Colectivo de mujeres diversas, desde diferentes trayectorias, tendencias políticas, territorios y experiencias, que se levantan en voz unida con el...
Colabora Pierina Oliva Perla, abogada, empresaria y política.
En el Perú, los hilos del debate público se enredan con trampas retóricas. Una falacia no es solo un error de lógica: es un artificio que aparenta sostener un argumento, pero en realidad lo tuerce. Así, en lugar de dialogar sobre lo real, discutimos sobre caricaturas y fantasmas.
Las falacias apelan a nuestras emociones para distraernos de los temas de fondo que sí impactan en nuestras vidas y que al final no se incluyen en el diálogo nacional.
Francisco Sagasti fue retratado como “presidente caviar de élites limeñas desconectadas del pueblo”, cuando su gestión interina se limitó a encaminar elecciones y enfrentar la pandemia. Se fabricó un espantapájaros: es más fácil “odiar” a una élite ficticia que a un equipo técnico de transición.
Flor Pablo, desde Educación, fue acusada de “imponer ideología de género” en las escuelas. Lo que propuso fue incluir igualdad en el currículo para combatir la violencia y reducir brechas. La falacia exageró esa política hasta transformarla en amenaza imaginaria.
Incluso Mario Vargas Llosa, Nobel y referente liberal, ha sido descalificado no por sus ideas, sino por su biografía: “es un escritor desconectado que vive en Europa y no entiende al Perú”. Un ad hominem que descarta argumentos y se concentra en etiquetas.
Aprendamos a detectar falacias; seamos conscientes de que estas operan como agujas que rompen el tejido social: dividen, polarizan y hacen imposible confiar. En cambio, una democracia fuerte debería ser como un buen tejido: el ciudadano se siente arropado y, a la vez, libre. El antídoto es sencillo y exigente: honestidad intelectual. La democracia no se construye con miedos artificiales, sino con debate informado. Recuperar la honestidad intelectual es necesario para tejer confianza.

Colectivo de mujeres diversas, desde diferentes trayectorias, tendencias políticas, territorios y experiencias, que se levantan en voz unida con el objetivo común de rehabilitar la esperanza en la construcción del país. Se comprometen y convocan a un diálogo abierto, y a tejer lazos para contribuir a un proyecto democrático que impidan que el autoritarismo y la corrupción se apoderen de las instituciones.