Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".
La caudalosa corriente de barbaridades que sigue alimentando el Congreso desafía la cordura ciudadana. Han entrampado de tal manera las futuras elecciones que nadie sabe con certeza cómo votar. Este envilecimiento del clima político tiene consecuencias sobre la salud mental de las mayorías. Algunos, los menos según las encuestas, optan por alinearse con alguno de los partidos —por llamarlos de alguna manera— o candidatos —por llamarlos de alguna manera— en liza. La mayoría los rechaza de plano, sabiendo en su fuero interno, sin embargo, que alguno de ellos tendrá a su cargo las riendas —no timón, pues esta es una carrera de épocas previas al desarrollo industrial— del país.
Esa discrepancia entre la oferta y la necesidad es en sí misma enloquecedora. Sepan que no es casualidad. Eso es precisamente lo que buscaban quienes fomentaron este caos de suma cero, en donde todo apunta a que uno de ellos saldrá ganando. Vallejo, como siempre, lo supo desde hace mucho. Por eso cuando dice “vuelve los ojos locos” nos representa a todos. Cada día acarrea su lote de desesperanza y desventura. La inseguridad crece a pasos agigantados, ante la frenética inacción del Gobierno de Jerí. No se puede parar a los sicarios a punta de TikToks y entrevistas dignas de la Maja Desnuda o, como lo captó el genial Carlín, la Fiona de Shrek.
La eliminación de la contienda del partido de Los Niños y Malcricarmen Alva nos hace sonreír, pero el problema sigue intacto. Alberto Vergara, cuyas columnas mensuales se van a extrañar en este diario, me recuerda una frase de Marco Aurelio Denegri: “Hamlet en el Perú se volvería loco porque ser o no ser es la misma cojudez”. Ese es el punto. El Pacto Mafioso nos ha arrinconado de tal manera que pareciera no haber manera de escapar del cepo.
He citado en varias oportunidades —siempre a fin de año— un ensayo de Claudio Magris: Utopía y Desencanto. El escritor italiano escribe: “El desencanto es una forma irónica, melancólica y aguerrida de la desesperanza; modera su pathos profético y generosamente optimista, que subestima fácilmente las pavorosas posibilidades de regresión, de discontinuidad, de trágica barbarie latentes en la historia”. Exactamente donde nos encontramos hoy: en un periodo de regresión y trágica barbarie.
Sería ridículamente iluso creer que las próximas elecciones nos traerán algo mejor que lo actual. Todo está amañado para el continuismo de las mafias que se han adueñado de nuestro país. Pero sería igualmente peligroso sumirse en el pesimismo y la resignación. Es preciso recordar, una y otra vez, que hemos salido de peores desafíos existenciales para nuestra democracia. El Perú logró sobrevivir al primer Gobierno de Alan García y su no menos enloquecedora hiperinflación. Luego tuvimos a Sendero Luminoso, organización terrorista que puso en jaque la supervivencia de nuestra nación, desatando masacres que no hemos terminado de procesar (en todos los sentidos de la palabra: procesar en los tribunales y en nuestras mentes). Cuando parecía que recuperábamos la paz, fuimos descubriendo que Fujimori y Montesinos habían capturado el Estado y corrompido sus instituciones.
A todas esas amenazas gravísimas para la supervivencia del Estado de derecho, las derrotamos cuando supimos unirnos y combatirlas. Sería ingenuo, por no decir tonto, desconocer la ironía cruel de que la hija del dictador es la principal responsable, desde el 2016, del desastre que hoy nos amenaza. La mayoría lo sabe y por eso todos los actuales candidatos a la presidencia tienen el sueño húmedo de pasar contra ella a la segunda vuelta. Ya es una tradición peruana derrotarla.
Lamentablemente, la otra tradición es que ella logra, mediante su bancada, vengarse de la injuria narcisista de la derrota ejerciendo el poder desde la sombra del Parlamento. Cierto, hay muchos motivos para caer en la depresión, que cancela la perspectiva de un futuro mejor. Permítanme recurrir una vez más a la respuesta psicoanalítica en casos análogos en la intimidad del consultorio. Cuando un paciente te hace sentir incapaz de prestarle ayuda, carente de herramientas y lucidez para ayudarlo a salir del hoyo negro en el que está sumido, es menester entender esa tristeza, esa impotencia en nosotros mismos, como una comunicación inconsciente de lo que el paciente sufre. Es ahí que debemos buscar las claves para el cambio. Nosotros le llamamos contratransferencia. Si logras revertir esa parálisis y transformarla en un trabajo de elaboración conjunta, estás por buen camino.
Esta analogía tiene sus límites. En la actual situación política infestada de corrupción y violencia, no es con los responsables de la misma que tenemos que trabajar. A esos hay que erradicarlos, pues son la gangrena para la cual no hay remedio. La lucha que debemos dar, en primer lugar, es en cada uno de nosotros. Si tiramos la toalla, ellos, los corruptos y mafiosos, habrán ganado. Lo primero, entonces, es no votarlos, pero sí botarlos. Este acto de limpieza, de desinfección para seguir con la metáfora médica, es prioritario. Por eso la consigna #PorEstosNo es nuestro superpoder.
Si logramos que una cantidad significativa de esos hipócritas que dictaron leyes en favor de las organizaciones criminales y están descabezando el sistema de Justicia no pasen la valla, ya tendremos un triunfo significativo. Aunque falta poco para las elecciones, ya se sabe que en el Perú estos periodos de decisión, en donde los votantes tienen la palabra, son de una intensidad fulgurante. Es el momento de aprovecharlos por el bien común.

Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".