duda, el costo de operar en el sector formal. Pero las empresas formales son expertas en evadir las regulaciones. Hay otras fuentes de informalidad: la oferta de trabajo es demasiado grande para ser absorbida por el sector formal; los mercados laborales están segmentados; la tecnología ahorradora de trabajo limita la demanda de mano de obra en la economía formal; la escasez de trabajadores calificados limita aún más el crecimiento potencial del sector formal, al igual que la falta de inversión en productividad laboral. También es importante recordar que muchas de las trabajadoras de la economía informal son mujeres. El trabajo doméstico es un componente enorme de la fuerza laboral informal. La idea de que reducir los costos del trabajo formal mejorará su situación es simplemente inverosímil.
Pero la razón más importante de la existencia del sector informal es la falta de capacidad estatal. A pesar de todo el crecimiento económico—e incluso de las mejoras en equidad—que el Perú ha experimentado en las últimas décadas, no podrá superar la informalidad debido a la baja capacidad del Estado. Perú necesita el tipo de Estado regulador que existe en todas y cada una de las economías avanzadas, diversificadas y altamente productivas del mundo. En todas. No existe ninguna economía avanzada en el mundo en la que la mayor parte de la población económicamente activa sea simplemente desconocida para el Estado.
Tengo simpatía por la respuesta: “no tenemos un Estado eficiente; tenemos un Estado corrupto y patrimonial”. Es cierto, y precisamente por eso es necesaria la construcción de un Estado mejor. El Perú nunca logrará una economía altamente diversificada, innovadora y de alta productividad sin un Estado que asuma su rol de invertir en el capital humano. El país necesita transformar su Estado en un regulador eficiente, un proveedor de bienes públicos y un motor de transformación, no debilitarlo aún más.
La verdadera razón por la que la derecha quiere que las condiciones laborales del sector formal se asemejen a las del sector informal es porque sabe que quieren que el sector informal siga subsidiando el sector formal. Pero a largo plazo, esa es una mala apuesta. Solo elevando a toda la fuerza laboral podrá la economía alcanzar una prosperidad compartida y sostenida. El interés individual de cada empresario en mantener bajos los costos laborales va en contra del interés colectivo del empresariado en su conjunto. Por eso, agencias como la SUNAT y la SUNAFIL deben ser respaldadas y fortalecidas, no tratadas como parte del problema. El Perú necesita un Estado más fuerte, no uno débil, corrupto y patrimonial.

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