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El dúo Pimpinela de palacio, por Augusto Álvarez Rodrich

Por el honor de Nicanor, Dina pone en riesgo a su gobierno.

La fraternidad puede, en ciertas circunstancias, generar problemas y hasta el colapso del proyecto entre hermanos, como experimentarían en estos días los Boluarte, Dina y Nicanor.

“Dejen de difamar a mi hermano”, pide Dina, pero ‘Cuarto poder’ ha confirmado la influencia del hermanísimo en el sistema de prefectos para formar un partido que recoja el legado de su hermana, como si algo así pudiera haber.

El reino de Nicanor es el de los prefectos —a los que puso a marchar en el desfile de fiestas patrias—, pero el dominio de este hermanón está en muchas más áreas de la administración.

El sueño de la tienda política propia es una aspiración absurda en este caso porque, en vez de formar un partido para el futuro, Dina debería hacer un gobierno para el presente mejor que el muy mediocre de hoy solo para durar.

Dina es una náufraga que sobrevive políticamente en una balsa con destino a cualquier orilla del 2026, aspiración que siendo legítima y constitucional, salvo para algunos nostálgicos del Gilligan que encalló en la isla Barbadillo, y enfrenta al tiburón de la impopularidad.

Su fortaleza está, sin embargo, en las aguas mansas de un congreso que comparte camarote y una oposición de ineptitud cómplice con la travesía.

La vigencia de los prefectos también es absurda y anquilosada. Es de otros tiempos. Hoy el país está interconectado y hay gobernadores y alcaldes que convierten al prefecto, como represente de la presidencia de la república, en figura promiscua pues solo sirve al interés político particular del mandatario. Como lo manifiesta don Nicanor.

Dina lo niega, pero la evidencia la desmiente, arriesgando una presidencia muy frágil. Una denuncia de corrupción en su entorno sería un exocet a la línea de flotación de la balsa del naufragio. Lo de los prefectos de hoy no es la primera, antes hubo la del alcalde de Nanchoc, Cajamarca, y no será la última. La oficina de prefectos de Dina parece la calle Sarratea de Pedro.

Entre la competencia trágica de Caín y Abel, y la cooperación graciosa de Merlina y Pericles Addams, pasando por la relación enigmática de Luke y Leia, el nexo de hermanos es comprensible y complejo, pero, a veces, riesgoso, como podría terminar el del dúo Pimpinela que canta hoy en palacio.

Augusto Álvarez Rodrich.

Claro y directo

Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.