Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".

La desvinculación como patología social, por Jorge Bruce

Solo un discurso maníaco podría afirmar que vamos por el camino correcto. La iniciativa “Tejiendo Ciudadanía”, reunida en la PUCP, constata exactamente lo opuesto. (...) Eso es a los que nos enfrentamos. Una genuina patología social en la cual la población es abandonada a la violencia de las diversas bandas que compiten entre sí para controlar el territorio y ganancias de cualquier ámbito. Sin embargo, iniciativas como ésta o resistencias como las del Poder Judicial, son pequeñas luces de esperanza.

El siglo XXI se anunciaba auspicioso para el Perú. Derrotamos a una dictadura que durante un largo periodo parecía invencible: Montesinos y Fujimori terminaron en la cárcel. Desde entonces tuvimos un periodo que, para nuestra Historia, parecía inimaginable: el de la sucesión de Gobiernos democráticamente electos. A esto se añadió un proceso de crecimiento económico que logró una disminución considerable de la pobreza en el país. Todo parecía ir sobre ruedas. No es que nuestros problemas más acuciantes, en términos de desigualdad, racismo o clasismo, hubieran desaparecido. Seguían ahí, pero, por primera vez, había una esperanza de mejora.

Hasta que, en el 2020, llegó la pandemia de COVID. De la noche a la mañana, descubrimos lo que este fenómeno del “chorreo” había descuidado por completo. La carencia de infraestructura hospitalaria y médica nos estalló en la cara. En particular a los más vulnerables. Un problema que debieron enfrentar incluso las naciones más desarrolladas del planeta, a nosotros nos produjo un daño social irreparable. La falta clamorosa de oxígeno y camas UCI, así como de personal médico, desembocó en una tragedia que estamos lejos de haber podido elaborar.

Cuando parecía que habíamos emprendido el camino del progreso y el ansiado bienestar social, murieron más de cien mil peruanos. Estos números superaban a los del Conflicto Armado Interno, un duelo que tampoco habíamos elaborado en profundidad. Descubrimos que el crecimiento económico, sustentado únicamente en la exportación de materias primas y la agroexportación, era de una extrema fragilidad. La injusticia recuperó su sitial -en realidad nunca lo había perdido, solo estábamos negando su vigencia- y el espejo social volvía a mostrarnos esa imagen desoladora de una nación incapaz de cuidar a los más necesitados, que son mayoría.

Luego vino el desastroso Gobierno de Castillo y su ridículo golpe de Estado. A esta desgracia le sucedió, por increíble que parezca, otra peor. Un Congreso digitado por mafias ilegales como la minería, el transporte, el narcotráfico o la tala de la Amazonía, digitó a su vez a un Ejecutivo de sombras chinescas en la pared. El problema es que esas sombras no se limitaron a obedecer órdenes. Puesto que no podían gobernar, se dedicaron a medrar con las migajas que les dejaba el Legislativo. ¿Cómo se explica que una Presidenta tan incompetente y falaz como Boluarte pretenda duplicarse el sueldo?

Es parte de la misma fascinación por relojes costosos, cirugías estéticas y viajes no siempre autorizados por sus jefes. Todo esto aderezado con mentiras tan grotescas y violentas, como el Premier Adrianzén afirmando que carecían de veracidad las noticias del secuestro en Pataz. Esto lo dijo cuando los trece jóvenes yacían asesinados en un socavón.

Solo un discurso maníaco podría afirmar que vamos por el camino correcto. La iniciativa “Tejiendo Ciudadanía”, reunida en la PUCP, constata exactamente lo opuesto. Su consultor, Samuel Rotta, lo explica en un artículo dominical de este diario: “La sensación de abandono y de maltrato ha sido otro elemento que se ha expresado de distintas maneras en los tres foros realizados. Los testimonios de servidores públicos responsables de atender a la población directamente, reclamando ausencia de recursos para, por ejemplo, implementar campañas informativas ambiciosas; las palabras de personas usuarias de servicios públicos frustradas por no recibir el trato humano que merecen; o las declaraciones de líderes indígenas compartiendo su miedo a que algún sicario pagado por alguna organización criminal les dispare en cualquier momento, salpicaron discusiones de carácter técnico y permitieron aterrizarlas.”

Eso es a los que nos enfrentamos. Una genuina patología social en la cual la población es abandonada a la violencia de las diversas bandas que compiten entre sí para controlar el territorio y ganancias de cualquier ámbito. Sin embargo, iniciativas como ésta o resistencias como las del Poder Judicial, son pequeñas luces de esperanza. También esta soledad permite entender mejor la inmensa alegría que ha producido, en particular a los católicos de Chiclayo, la elección de un papa tan identificado con esa tierra del norte, que se tomó la libertad de saludarlos con cariño, urbi et orbi, al asumir su papado en la plaza del Vaticano.

En este panorama deprimente, el silencio de los poderes económicos legales es atronador. La estrategia de no hay que decir nada porque se ha retomado el crecimiento económico, no solo es antipatriótica: es peligrosa para ellos. La minera La Poderosa lo ha experimentado en carne propia y se ha pronunciado exigiendo que los Gobiernos Regionales y nacional asuman su responsabilidad. Pero una golondrina no hace el verano ni fomenta la paz social.

La patología social a la que alude el título de esta nota tiene como uno de sus efectos más nocivos la desvinculación: no es mi problema. Esa actitud no es nueva en el Perú. La hemos visto ejercida muchas veces en nuestra Historia. Y los resultados siempre han sido nefastos. Desde la guerra con Chile hasta la que nos enfrentó a Sendero Luminoso, cada vez que los sectores más poderosos pensaron solo en su conveniencia inmediata, el resultado ha sido un país cada vez más injusto y, a la postre, inhabitable.

Por el contrario, cuando hemos actuado al unísono, salimos adelante. Lo cierto es que esto ha sido, en la mayoría de oportunidades, gracias al sacrificio de algunos valientes. Como los periodistas que se tumbaron al Sodalicio, luchando contra fuerzas que los superaban en capacidad económica y conexiones con los que cortan el jamón. El papa León XIV -cuyo nombre me recuerda un pésimo chiste escolar, referido a que alguien le puso a su hijo el nombre Camote Tigre XIV en homenaje al papa León XIII- no puede hacer milagros. Lo que sí puede hacer es inspirarnos para luchar por una salvación no celestial, sino territorial y ciudadana.

Jorge Bruce

El factor humano

Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".