Exrector de la Universidad Nacional de Ingeniería - UNI

Geopolítica o política económica, por Alfonso López-Chau Nava

La modernidad que proponemos no es solo tecnológica; es también geopolítica

La historia reciente confirma una verdad que venimos sosteniendo desde hace tiempo: ningún proyecto nacional puede pensarse al margen del mundo. La geopolítica dejó de ser un tema lejano reservado a cancillerías; hoy determina la prosperidad, la seguridad y el desarrollo interno de los países. Ignorarla es condenarnos a la irrelevancia.

Vivimos una transición global marcada por lo que Henry Kissinger llamó “la disolución del orden internacional clásico”. Las tensiones entre Estados Unidos y China, el ascenso tecnológico asiático, la reorganización de cadenas de suministro y la presión de las grandes potencias sobre los recursos estratégicos redefinen la economía mundial. La competencia en estos tiempos ya no es entre países aislados, sino entre grandes regiones articuladas por tecnología, talento y poder.

El Perú debe decidir si quiere ser un país que reacciona o un país que se anticipa. Hoy esa decisión es impostergable. Nuestra estructura productiva, extremadamente dependiente de la exportación primaria, nos vuelve vulnerables a los vaivenes geopolíticos. Y nuestros recursos, como los minerales críticos, la biodiversidad, el territorio amazónico y el agua, son activos estratégicos disputados por actores globales que sí entienden el tablero.

La política económica, por tanto, no puede seguir guiándose solo por equilibrios fiscales o estímulos sectoriales. Necesita una lectura geopolítica. Paul Kennedy lo dijo con claridad: las naciones que prosperan son aquellas capaces de transformar su poder económico en poder estratégico y su poder estratégico en bienestar ciudadano.

El Perú debe insertarse con inteligencia en las nuevas rutas del comercio mundial, apostar por la ciencia y la tecnología como instrumentos de soberanía, proteger sus sectores estratégicos, atraer inversión responsable y fortalecer alianzas regionales que aumenten nuestro peso negociador. No se trata de aislarnos, sino de participar con claridad de propósito.

La modernidad que proponemos no es solo tecnológica; es también geopolítica. Un país sin estrategia seguirá siendo un territorio. Un país con estrategia podrá, por fin, convertirse en Nación.