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Domingo

José Luis Pérez Guadalupe: “Si un católico o evangélico entra a la política es para hacer política no religión”

El experto opina que la Iglesia Católica debería renunciar a los 3 millones de soles que recibe del Estado por una cuestión de imagen.

José Luis Pérez Guadalupe es sociólogo, investigador de la Escuela de Postgrado de la Universidad del Pacífico y experto en movimiento religiosos.
José Luis Pérez Guadalupe es sociólogo, investigador de la Escuela de Postgrado de la Universidad del Pacífico y experto en movimiento religiosos.

Católico confeso, el sociólogo José Luis Pérez Guadalupe lleva años investigando a los grupos religiosos en el Perú. Le ha puesto la lupa al movimiento evangélico, que desde los años noventa ha tenido un crecimiento importante, y que hoy se abre paso en la política: han estado detrás de agrupaciones como Con Mis Hijos No Te Metas, que puso en jaque a varios ministros; sus líderes han obtenido curules en el Congreso; y, en estas elecciones se aliaron con el ala más conservadora de los católicos para impulsar su ‘agenda moral’. En esta segunda vuelta, Castillo y Fujimori también se quieren congraciar con el voto de “los hermanos”, que, como menciona Pérez en su libro Evangélicos y Poder en América Latina, dejaron de ser apolíticos y han salido al mundo a competir por votos.

¿Qué peso han tenido los grupos religiosos en estas elecciones?

La religión siempre ha tenido un peso en la política peruana, pero lo que vemos en las últimas décadas es un fenómeno nuevo y es el peso de los evangélicos en la política partidaria. Recuerda que, en 2016, Alan García inauguró el Te Deum Evangélico porque el pastor Miguel Bardales le profetizó que iba a ser presidente, y, en la campaña pasada, Keiko Fujimori firmó un pacto llamado “agenda social” con el pastor evangélico Alberto Santana. Si bien el número de evangélicos está creciendo y hoy representan el 17% de los peruanos, no existe un voto evangélico como tal, ellos van a votar como cualquier ciudadano, y, salvo algunas excepciones, cuando ven amenazado algo muy importante para ellos, su voto se volverá confesional o religioso. Lo particular de estas elecciones es que se han juntado con cierto grupo de los católicos para votar por una misma agenda moral.

Lo que sorprende es el poder político que han ganado los evangélicos, porque tampoco es que sean mayoría como menciona...

Pongamos las cosas en perspectiva: los evangélicos tienen participación partidaria activa en América Latina (AL), pero hasta ahora no han ganado una elección en el continente: en Guatemala, sus tres presidentes evangélicos no ganaron por su religión, y en Brasil, ganó Bolsonaro por el antivoto al PT (Partido de los Trabajadores). Además, los evangélicos tienen una subrepresentación en los Congresos de sus países: volviendo a Brasil, el país con más éxito de la acción política evangélica, el 32% es de esta religión, pero solo tiene 16% de congresistas. Aquí, en Perú, no hay una bancada evangélica como tal. Todavía no hay una identidad religiosa que se corresponda con una identidad política.

Este Congreso volverá a tener parlamentarios ultraconservadores, ahí está Milagros Aguayo, pastora evangélica y virtual congresista de Renovación Popular, que dijo que “Dios creó al hombre para ser el rey, el profeta y el sacerdote de su casa”. ¿A qué escenario nos enfrentamos?

Creo que la incursión religiosa en el Congreso no será tan determinante. Son pocos los evangélicos que tendrán una curul y los católicos conservadores que están con López Aliaga no son mayoría. Por otro lado, estarán los que se oponen a la agenda de género, al matrimonio igualitario y otros temas de la agenda progresista, pero son los conservadores de toda la vida. Este Congreso no va a ser más tóxico porque haya cuatro evangélicos que crean que la mujer solo sirve de “ayuda idónea al marido”, no, lo que se viene, podrá ser peor, pero no solo por el factor religioso.

En su libro Evangélicos y Poder en América Latina habla del ‘evangélico político’ como alguien que solo busca el beneficio de su grupo religioso más que el bien común, ¿a qué se refiere?

A ver, un verdadero político es el que piensa en el bien común, pero vemos que a la política entran diferentes grupos que defienden sus intereses particulares, y los tenemos de diferentes rubros: está el que tiene su universidad y forma un partido político y entra para defender sus intereses; y están también los grupos religiosos cuyo interés particular es convertir su agenda religiosa en agenda pública. Se han opuesto a las leyes del matrimonio igualitario, han protestado por el currículo escolar, rechazan el enfoque de género, pero pregúntales sobre otras cosas del país, no saben nada, no tienen un plan de gobierno, lo único que quieren hacer es moralizar la política.

Y hace falta mucho más que eso para gobernar...

Si un católico o evangélico entra a la política es para hacer política no religión, puede llevar su convicción religiosa, pero no es lo esencial. La política es la búsqueda del bien común no la defensa de tus intereses particulares o grupales. Yo puedo estar en contra del aborto, pero no como lo plantea López Aliaga, que quiere un Estado confesional, hacer lo que manda su iglesia, que las políticas públicas respondan a su agenda moral.

¿Y porqué es peligroso que la agenda moral de un grupo religioso defina las políticas públicas de un país?

El peligro es que tú desde tu convicción religiosa le exijas a otros, que no comparten tu religión, tus normas internas. Yo no puedo imponer que en Semana Santa nadie coma carne ni escuche música como lo hacían los católicos hace cincuenta años, o imagínate que los Testigos de Jehová ganen las elecciones acá, entonces no habría transfusión de sangre. A esos peligros nos puede llevar la imposición religiosa, o sea, a no diferenciar lo que es de Dios de lo que es del César. Una cosa es actuar como feligrés y otra como ciudadano.

Renovación Popular es el partido con más congresistas evangélicos ¿Cómo así la ultraderecha, con un candidato del Opus Dei como López Aliaga, logró aliarse con este grupo religioso?

El lado más conservador del catolicismo siempre ha sido antievangélico, pero ahora, curiosamente, los extremos se dan la mano, tienes al Opus Dei, al Sodalicio y a los conservadores hinchas de los grupos de Con Mis Hijos No te Metas, pero no se unen por lo espiritual, ni para leer la biblia y hacer labor social, sino para participar políticamente. Es claro que a López Aliaga y los evangélicos los une una agenda moral que se cristaliza en el voto ultraconservador. Pero, como dije, no demos por hecho que todos los evangélicos lo siguen. Las jerarquías, tanto de la iglesia católica y evangélica, no tienen capacidad de endose en sus feligresías.

Vayamos a los candidatos de esta segunda vuelta. ¿Cree que Fuerza Popular (FP) realmente comparte los valores de los evangélicos o que su alianza es por puro oportunismo?

El coqueteo de FP con los evangélicos no es de ahora. Hay grupos de pastores evangélicos, como los que han firmado el Pronunciamiento Evangélicos por la Democracia -que respaldan a Fujimori en estas elecciones-, que han estado con los fujimoristas desde campañas pasadas, no te olvides del pastor Julio Rosas que fue electo como su congresista en 2016. Que el partido se alíe por oportunismo o conversión, no lo sé, pero fíjate que, en su primera salida pública, tras la primera vuelta, Fujimori salió como la “hermana Keiko” citando a la Biblia, con música de fondo y diciendo que se “convirtió” en la cárcel. Este gesto es bien interesante porque le hizo un guiño al público de López Aliaga y a los evangélicos, un católico jamás haría eso, la manipulación religiosa me parece clarísima.

Aún no está claro si Pedro Castillo es evangélico, al menos su entorno familiar lo es, y se le vio en un mitin levantando una Biblia junto a un pastor evangélico, y esta semana recibió el apoyo de pastores cristianos...

Yo hablaría de Castillo como un evangélico cultural o “de hecho”, y no como un evangélico militante. Su familia, su esposa y sus hijos, son de la Iglesia del Nazareno, una denominación muy fuerte en el norte del Perú. En el desayuno electoral del 11 de abril, su hija hizo una oración netamente evangélica. Si Castillo fuese católico se habría persignado antes y al final, y no lo hizo. Y recuerda que cuando Rosa María Palacios le preguntó si está de acuerdo con el matrimonio homosexual, él responde citando a la Biblia, ¿qué católico le responde así a una periodista? Lo interesante, a diferencia de López Aliaga, es que en ningún momento ha hecho de su agenda moral un tema político. Él es netamente de izquierda, y lo de antiaborto, por ejemplo, creo que le viene por ser un campesino tradicional y conservador. Otro dato interesante es que nunca en AL ha habido un candidato que pase a segunda vuelta, que sea de izquierda radical, pero que sea provida, profamilia, y esté en contra de la ideología de género. Ese arroz con mango se está dando acá.

Otra alianza interesante ha sido la de los católicos de la Conferencia Episcopal y los grupos cristianos evangélicos que se han unido para redactar la Proclama Ciudadana ...

Lo evidente es que se ha reducido el anticatolicismo evangélico y el antievagelismo católico. Los más conservadores se están uniendo. Creo que el inicio formal de esta cercanía se dio en 2015 cuando Cipriani se alió con los grupos evangélicos para pronunciarse contra la aprobación del protocolo del aborto terapéutico. Esta alianza se ha venido cocinando.

Algunos dicen que uno de los errores de la izquierda progresista ha sido no considerar a los grupos religiosos como potenciales aliados, lo cual le resta votantes, ¿está de acuerdo?

No olvides que hubo cristianos de izquierda. Ahí tienes a Rolando Ames, a Henry Pease y a todos los de la Teoría de la Liberación. Pero lo cierto es que, en los últimos años, lo que más separó a los progresistas de los grupos religiosos ha sido la agenda de género, el aborto, el matrimonio igualitario, la eutanasia. Recuerdo que en mi época universitaria todos los académicos eran de izquierda y eran anticlericales, veían con soslayo el tema religioso, que es un absurdo, un gran error estratégico, porque más de 90% del pueblo peruano es cristiano, entre católicos y evangélicos.

Gane quien gane las elecciones, viene una etapa de oscurantismo para los valores progresistas como la igualdad de género, el respeto a las minorías LGTB+, los derechos sexuales y reproductivos...

Ya le estás poniendo un epíteto, ¿oscurantismo para quién? Creo que ha habido excesos y una radicalización del discurso de ambos lados [progresistas y conservadores], aunque los dos candidatos son conservadores, ¿quién podría estar en contra de la igualdad de género más aún en un país tan machista?

Pero cuando los ultraconservadores la llaman ideología de género, sí se están manifestando en contra...

Igual que del otro lado cuando los llaman “antiderechos”, ¿cuáles son los derechos?, ¿derecho al aborto? Para mí no es un derecho. Mira, ya me salió mi vena católica. Tampoco lo puedes imponer, si haces una encuesta, te apuesto que el 80% estaría en contra del aborto, salvo el terapéutico, que no es un tema moral sino médico. Una minoría no puede obligar a una mayoría.

¿Cómo se puede llegar a acuerdos con los ultraconservadores?

Creo que cuando estás ideologizado es difícil encontrar un diálogo y menos un consenso. La batalla será en el ámbito ciudadano, no religioso ni ideológico, ahí se van a tener que tomar los puntos intermedios: no al matrimonio igualitario, pero sí la unión civil, por ejemplo. En el Congreso no serán los núcleos duros de los conservadores o los progresistas los que definirán los temas sino los partidos del medio.

Periodista en el suplemento Domingo de La República. Licenciada en comunicación social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y magíster por la Universidad de Valladolid, España. Ganadora del Premio Periodismo que llega sin violencia 2019 y el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2017. Escribe crónicas, perfiles y reportajes sobre violencia de género, feminismo, salud mental y tribus urbanas.