¿Por qué Lima?, por Mirko Lauer
“Es poco probable que esta “toma de Lima” vaya a tener el potencial derrocador de aquella marcha de los cuatro suyos que inauguró el milenio con Alejandro Toledo a la cabeza. Pero sin duda va a ser un hito en las relaciones, siempre tirantes, entre la política del sur andino y la de Lima”.

Que la protesta del sur esté llegando sincronizada con el aniversario de Lima tiene que ser una coincidencia. Pero el destino que todo ello ha elegido es significativo. Concentrarse en una de las principales ciudades del sur no hubiera tenido el mismo efecto para los organizadores. Además la rivalidad regional hubiera creado asperezas.
Hasta aquí la norma ha sido que la localidad en protesta reclame la visita de un alto dignatario, un ministro, o incluso el presidente. Esta es una forma de cargo cult para traer a casa el poder del centralismo, aunque sea por un ratito. Marchar a Lima es un gesto más intenso, algo así como enfrentar a ese poder en su zona de confort.
Hay la idea de que los principales medios están en Lima y que prestan atención preferente a lo que sucede en la capital. Esta es una verdad a medias, pues muchos focos críticos de lo social y lo económico, y por tanto de lo político, están fuera de Lima. Además radio y TV locales de las regiones son una fuerza que mueve el país, como estamos viendo.
Hay diversas maneras de aproximarse a Lima. Tomar la capital fue una aspiración de los incas recién conquistados, y luego la de medio milenio de revolucionarios. Llegar hasta ella para encontrar oportunidades personales ha sido el motor de una constante migración. Dejarse ver en Lima es dejarse ver por todo el país, piensan algunos.
Las fotos periodísticas de las marchas hacia Lima muestran grupos grandes y animados, que transmiten la sensación de que la parte más rabiosa de la protesta ha quedado atrás. Camiones, buses y camionetas pick-up bastante nuevos. En Juliaca la diva folklórica Yarita Lizeth puso su bus a disposición de los viajeros.
¿Qué va a pasar ahora? Es poco probable que esta “toma de Lima” vaya a tener el potencial derrocador de aquella marcha de los cuatro suyos que inauguró el milenio con Alejandro Toledo a la cabeza. Pero sin duda va a ser un hito en las relaciones, siempre tirantes, entre la política del sur andino y la de Lima. No son las primeras marchas coordinadas (los mineros, por ejemplo, tienen una larga experiencia), pero sí las que están logrando definir un nuevo contexto nacional.



