El apu y el fin de la cuarentena

#Nuevanormalidad. Ahora que de a pocos nos aventuramos, no sin temor, a reanudar algunas actividades productivas, y mientras esperamos que las cifras de contagios y muertes por Covid-19 caigan, es momento de asomarnos a otro de los efectos de la crisis: el deterioro de un sector de la población que había dejado atrás los índices de pobreza monetaria. Como lo explica Carolina Trivelli en esta edición, tuvimos éxito en sacar a miles de familia de la pobreza, el tantas veces voceado crecimiento económico del país fue real, pero también fue precario. La clase media que surgió de ese proceso era débil, no pasaba hambre, pero a duras penas podía acceder a servicios básicos y a una vivienda digna. Lo confirmarán los expertos del MEF y los estudiosos de la cifras del INEI, pero lo más probable es que ese segmento de la población haya vuelto a empobrecerse y hoy vuelva a encarar una situación que en los análisis ya había superado. Esa también es la nueva normalidad. Las carencias han aumentado y nuevas demandas se ven en el horizonte.
#SantiagoManuin. Sobrevivió a ocho disparos de bala recibidos en defensa de sus tierras durante el Baguazo. Catorce años después, su cuerpo, debilitado por la diabetes, no pudo sobrevivir al virus. Santiago Manuin falleció esta semana, después de vivir en carne propia las desigualdades de un sistema para el que la situación de los pueblos indígenas ha sido la última preocupación que atender durante la pandemia. La familia de Manuin rogó durante días que atendieran al patriarca awajún, primero en Santa María de Nieva y luego en Bagua, de donde fue trasladado, tardíamente, al Hospital Luis Heysen de Chiclayo. “El gobierno se olvidó de nosotros”, dijo su hija, tras el deceso, a una radio local. Solo hasta el 23 de junio, más de 3,100 indígenas habían sido contagiados y 369 habían fallecido, según la Red Eclesial Panamazónica. El virus se cebó con los peruanos más vulnerables. La muerte del apu Manuín nos lo ha vuelto a recordar.











