Opinión

Tecnotrafa, por Mirko Lauer

"La AI está de furibunda moda, y a una parte del público no parece importarle mucho ser engañado, ni por el chatbox ubicado entre el papel de oráculo cibernético y diálogos con el usuario que parecen reales".

Algunos gobiernos (se menciona a Venezuela, a China) están utilizando periodistas fake para promover en pantalla las bondades de su gestión económica. ¿Por qué lo hacen? ¿Se ha vuelto imposible obtener el servicio de carne y hueso? Siempre han existido desinformadores profesionales en el periodismo, pero quizás hoy su cantidad no da abasto para la tarea.

Que los promotores en pantalla no sean gente de a verdad, sino producto de algunos avances en la inteligencia artificial, le da a los mensajes un cierto aroma a ciencia ficción. Así, no solo el gobierno está formidable, se nos desinforma, sino que emisor y espectador están entrando a una nueva era, que ya no es trafa, sino AI.

Por lo pronto no es tan difícil detectar que los periodistas-propagandistas son fake. Aparecen de la nada, no tienen más historia o contexto que su mensaje, y por lo general hay en la artificialidad algo que se traiciona por un exceso de naturalidad. Aunque quizás los organizadores del evento están contando con eso.

La AI está de furibunda moda, y a una parte del público no parece importarle mucho ser engañado, ni por el chatbox ubicado entre el papel de oráculo cibernético y diálogos con el usuario que parecen reales. Quizás no importa tanto que el periodista mienta como un descosido, si es un mensajero tecnológico del futuro.

Los problemas van a comenzar cuando se empiece a difundir la suplantación convincente de figuras públicas, como ya se está empezando a intentar, y con la aparición de políticos fake fabricados a la medida de la opinión pública, promoviendo sus propias candidaturas. ¿Hay algo de malo en eso? Dirán algunos. Hay un Partido Artificial en el horizonte.

Quizás los nuevos inquilinos no son tan novedosos, puesto que su papel es replicar la clásica difusión de mentiras sobre gobiernos. El cambio es laboral: la AI no se aburre de repetir, no se fatiga, no existe el peligro de que el robot cambie de ideas y se pase al bando enemigo. Incluso puede llegar a ser más barato que un periodista real.

El mercado de la desinformación viene creciendo y modernizándose de siglos atrás. Estos afiches parlantes de la pantalla no son sino perfeccionamiento y puesta al día. ¿Cuántas veces tenemos que escribir en nuestra pantalla personal “No soy un robot” para seguir con el trámite?