Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".
La célebre fachada de la exuniversidad privada Telesup es una imagen que ya pertenece al imaginario de los peruanos. Esto no se debe solo al talento de caricaturistas como Carlos “Carlín” Tovar, quien la instaló en la mente nacional. Hay motivos más profundos para intentar explicar la pregnancia de esa fachada que ocultaba un vacío. La palabra “pregnancia” fue popularizada por la psicología de la Gestalt. Significa, de acuerdo con el DRAE, “cualidad de las formas visuales que captan la atención del observador por la simplicidad, equilibrio o estabilidad de su estructura.”
El abogado Julio Corcuera, experto en asuntos de seguridad ciudadana, fue quien me hizo notar la persistencia de esa fachada y las razones de ese lugar privilegiado en la memoria nacional. Su idea, que comparto, es que representa algo que los habitantes del Perú vemos a diario: simulacros, falsedad, engaños, demagogia, etcétera. Todo esto va en aumento con la cercanía de las elecciones y las innumerables campañas electorales que tendremos que soportar.
Entre otras cosas, la malhadada imagen representa la calidad de la democracia peruana. Es un cascarón en el que sobrevivimos como podemos. En este concierto de mentiras, unos hacen como si gobernaran, otros como si fueran gobernados. Pero una mayoría —esa que se muestra indecisa ante las candidaturas presidenciales— observa con desazón y escepticismo ese espectáculo de calidad deplorable.
Por eso, la imagen de esa universidad bamba nos representa mucho mejor que cualquier símbolo patriótico. Esta cualidad de una institución vacía de contenido no se limita al proceso electoral. Varios gobernantes inauguraron hospitales que nunca funcionaron, colegios que hasta ahora no educan, carreteras que no llevan a ninguna parte, ministerios inservibles, estados de emergencia de probada inutilidad, etcétera. Vivimos en una democracia que, si existiera un organismo internacional encargado de calificar ese nivel de organización política, saldría en la cola de los desaprobados. Es lo que ocurre cuando encuestas internacionales como el Latinobarómetro dan cuenta de la percepción de los ciudadanos: el Perú resiste a pie firme en el grupo de los coleros.
¿Pero qué sucede con las emociones y los afectos de los peruanos en esa situación que solo se deteriora? Algunos han optado por aferrarse a la última versión del Estado Telesup: las encuestas de Jerí son mejores que las de Boluarte. Pero es preciso tomar en cuenta que la valla estaba, literalmente, tirada en el piso. Más abajo, solo el subsuelo. De modo que las deplorables actuaciones del actual presidente para imitar a Bukele solo son creídas por quienes necesitan desesperadamente algo a lo que aferrarse. A poco que se analizan los datos de la realidad, se observa que la inseguridad está igual o peor que con su predecesora.
El efecto Telesup tiene ese problema: su vida útil es más breve que la de un condón usado. Los candidatos como López Aliaga o Keiko Fujimori esperan que esta nueva marioneta resista mientras ellos arman su tinglado de promesas. Catorce aeropuertos, dice el exalcalde de Lima, esperando que nadie recuerde sus trenes, piscinas, motos, peajes y un largo etcétera de potencia mundial. Con la agravante de que nos cuestan millones a todos los peruanos, excepto a él. La hija del dictador se aferra a su apellido como línea maestra de su “programa”. No importa que su padre huyera del país y renunciara por fax. No importa que intentara postular a un puesto de senador en Japón. No importa que fuera condenado por graves delitos en juicios inobjetables. Menos aún que su socio Montesinos siga en la cárcel y que los vladivideos sigan mostrando, a quien quiera verlos, la descomposición de las élites que se dejaron sobornar por el “asesor” del papá de la chica, como él la llama. También ella cuenta con el recuerdo glorificado de un dictador que robó y asesinó, pero hizo obra. Otra variante de Telesup.
Por ahora, el porcentaje de peruanos que optan por dejarse enajenar por esos sueños de opio es menor. Lo que no cesa de crecer es la angustia por la supervivencia en un país abandonado al gobierno de bandas criminales. Trujillo es una ciudad cuyo dirigente la ha abandonado en manos de esas bandas para poder lanzarse, faltaba más, como candidato presidencial.
En alguna parte de ese contubernio entre la falsedad y la desesperación, hay otro pacto, fuera del pacto corrupto del Legislativo y el Ejecutivo. Es uno más oculto y, por ello, más peligroso. Es el encuentro entre la desesperación de las mayorías, acechadas por grupos criminales de extorsión, minería o transporte ilegales, y el consiguiente contingente de asesinatos impunes. Ese pacto disimulado es —por lo menos, es lo que esperan los candidatos— entre la sensación de abandono y la disposición a ceder la libertad que no garantiza nada, a cambio de alguien que tenga la idealizada mano dura.
Hay que reconocerlo: son tiempos propicios para ese tipo de connivencia. En los países del Primer Mundo se observa un fenómeno similar. Ahí los chivos expiatorios son los inmigrantes de países pobres y los “salvadores” provienen de la extrema derecha. Como era de esperarse, en un país de instituciones tan precarias como las peruanas, la versión de esta desesperanza es mucho más primitiva. Por eso les ha sido tan fácil a los integrantes del pacto hacerse con dichas instituciones y llenarlas con integrantes de su calaña. Pero la fachada Telesup terminó desplomándose. Eso es lo que temen, de cara a las elecciones, estos candidatos tan precarios como las mencionadas instituciones.

Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".