Los empresarios chilenos se sintieron “descolocados”, según propia confesión, luego de escuchar al presidente de Chile, Gabriel Boric, delinear lo que se ha pasado a conocer como la Política Nacional del Litio, que rápidamente fue renombrada en el exterior como la “nacionalización” del metal. La fuerte presencia estatal en el nuevo modelo de explotación de este estratégico elemento químico anunciado ayer aún no ha sido cuantificada por el mandatario.
Boric explicó que se creará una empresa del Estado que participará en todos los niveles del proceso: exploración, explotación, producción de baterías, etc. En el camino se generarán alianzas público-privadas y se buscará la participación de la comunidad aledaña para construir los círculos virtuosos que conviertan al litio en el gran promotor de desarrollo sustentable para el país. Esta política aún tiene que ser aprobada por el Congreso.
Las primeras críticas a la propuesta produjeron efectos inmediatos en las acciones de empresas asociadas al litio, cuyas cotizaciones cayeron dramáticamente en la Bolsa.
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Chile es uno de los diez países con mayores reservas de litio en el mundo. En América Latina, comparten este ranking Argentina y Bolivia. Se estima que el auge del metal crezca a la par de la producción de automóviles eléctricos, que van a ir reemplazando a los vehículos impulsados por combustible.
A la reacción negativa del mercado interno se sumaron los análisis de medios especializados, como el Financial Times, que advirtió a Boric ser cuidadoso, en “no matar a la gallina de los huevos de oro”.
Queda por ver cómo se propone la alianza público-privada. Lo que sí ha quedado establecido es que se adoptarán todas las medidas para evitar el daño medioambiental en los salares, de donde se está extrayendo el mineral. En el 2022, el litio se convirtió en el producto que más aportó al PBI, después de los derivados del cobre, del cual Chile es primer productor mundial.
Esta medida del hermano país del sur, sin duda, tendrá efectos en la región, aunque algunos como el propio Chile, Argentina o Bolivia, ya tienen experiencia acumulada en la exploración y explotación del preciado metal. En el Perú aún se está impulsando una incipiente industria, que no tardará en cobrar importancia.