Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".
En 1959, el filósofo marxista alemán Ernst Bloch escribió la obra cuyo título he tomado prestado para esta nota. Para Bloch, la esperanza es más que una emoción: es una fuerza esencial, una categoría filosófica y política que se manifiesta hasta en los sueños de cada noche. Los sueños, como sabemos por experiencia todos, no siempre se cumplen. Por el momento, en el Perú pareciera que lo que se está realizando es una pesadilla. Aunque también podría decirse que estamos viviendo en el sueño de un dictador o dictadora.
La podredumbre en la que proliferan los engendros que a diario surgen producto del contubernio del Pacto Corrupto, como los orcos en El Señor de los Anillos, pareciera no tener límites. Tal como lo afirma Rosa María Palacios en su columna dominical en este diario, “todavía podemos perder mucho más”. Tanto la presidenta Boluarte como la mayoría de congresistas pretenden sacarnos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Bajo el pretexto de la defensa de la soberanía del Perú, lo que les interesa es aislarnos del sistema internacional de justicia. Su único objetivo es garantizar su impunidad, pues saben que cuando termine este régimen tendrán que rendir cuentas por el saqueo y los asesinatos cometidos.
Lo irónico del asunto es que, mientras tanto, personajes de ese entorno, como el alcalde López Aliaga, no tienen el menor problema en acusar de asesinas, mentirosas y ladronas a periodistas como Clara Elvira Ospina o la citada Rosa María Palacios. No todos los integrantes del pacto que intenta sacarnos de otro pacto –el de San José– son tan desbordados en sus discursos.
El alcalde de Lima ha pasado de exhibir su mortificada religiosidad a insultar a sus críticos. Parece que sus asesores de campaña electoral le han recomendado que salga del rollo chupacirios y se inscriba en el de agresivo difamador. Pueden difamar sin que se les mueva un pelo porque confían en que sus discursos no tendrán consecuencias legales. Los constantes exabruptos del burdomaestre –perdón, burgomaestre– son tanto una manifestación de su descontrol verbal como de la confianza que tiene en el control que ejercen sobre los mecanismos regulatorios de la justicia peruana. Esto no es del todo cierto, pero confían en lograrlo. Por eso es que les interesa tanto desvincularnos de los pactos internacionales suscritos por el Perú. “Liberados” de esos compromisos, pueden despacharse sin freno alguno.
Para un psicoanalista, no es casual que el llamado Pacto Corrupto esté integrado por personajes virulentos que no se incomodan con principios éticos de convivencia. Precisamente esos que están refrendados en el sistema legal. Para decirlo de manera más clara: los jefes de la mafia y sus sicarios de confianza no tienen la misma job description que un funcionario empresarial. Si hubiera un LinkedIn para jefes de organizaciones criminales, las competencias no serían las mismas que las solicitadas para un cargo de alto o bajo rango en el mundo que se reúne en CADE.
Pero la ironía no se detiene. Esos personajes cuya psicopatología me abstendré de describir nos gobiernan a todos. Así sea que lo que hacen es llevarnos al lado contrario: al desgobierno que estamos sufriendo los peruanos.
Entonces podemos retornar al Principio Esperanza de Bloch. No podemos impedir que sigan robando y destruyendo el sistema institucional que tanto trabajo nos ha costado reconstruir. Lo que está en nuestras manos es esperar lograr un cambio, incluso con las reglas “intervenidas” con las que pretenden manipular las elecciones del 2026. Aun así, seguiré insistiendo con obstinación en este punto: no las tienen todas consigo. Es obvio que van a intentar todo para permanecer en sus palacios de asalto al erario público y violación de las normas legales elementales. Todo esto no solo insultando con odio, tal como lo explica el periodista Josué Chávez Cardoza en un artículo de La República dominical, sino haciéndolo con una estrategia ramplona. Creen que repetir “caviares, terrucos, ladrones, asesinos” les dará la popularidad que les sigue siendo esquiva. Al punto que ya comenzaron a prohibir a las encuestadoras que se mencione a Martín Vizcarra, por ejemplo. Esta medida es análoga a la etapa infantil en que un niño piensa que un juguete no existe si se le tapa con un cojín.
Es ese nivel de inmadurez política y negación de la realidad, uno de los anclajes de la esperanza. No nos estamos enfrentando a una dictadura férrea como la norcoreana, venezolana, cubana o la de ciertos países bajo el dominio de regímenes teocráticos. El gran problema del Pacto Corrupto es que son absolutamente impopulares. El tiempo que resta para las elecciones les permitirá hacer mucho daño al país, pero no que la mayoría deje de repudiarlos. Esa ecuación los enloquece de angustia y alimenta nuestra esperanza.
Es evidente que costará muchísimo esfuerzo y valentía enfrentarse a fuerzas inescrupulosas y desesperadas. Eso los hace muy peligrosos. No les queda otro camino que intensificar los discursos de odio, los que probablemente pasen de discursos a acciones de odio, tal como lo ha señalado António Guterres, el secretario general de Naciones Unidas. Ya lo hicieron con las masacres de fines de 2022 e inicios de 2023, de modo que no sería algo nuevo. Asimismo, la ley de amnistía para los militares que cometieron atrocidades como la matanza de Accomarca es un pasaje al acto. Pero también es un reconocimiento del terror que le tienen al hartazgo de una población que encuentre la manera de liberarse de su sometimiento.

Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".