Pesca artesanal a vela, una tradición sostenible que se resiste a desaparecer
Cabo Blanco. Al norte del Perú, los pescadores se impulsan con el viento para lograr la pesca del día, en medio de la escasez y la incertidumbre de si algún día se volverá a pescar como antaño. La Gran Regata del Siglo es una de las competencias que revaloran esta pesca, declarada Patrimonio Cultural de la Nación y que será priorizada en las cinco millas antes que los bolicheros, según una nueva ley aprobada.
Piensas que no podrás llegar al puerto seguro, quizá te has olvidado quién es tu capitán. Confía marinero dale a Él el timón, Él guardará tu vida y toda tu embarcación (…), cantan y aplauden locales y visitantes, frente a la imagen de San Pedro, patrón de los pescadores, quien se aventurará al mar al día siguiente (el pasado jueves 29 de junio).
Faltan pocas horas para celebrar el Día del Pescador, en la Caleta de Cabo Blanco —El Alto, Talara—, pero también para dar inicio a una nueva edición de la Gran Regata del Siglo, una competencia de vela en donde los pescadores artesanales de El Ñuro, Talara, entre otras zonas, sacan a relucir toda su experiencia en el arte y la tradición de dominar al viento. Organizaciones como H2Oceanos y Oceana Perú promueven su realización.
De padres a hijos
“Desde que estábamos en el colegio, desde los 12 años, nuestro padre nos empezaba a llevar a las faenas de pesca para ir viendo cómo era el movimiento allí en el mar”, cuenta Ubaldo Tume (44), natural de Cabo Blanco, quien junto a sus 3 hermanos participará de la regata en la embarcación “San Miguel Arcángel”.
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La práctica de pesca con veleros artesanales surgió en tiempos prehispánicos y sobrevivió gracias a la transmisión de estos conocimientos de una generación a otra y ha sido el eje fundamental de estas sociedades.
Los botes y balsas no solo sirvieron para el transporte sino también para perfeccionar diversas técnicas de pesca con la que obtenían recursos para alimentarse, como sigue sucediendo hoy en día.
Por haber perdurado en el tiempo, adaptándose a los cambios ambientales de forma sostenible —ya que no requiere el uso de un motor ni de combustible fósil—, que no perturba a la gran variedad de especies que se reproducen en esta zona del mar tropical del pacífico, además de ser parte del estilo de vida y la identidad cultural de las familias de pescadores de Cabo Blanco y El Ñuro, desde hace 5 años fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación por el Ministerio de Cultura (Mincul).
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Tradición. Pescadores llevan a San Pedro al mar para dar inicio a la procesión acuática. Foto: Jackeline Cárdenas/La República
Además, la Ley 31749 recientemente aprobada, que prioriza la pesca artesanal y ancestral dentro de las cinco millas, también será clave en la preservación de esta actividad, pues en toda esta zona solo se utilizarán aparejos que no dañen el ecosistema, y las embarcaciones de cerco mecanizado de menor escala (32,6 metros cúbicos de capacidad de bodega) deberán operar a partir de la milla tres.
Cada vez menos pesca
Al presidente del Gremio de Pescadores de Cabo Blanco, Carlos Chapilliquen, le preocupa que las pesca ya no sea la de antaño, cuando esta caleta se convirtió en uno de los principales destinos de la pesca deportiva en el mundo. Ni el autor de El viejo y el mar, Ernest Hemingway, se resistió a conocerla.
Pero tiene esperanza de que algún día podrá enseñarle a sus nietos a pescar. “Izamos la vela, con la fuerza del viento corremos, mientras más viento más pesca, es por eso que en esta caleta tenemos el récord mundial del merlín negro más grande de 1.560 libras (707 kilos). Yo creo que va a ser imbatible porque ya no hay ese tipo de merlines. Así que estoy bastante preocupado porque la pesca va decayendo”, explica.
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Por su parte, Marcelino Gonzales, presidente del Gremio de Pescadores de El Ñuro, señala que las capturas de jurel, caballa, peje, son cada vez más escasas porque las embarcaciones de mediana escala, conocidos como boliches y arrastreras, barren con todo a su paso dañando de forma permanente el ecosistema.
“El cambio climático también está afectando a algunas especies”, precisa Gonzales, pero a pesar de la adversidad, no caen en la tentación de usar otros métodos de pesca o tecnología que les ayudaría a capturar más. “Para nosotros es suficiente tener una vela que nos va a permitir ir y venir, y saber a dónde vamos a llegar”, recalca.
Para el dirigente de Cabo Blanco, la escasez de recursos también tiene que ver con la explotación petrolera en la zona, que inició a principios de 1900. “Se debe hacer mantenimiento a todas las plataformas petroleras,” demanda.
Chapilliquen explica que no comparte la posición de los pescadores de Los Órganos, donde hay oposición de retirar la plataforma MX1 debido a que se ha formado un arrecife artificial; para él el peligro es mayor si se mantiene ya que son estructuras corroídas que en cualquier momento pueden colapsar y ocasionar daños mayores. Esta es otra de las problemáticas pendientes de resolver por parte de las autoridades en esta zona del país.
Una carrera más
Llegó el día. Es jueves 29 de junio, y mientras se desarrolla la misa en la capilla de Cabo Blanco, entre las lecturas bíblicas irrumpen las voces de protesta de un grupo de 20 pescadores, que se dirigen al desembarcadero pesquero artesanal. Quieren ingresar, pero los policías les impiden el paso.
Ya en la puerta, argumentan que están en contra de la contaminación del mar por parte de las empresas petroleras; sin embargo, ellos mismos nos confirmaron que una parte del grupo son bolicheros y también se oponen a la ley 31749, pues “no cuenta con la opinión de las entidades técnicas” y porque solo se consideró la voz de “10 pescadores”. Cuando en realidad la ley fue impulsada por más de 30 gremios de pescadores de todo el litoral y el Ministerio de la Producción (Produce) se encuentra elaborando el reglamento para su aplicación.
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El grupo, por ahora, desplaza su protesta a orillas del mar, donde a pocos metros, San Pedro es embarcado para dar inicio a la procesión acuática, costumbre que se repite en todo el litoral peruano. En su retorno, se enarbola la bandera del Perú dando aviso a las 16 embarcaciones que compiten en la regata que pueden partir. Las velas se extienden y empiezan a avanzar rápidamente.
Para antojar. Carlos Periche y su ceviche de doncella. Foto: Oceana Perú
Desde el muelle, más de 200 personas observan la salida y aguardan con paciencia el regreso de la primera embarcación en compañía de los piqueros de patas azules, zarcillos y pelícanos, así como las tortugas marinas y lobos que suelen nadar cerca, a la espera de que algún pescador les lance alimento, como sucede en un día normal.
“San Miguel Arcángel” es la primera nave en llegar, bajan la vela y sus tripulantes alzan los brazos en señal de victoria. Algunas horas después, luego de levantar la copa, David Tume (42)—hermano de Ubaldo y capitán de la embarcación— cuenta que él mismo armó y cosió la vela que lo hizo ganar.
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Confiesa que aunque tiene un hijo de 11 años, prefiere que continúe estudiando porque la pesca “ya no está como antes”, pero él seguirá pescando “hasta que Dios lo permita”, finaliza. Así sea.
Falta precisión sobre lo ancestral
Enfoque. Daniela Laínez, ecóloga social
En Perú, la pesca ancestral se remonta a 8000-5000 a. C. ¿Qué la caracteriza? Las herramientas rudimentarias y selectivas como el anzuelo y redes pequeñas que anteceden al uso de embarcaciones. Sin embargo, la ley n°. 31749 toma como único criterio para definir lo ‘ancestral’ a la pesca embarcada reconocida por el Mincul.
¿Dónde queda la pesca no embarcada? Aquella que desde la orilla solo utiliza anzuelo, cordel y canasta, como lo hacían en Caral. O la pesca de conchas negras en Tumbes, Patrimonio Cultural de la Nación que no usa embarcación.
¿Dónde queda la pesca embarcada aún no reconocida por el Mincul? Como la pesca en balsillas de madera balsa, sucesora de las grandes balsas veleras en las que se dio nuestro primer encuentro con occidente.
Si no enmendamos la definición desde un enfoque histórico y antropológico, el próximo ‘Registro de Pescadores Tradicionales Ancestrales’ podría marginar pescadores de prácticas culturales cruciales para la sostenibilidad y seguridad alimentaria, que nos ofrecen la pesca de mejor calidad y sabor.