Habría que tener escaso conocimiento del mundo empresarial, ser muy ingenuo, o padecer una ideologización testaruda vacunada de toda evidencia, para comerse el nuevo cuento narrado anteayer por Petroperú con una sopa de números engañosa que oculta la verdad con el fin de obtener otro rescate millonario de esta empresa quebrada, que su presidente llama, como si trabajara en Los Chistosos de RPP, “soporte del accionista”.
El accionista es, obvio, el estado que el presidente de Petroperú olvida que es una etiqueta que esconde a todos los peruanos que así nos ponen a ordeñar a la vaca de la que saldrán los recursos para que siga existiendo a costa del interés público y para el beneficio particular de unos pocos.
Estos privilegiados incluyen a proveedores corruptos —como las visitadoras de Sarratea—; gerencias sin capacidad de actuar con eficiencia por la politización de sus decisiones debido a la injerencia perjudicial de políticos con objetivos lejanos al bien común; sindicatos poderosos con frecuencia al servicio de mafias; y la ilusión absurda de quienes se sienten al servicio de la creencia ideologizada de que la participación empresarial del estado se debe preservar a toda costa, incluso de la ineficiencia, la corrupción y la evidencia.
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Peor aún, el presidente de Petroperú insinúa intereses particulares comerciales en las críticas a la empresa, lo cual es, justamente, lo que guía a esta.
Claro que puede haber empresas estales eficientes, y en el mundo y en el Perú hay ejemplos de ello. Pero no ha sido el caso de Petroperú, acostumbrada a ser la despensa del gato corrupto.
Su defensa indeclinable por parte de la izquierda es una expresión de escaso conocimiento de que lo más relevante no es la propiedad de una empresa —pública o privada—, sino la capacidad del estado de regularla con el fin de que su desempeño esté alineado con el interés general, y de utilizar apropiadamente sus utilidades para el beneficio de objetivos sociales.
En vez de plantear un plan que le dé un rumbo a Petroperú que no dependa de la teta estatal, su directorio insiste, mismo MEF, en una contabilidad creativa que profundiza el desprestigio de la principal empresa estatal, y ratifica las críticas que le hacen.
Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.